“Pero este libro es la historia de una esperanza y también de su decepción”. No hay mejor definición posible para la obra de Jordi Amat, La primavera de Múnich. Esperanza y fracaso de una transición democrática*. En junio de 1962 un nutrido grupo de intelectuales españoles, de distintas convicciones pero unidos por su aversión al franquismo, se reunieron en la ciudad alemana de Múnich para idear una hoja de ruta que trajera la democracia a España. Fue un acontecimiento extraordinario, henchido de buenas intenciones y con una profunda carga emocional, que terminaría por convertirse en un símbolo carente de cualquier aplicación práctica.
Aun cuando muchos han querido ver en el “Contubernio de Múnich” (así lo calificó la España oficial) el origen de la futura Transición, el escritor catalán discrepa y considera que “este libro habla de una transición democrática fracasada porque seguramente su propuesta era prematura, minoritaria y carente de capacidad de conectarse con su sociedad”. La primavera de Múnich se apagó debido tanto a los escándalos que rodearon a la financiación del proyecto como a su incapacidad para movilizar a una sociedad que habría de esperar más una década para ver cómo recuperaba su libertad.
España, se ha dicho muchas veces, es un país de blancos y negros, de buenos y malos, de vencedores y vencidos, de tuyos y míos. No es fácil escapar a la dialéctica fratricida que nos viene acompañando desde hace dos siglos, y cualquier discurso o relato terminan por catalogarnos en uno u otro bando. Resulta casi imposible escapar a esta disparatada retórica, por mucho que nos esforcemos en alejarnos de las perniciosas etiquetas. La historiografía, cómo no, también ha sucumbido al afán clasificatorio y no hay estudio, especialmente si aborda la historia reciente de nuestro país, que no resulte encuadrado en una u otra camarilla, aunque no sea esa la voluntad de su autor. La Segunda República, la Guerra Civil, la dictadura franquista o la Transición terminan por ser el campo de batalla de dos visiones antagónicas que poco tienen de científicas y mucho de políticas e ideológicas.
Han transcurrido más de cinco décadas desde que la reunión de Múnich tuvo lugar, pero todavía hoy se combate por imponer una interpretación frente a las otras. En esta desquiciada atmósfera, la obra de Jordi Amat se presenta como un raro espécimen, digno de elogio y aplauso. No es frecuente encontrar un trabajo tan bien construido que, libre de toda atadura partidista o ideológica, esconda en cada página y detrás de cada explicación una visión nítida y acertada de las esperanzas y los temores de la España de mediados del siglo XX.
El relato de Jordi Amat no se circunscribe a los pormenores del Contubernio de Múnich. Va mucho más allá. El escritor catalán se inmiscuye en un mundo olvidado (“era una parte de la historia borrada por los inevitables condicionantes ideológicos que determinan lo que se recuerda y lo que se olvida en cada época”) de la mano de personajes hoy casi desconocidos, prácticamente borrados de la memoria colectiva. Nos hallamos ante una España que no es ni la oficial, ni la oficiosa, y que hubo de lidiar con propios y extraños para construir una alternativa democrática en un escenario global marcado por la Guerra Fría.
El éxito del encuentro de Múnich fue congregar bajo un mismo techo a monárquicos liberales, republicanos, democristianos, socialistas, socialdemócratas, nacionalistas vascos y catalanes; algunos se hallaban en el exilio, otros llegaron clandestinamente de la Península (y no siempre pudieron volver). Su lucha contra la tiranía tuvo mucho de quijotismo, pues los ideales y las buenas intenciones no llegaron a traducirse en resultados tangibles. La realidad se impuso a los anhelos de un pequeño grupo de intelectuales que, reunidos en Múnich, se envolvieron en un cálido abrazo y proclamaron que una España distinta era posible. Fracasaron “y con su fracaso cayó en el olvido lo que aquí trato de reconstruir: los trabajos y los días de un equipo antifranquista, político e intelectual que vinculó libertad a justicia y democracia en el proceso de construcción europea”.
Jordi Amat se apoya en las biografías de varios de los protagonistas del Contubernio de Múnich y de la oposición al franquismo para construir su relato. Salta de personaje en personaje, sin perder nunca el hilo argumental, para dar cuerpo a los sucesos que precedieron a, y derivaron de, la reunión (“descubrí la crónica elaborada a partir de biografías cruzadas como el género que, sin romper con exigencias deontológicas permitía pensar momentos, grupos o episodios que encadenados mostraban la mutación de algunas de las culturas políticas de la España contemporánea”).
Sobresalen en el libro dos nombres: Dionisio Ridruejo y Julián Gorkin. El primero está siendo objeto de una revisión historiográfica y se han publicado varios trabajos sobre su vida y pensamiento; Gorkin, sin embargo, había sido proscrito de la historia, como personaje incómodo que no encaja en ninguna categoría, de ahí que resulte molesto para la mayoría de los historiadores. Jordi Amat lo rescata del río Lete, pues considera que “pocas biografías son tan reveladoras como la suya para injertar la historia de la España del siglo XX en las grandes tensiones de la historia mundial de su tiempo”.
Otro de los protagonistas de la obra es el Congreso por la Libertad de la Cultura, organización creada por la CIA para articular una respuesta global al comunismo soviético, mediante la promoción de actividades culturales o publicaciones de reputados intelectuales. Fue el Congreso el que financió la reunión de Múnich y algunos de los medios señeros de la oposición al franquismo. Por supuesto, la gran mayoría de los participantes desconocían la procedencia de los fondos. Cuando se desveló toda la operación, su impacto fue devastador para quienes habían puesto sus esperanzas en Múnich. A pesar de todo, Jordi Amat sostiene que el Congreso “posibilitó la construcción de una red cultural cuyo objetivo era una democratización en profundidad de España, pero que dicha alternativa, lamentablemente, se avanzó en el tiempo a la posibilidad de ser operativa. Y así perdimos”.
Probablemente, hoy pocos recordarán quiénes fueron Dionisio Ridruejo, Pedro Laín Entralgo o José Luis López Aranguren y la importancia que tuvieron en el exiguo aperturismo que se produjo en España a mitad de la centuria pasada. Parece como si la historia de los que se opusieron al franquismo estuviera monopolizada por un bando y quienes no comulgasen con sus ideales terminasen por ser desterrados de los libros de texto. Los tres intelectuales citados apoyaron el golpe de julio de 1936 y secundaron las tesis de la Falange pero, una vez instaurada la dictadura, fueron alejándose del General Franco hasta oponerse abiertamente al régimen. Ocuparon cargos de relevancia en la Administración franquista, de modo que su crítica fue peor aceptada que la de quienes estaban en el exilio.
Otros muchos sufrieron la persecución y represión de un régimen que se revolvía con ferocidad contra cualquier disidencia. Jordi Amat recupera a algunas de estas figuras y ensalza (o critica, según el caso) el papel que jugaron en la incipiente oposición que crecía por doquier en la península. La España que retrata Jordi Amat era una nación acongojada, sumida todavía en la dialéctica guerracivilista, pero que, al mismo tiempo, empezaba a desperezarse y perder el miedo a reclamar “algo más”. La Universidad, los sindicatos y los intelectuales fueron los principales núcleos de “rebelión” contra el sistema franquista. El escritor catalán describe algunas de las huelgas, manifestaciones o simples coloquios que agrietaron la férrea despolitización impuesta por el régimen para perpetuarse. Por supuesto, los medios de control, censura y represión estuvieron siempre activos pero, aun así, poco a poco, se empezaban a abrir ventanas a la esperanza (“El mundo oficial seguía actuando como una losa castradora, pero existía otra España que pensaba y, desde el pensamiento, actuaba de otra manera”). De este heterogéneo caldo de cultivo saldrán muchos de los que acudieron a Múnich.
La Primavera de Múnich no solo fue una fallida transición o un cónclave de ideas. Supuso la constatación de que existía una oposición real al franquismo, tanto en el interior, como en el exterior del país. Sus protagonistas arriesgaron mucho y apenas consiguieron nada a corto plazo. Muy pocos de ellos jugarían un papel destacado tras la muerte de Franco (su momento había pasado), pero fueron quienes, por primera vez, plantearon una alternativa democrática a la dictadura franquista. El libro de Amat los rescata del olvido y cuenta una historia que hoy apenas es recordada, con el fondo de una España en transformación.
El trabajo de Jordi Amat es excepcional, digno ganador del Premio Comillas con el que fue galardonado. Sirvan estas palabras del autor para concluir nuestra reseña: “Porque lo cierto es que la reunión entre viejos y nuevos demócratas, de fuera y de dentro, sí se celebró. Y su celebración no fue sólo flor de un día. Inició un camino esperanzando que ahora, a posteriori, sabemos que estaba condenado al fracaso biológico, pero que no debió ser totalmente estéril en la medida en que vivificaba la legitimidad democrática destrozada y derrotada por la guerra”.
Jordi Amat (Barcelona, 1978) es escritor y doctor en filología hispánica. Editor de varios clásicos de la no-ficción hispánica y especialista en la historia intelectual española de la segunda mitad del siglo XX, ha publicado, entre otros, Las voces del diálogo, Els laberints de la llibertat, Un país a l’ombra y El llarg procés («un libro de una erudición apabullante», según Santos Juliá). Desde 2009 colabora en el diario La Vanguardia, tanto en las páginas de opinión como en el suplemento Cultura/S.
*Publicado por la editorial Tusquets, febrero 2016.