La historia de la humanidad parece estar condicionada por la búsqueda de grandes ideales: la gloria, la defensa de nobles principios, el bienestar de una nación o la ayuda al necesitado son algunos de los que han impulsado al hombre más allá de lo desconocido. Sin embargo, en otras ocasiones, factores en apariencia triviales han dado lugar a increíbles descubrimientos. Entre ellos destaca, por su magnitud, el que quizás sea el más relevante de los últimos mil años, el del continente americano. Las pretensiones de Cristóbal Colón, al zarpar del puerto de Palos, no eran pasar a la posteridad por el hallazgo de un Nuevo Mundo, sino alcanzar las Islas Molucas y, de este modo, arrebatar a los portugueses el monopolio del comercio de las especias, que tenían en sus manos. La codicia y los pingües beneficios que reportaría ese viaje llevaron a los Reyes Católicos a financiarlo.
La mayor parte de los objetos que nos rodean, por muy insignificantes que sean, y de las acciones más anodinas o rutinarias tienen su propio relato. El estudio de la historia se puede afrontar también de un modo más artesanal, más humilde, trabajando sobre pequeños detalles cuya cotidianidad los hace parecer irrelevantes. Cualquiera de ellos tiene su origen, su evolución, su historia, en definitiva. Así sucede con algunos condimentos, a los que no prestamos demasiada atención cuando cocinamos: la pimienta, el clavo, la canela o la mostaza, por citar solo algunos, son tan comunes que nos olvidamos de su origen “exótico”.
Las especias fueron durante siglos productos de lujo, solo al alcance de los ricos y poderosos, que se utilizaban, según la época, bien para ciertos rituales bien para actividades ligadas a los alimentos. Tal fue su trascendencia que llegaron a valer más que los metales preciosos. El historiador australiano Jack Turner describe en su obra Las especias. Historia de una tentación* el mundo que ha rodeado a estos pequeños pero afamados productos.
Así lo explica el autor en la introducción de su obra: “La historia de esa odisea motivada por las especias ha llenado ya muchos libros. Las páginas que siguen no recorren las vueltas y revueltas de las rutas de las especias, ni los (por lo general tristes) destinos de los comerciantes que las recorrían. Este libro no es una historia del comercio de especias, al menos en un sentido narrativo convencional. No he intentado reconstruir los sinuosos caminos que llevaron clavo a Puzurum o nuez moscada al rey de España, y menos aún mostrar cómo las especias «cambiaron el mundo» […]. De hecho, me interesa menos la espinosa cuestión de la causa y cómo las especias conformaron la historia, que cómo el mundo ha cambiado respecto a ellas: por qué las especias eran tan atractivas, cómo surgió, evolucionó y desapareció ese atractivo. Puesto que este estudio se centra en el apetito que alimentó el comercio de especias, no es tanto un estudio del comercio como de las razones de su existencia”.
La obra de Turner es fascinante, no solo por lo que cuenta sino también por cómo lo cuenta. Su relato combina la erudición propia de quien lleva investigando el tema durante años con la prosa amena y divulgativa que encandila al lector. En cada capítulo encontramos, junto a una ingente cantidad de datos, agudas observaciones aderezadas con anécdotas y relatos curiosos que ilustran el universo en torno al comercio y al uso de las especias. Es un trabajo distinto, ajeno a los libros de historia tradicionales, cuyos protagonistas no son grandes personajes (aunque aparecen figuras muy conocidas) ni sangrientas batallas, sino un puñado de plantas que han condicionado durante siglos nuestros hábitos y costumbres.
La estructura de la obra es algo caótica, pues no se atiene a un orden cronológico y los saltos temporales son frecuentes. Empieza con un breve repaso a la conocida “carrera por las especias”, es decir, al periodo comprendido entre finales del siglo XV y principios del XVI, cuando Europa dedicó energías extraordinarias a su búsqueda. En paralelo, se producían los grandes descubrimientos, muchos de ellos relacionados precisamente con las especias: ¿qué otro motivo tendría Vasco de Gama para bordear África y llegar a Calcuta? Los siguientes bloques abordan los hitos principales del apetito que impulsó esa búsqueda, bajo los encabezamientos de cocina, sexo, medicina, magia y aversión: paladar, cuerpo y espíritu. En cada uno de los epígrafes se describe el papel de las especias y cómo muchas de las tradiciones en torno a ellas han perdurado en el tiempo. El epílogo está dedicado a mostrar las causas de su ocaso o de su caída en desgracia.
Inevitablemente, al abordar el uso de las especias, el historiador australiano ahonda en ciertas facetas del comportamiento humano. El atractivo (o, llegado el momento, el rechazo) que despertaban se debe a su estrecha asociación con los placeres y con las creencias del hombre. Las virtudes que se les asignaban eran múltiples, además de las obvias de aderezar y preservar la comida y la bebida. Se les atribuían cualidades dietéticas y medicinales, eran utilizadas para embalsamar y enterrar a los muertos o para curar a los enfermos.
La comida, la sensualidad, lo místico… las especias constituían elementos esenciales en estas actividades y desempeñaban un papel muy activo en los rituales que las acompañaban. Estudiar para qué se utilizaban implica analizar las costumbres y las liturgias de las sociedades antiguas. Turner, por tanto, nos permite detenernos en recetas de cocina medievales, en ungüentos curativos árabes, en ceremonias religiosas del cristianismo primitivo o en fórmulas para potenciar las relaciones sexuales. Nos habla, en definitiva, de los placeres e inquietudes del hombre a lo largo del tiempo, mostrándonos una nueva forma de descubrir nuestro pasado.
Concluimos con esta reflexión del autor: “Si tengo alguna tesis es que las especias desempeñaron un papel más importante en la vida de las personas, un papel más conspicuo y más variado, de lo que podríamos inclinarnos a pensar. Por caprichosa que pueda parecer esta afirmación, hay una razón histórica más profunda. Pues, bien mirado, los grandes sucesos históricos ligados al suministro de especias a Europa surgieron de una demanda de los sentidos, el corazón y el valor de la humanidad; de los turbios reinos del gusto y la creencia. Todos los grandes acontecimientos y las tragedias inspirados por las especias, todas las guerras, los viajes, el heroísmo, la violencia y la futilidad tuvieron su intangible origen en las emociones de las personas, en sus sentimientos, en sus impresiones y en su actitud ante las especias. La existencia misma del comercio de especias, los viajes de Colón en busca de las fantasmales especias de las Américas, el descubrimiento por parte de los arqueólogos de semillas de clavo con cuatro mil años de antigüedad en el desierto sirio, son acontecimientos sobre los que los historiadores y los arqueólogos pueden seguir debatiendo incesantemente de un modo cada vez más sofisticado y elaborado. Y aun así es fácil pasar por alto la pregunta de la que derivan todas las demás: por qué existió el comercio. Todo brotó del deseo”.
Jack Turner (Sídney, 1968) es licenciado en Historia Antigua por la Universidad de Melbourne y doctor en Relaciones Internacionales por la Universidad de Oxford.
*Publicado por la editorial Acantilado, marzo 2018. Traducción de Miguel Temprano García.