En los últimos años hemos asistido a un hecho insólito: la proliferación descontrolada de perspicaces economistas que han florecido en las barras de los bares, en las cenas de Navidad o en las tertulias de televisión. Todos sabían (o creían saber) de lo que hablaban y tenían la receta infalible para sacarnos de la crisis, en la mejor tradición de nuestros arbitristas clásicos. Lástima que no se les hubiese puesto al frente de una cartera ministerial, España sería hoy una potencia mundial. Junto a la propagación del pseudo-economista sabelotodo, en el lenguaje cotidiano han arraigado algunos términos que empezamos a usar con cierta naturalidad en nuestras conversaciones: prima de riesgo, deuda soberana, déficit estructural, superávit primario o sistema productivo son expresiones, hasta ahora desconocidas, que podemos oír si prestamos atención a lo que se dice en bares o restaurantes. Otro cantar es si quien los usa comprende su verdadero alcance y significado.
No resulta sencillo explicar a un público lego en la materia las causas de la actual crisis. En el 2008 éramos una potencia europea y, ocho años más tarde, nos hemos convertido en un lastre para nuestros vecinos continentales. El estallido de la burbuja inmobiliaria sólo sirve para descifrar parte de lo sucedido e identificar a los “malos” con el banquero avaricioso y con el inepto y corrupto político es vender una versión tramposa e interesada de la realidad. Esta siempre es más compleja y la situación económica que atravesamos hunde sus raíces en una heterogénea combinación de factores, tanto nacionales como internacionales. Por supuesto, la historia también juega un papel destacado. Muchos de los males que hoy nos acechan tienen su origen en ciertos vicios que arrastramos desde hace siglos y no somos capaces de erradicar. Una vez más, conocer nuestra historia puede darnos la solución a los problemas del presente o, al menos, orientarnos en la dirección a seguir.
Ahora bien, la historia económica no es un “juego de niños”, sino una disciplina enmarañada y muy técnica que requiere de buenos especialistas para comprender las implicaciones históricas de los datos que manejan, así como la pericia matemática para operar con cifras y estadísticas no siempre concluyentes. Si, a consecuencia de la crisis, han proliferado las obras que abordan nuestra historia económica, no todas se atienen a los cánones de calidad requeridos para un trabajo serio y riguroso. De ahí que la obra de Francisco Comín Comín (una de las voces más reputadas de esta disciplina), Las crisis de la deuda soberana en España (1500-2015)*, destaque por encima de otras publicaciones. Estamos ante un estudio muy completo y sumamente interesante que aborda las distintas crisis relacionadas con la deuda soberana a lo largo de nuestra historia, así como los instrumentos utilizados para remediarlas y el impacto que tuvieron en la política española.
Las crisis de la deuda de los Austrias en los siglos XVI y XVII (mal entendidas y estudiadas); la contención de los déficits presupuestarios de los Borbones en el XVIII; la bancarrota del Estado durante la primera mitad del XIX; el arreglo de la deuda de Bravo Murillo en 1851, seguido, décadas más tarde, por los arreglos de Camacho (1881) y de Fernández Villaverde (1898); la imposibilidad de financiación del franquismo o la modernización de la gestión de la deuda pública en España entre 1976 y 2014 son los principales hitos que estudia Francisco Comín en su obra. Sorprende la pericia con que el autor explica cada uno de estos sucesos, que hace perfectamente comprensibles a cualquier lector interesado. En algunos momentos el lenguaje más especializado se impone y puede intimidar al profano pero, en su conjunto, estamos ante un trabajo divulgativo cuya finalidad es presentar a un público amplio un fenómeno esencial para comprender la historia de España.
La investigación de Francisco Comín se remonta al reinado de los Reyes Católicos y su relato concluye en nuestros días. Cada capítulo es independiente, pues las causas y reacciones frente a las crisis son diferentes según el período y el sistema político que imperen. Se observa, sin embargo, un nexo común, perpetuado en el tiempo. Así lo expresa el Catedrático de Historia Económica: “En general, la historia de la Hacienda y de la deuda tiende a repetirse, en distintas circunstancias históricas, y los mismos problemas y soluciones reaparecen una y otra vez. En realidad, los problemas técnicos de los títulos y los mercados de la deuda, cualquiera que fuera su configuración, y de su sostenibilidad con la recaudación obtenida de los impuestos presentan rasgos comunes a lo largo de los siglos; y otro tanto ocurre con las soluciones políticas aportadas por los gobiernos para salir de las crisis”.
La importancia de la economía y la gestión de la Hacienda en el devenir de la Monarquía Hispánica tan solo ha empezado a resaltarse en las últimas décadas. La historiografía tradicional había enfatizado las derrotas militares, o las desastrosas decisiones políticas, para justificar el declive del Imperio. La obra de Comín muestra, por el contrario, cómo el descontrol de la deuda socavó las aspiraciones españolas de dominación mundial, que hubieron de limitarse a pretensiones más modestas. La nefasta gestión de la Hacienda continuó tras la llegada de los Borbones y la aparición del liberalismo: ni unos, ni otros lograron revertir la caótica situación de las cuentas españolas.
No asistimos a un fenómeno único en nuestra historia. Venimos padeciendo durante siglos crisis como la de estos últimos años. Quizás nos haya cogido desprevenidos su dureza y su duración, pero los ciclos económicos son procesos muy estudiados. La “singularidad” de esta crisis proviene, no obstante, de que, por primera vez, el Estado no controla los mecanismos tradicionales para hacerle frente. España carece de autonomía monetaria y buena parte de la fiscal —están cedidas a la Unión Europa (expresa o tácitamente)— que le permitan articular una respuesta autónoma. Las decisiones sobre estas cuestiones se dictan en Bruselas, Berlín y Frankfurt. Otra peculiaridad reside en que, hasta ahora, la deuda se incrementaba, por lo general, a consecuencia de algún conflicto bélico que requería ingresos extraordinarios, ya fuera para luchar contra las Provincias Unidas en los siglos XVI y XVII, o para combatir a los carlistas. Una vez superado el conflicto, el déficit, al menos en principio, podía ser controlado. Hoy, por el contrario, el grueso del presupuesto está destinado a sufragar el Estado del Bienestar y cualquier recorte en este sentido genera un profundo malestar en la sociedad española. De ahí que las medidas reductoras, o no se toman, o se adoptan muy edulcoradas (máxime si estamos en año electoral). De este modo, el déficit no se ajusta y la deuda se incrementa.
Sin querer dar una moraleja a su trabajo, Francisco Comín resalta la importancia de unos presupuestos equilibrados: “La cuestión de la sostenibilidad de la deuda, por tanto, no ha cambiado mucho desde el siglo XVI al siglo XXI. En el fondo, es una cuestión de simple aritmética presupuestaria y económica (¿puede pagar el Estado sus deudas con la recaudación fiscal?) y de credibilidad política de los gobiernos (¿quiere realmente el gobierno honrar sus compromisos?)”. Los déficits no son propiamente malos, pero los riesgos se multiplican cuando se vuelven crónicos. La deuda aumenta entonces hasta hacerse insostenible, arrastrando con ella a la economía nacional. El autor desvela cómo los distintos monarcas o gobiernos españoles rara vez acudían a procedimientos ortodoxos y preferían optar por reestructuraciones, suspensiones de pago o arreglos que paliasen momentáneamente sus cuitas, aunque el problema de fondo perviviese. Se impuso, una vez más, la visión cortoplacista que tan solo lograba dar una patada hacia delante y esperar a que llegase la próxima tormenta.
Tanto en el último capítulo como en el epílogo (“La crisis de la deuda soberana del siglo XXI en perspectiva histórica”) Francisco Comín analiza las decisiones adoptadas por los gobiernos españoles tras el estallido de la crisis de 2008. Las conclusiones, basadas en la objetividad de la que hace gala a lo largo de su investigación, no son nada halagüeñas. Ya sea porque no se actuó a tiempo, ya sea porque las medidas tomadas no fueron las más eficaces y sensatas, los riesgos de recaer en la crisis no están, en ningún caso, superados. Subraya el autor que el reciente crecimiento podría llevar a pensar que la deuda pública ha dejado de ser un problema, cuando la realidad es bien distinta. El “experimento monetario de la flexibilización cuantitativa” puede encubrir una insostenibilidad estructural de la deuda, que obligue a España a realizar una restructuración.
Quizás sea excesivo decir que España siempre ha vivido por encima de sus posibilidades. Expresión tan manida no se ajusta a nuestra realidad histórica, aunque es cierto que la gestión de las deudas y del déficit no ha sido ejemplar y ha terminado por convertirse en un problema crónico de nuestra economía. Hemos padecido profundas crisis estructurales en los últimos quinientos años, y varias de ellas condujeron a la suspensión de pagos y a la quiebra del país. La actual turbulencia financiera ha provocado que se busquen comparaciones entre la España de hoy y la de Felipe II (es el símil más utilizado por los economistas y periodistas). Aunque las diferencias son evidentes, nada impide que obtengamos conclusiones útiles y extrapolables a nuestros días. Así lo piensa Francisco Comín: “Por todo ello, la dilatada historia de la deuda soberana en España es aleccionadora y sus numerosas crisis, con sus bancarrotas y sus arreglos, aportan interesantes lecciones sobre la gestión de la deuda pública; fundamentalmente, enseñan las estrategias que conviene evitar por los altos costes que tienen para la propia Hacienda y para la economía del país”.
Francisco Comín Comín es catedrático de Historia Económica de la Universidad de Alcalá de Henares desde 1991. Previamente enseñó en la Universidad Complutense y en la de Valladolid. Recibió el Premio Nacional de Historia de 1990 (por su libro Hacienda y Economía en la España Contemporánea, 1808-1936) y el Premio de Investigación del Ministerio de Hacienda de 2002. Otras obras suyas destacadas son: Historia de la Hacienda pública: Europa y España (1996); Economía y economistas españoles en la guerra civil (coeditado con Enrique Fuentes Quintana, 2008); The Rise of Fiscal States. A Global History, 1500-1914 (coeditado con Patrick O’Brien, 2012); La Hacienda Pública en el franquismo. La guerra y la autarquía, 1936-1959 (escrito con Miguel Martorell, 2013); Crisis económicas en España, 1300-2012. Lecciones de la Historia (coeditado con Mauro Hernández, 2013). Es académico correspondiente de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Ha sido consejero de varias revistas científicas (como Investigaciones de Historia Económica) y secretario de la Revista de Historia Económica.
*Publicado por la editorial Los Libros de la Catarata, abril 2016.