ACANTILADO - LA PARADOJA DE LA HISTORIA

La paradoja de la historia. Cinco lecturas sobre el progreso: de Stendhal a Pasternak
Nicola Chiaromonte

Una de las cuestiones que ha cautivado a la historiografía desde sus orígenes es el papel del hombre en el devenir de los acontecimientos. Cientos de libros y trabajos han abordado este problema, cuya solución está lejos de ser unánime. Son muchas las reseñas en las que hemos hecho referencia a la sempiterna pregunta de quién mueve la historia ¿los hombres, las circunstancias o una combinación de ambos? Hasta ahora, sin embargo, apenas habíamos comentado algún libro que, de modo directo, se hubiera atrevido a afrontarla, en vez de optar por una aproximación tangencial. En La paradoja de la historia. Cinco lecturas sobre el progreso: de Stendhal a Pasternak*, el pensador italiano Nicola Chiaromonte se sumerge de lleno en este movedizo terreno, utilizando un enfoque muy original, que utiliza la literatura como vehículo para su estudio.

Hay, es bien sabido, muchas formas de acercarse a la historia. Se pueden estudiar únicamente los hechos, se puede dar preferencia a las estructuras socioeconómicas, a las clases marginales o a la mentalidad de la sociedad. La literatura, sin embargo, permite abordar todas estas opciones desde un punto de vista, probablemente, más intenso. Los escritores tienen el privilegio de la libertad, es decir, no están sujetos a los postulados de una disciplina: pueden inventar, pueden mentir y decir lo que quieran. Sin embargo, sus relatos suelen ser la expresión del sentir de lo que les rodea y de la esencia del ser humano. Un poeta es hijo de su tiempo y tras sus versos aparece la vida tal como la concibe a sociedad. De ahí que analizar desde el ángulo de los escritos literarios más reconocidos la historia del hombre, sus interrogantes más complejos y las grandes dudas que le han atormentado pueda acercarnos a ella de forma tan fidedigna como lo haría cualquier otro sesudo trabajo de investigación.

Así explica Chiaromonte el propósito de su obra: “El lector acaso se pregunte por qué he abordado a través de obras de ficción el tema de la relación entre la historia y el individuo, y el de la reaparición de la idea del destino en un mundo que parece haberse entregado al ideal del progreso. La respuesta es sencilla, sólo a través de la ficción y la dimensión de lo imaginario podemos aprender algo real sobre la experiencia individual. Cualquier otro enfoque está obligado a ser general y abstracto. Mi propósito en este libro ha sido presentar la cuestión de la relación de los hombres con los acontecimientos históricos tal como aparece en diferentes contextos. Y sentí que eso sólo podía hacerse partiendo de esa particular clase de verdad histórica que es la ficción y, más en particular, la gran ficción decimonónica, cuyo propósito declarado era ofrecer la historia verdadera, más que la oficial, del individuo y la sociedad”.

Nicola Chiaromonte no acude a una extensa antología de piezas literarias para confeccionar su trabajo, lo que sería inabarcable y terminaría por provocar la pérdida de la perspectiva. La basta centrarse en cinco autores cuyas obras (catalogadas entre los grandes clásicos de la literatura universal) han abordado directa o indirectamente esta cuestión: Stendhal y las vivencias de Fabrizio durante la batalla de Waterloo, recogidas en La cartuja de Parma; Tolstoi y su monumental Guerra y Paz; Roger Martin du Gard y la saga de Los Thibault, cuya descripción de la Primera Guerra Mundial es sumamente expresiva; André Malraux y su certera radiografía de la Condición humana; y por último, el Doctor Zhivago de Borís Pasternak.

Esos cinco testimonios literarios recogen, a su manera, los principios que quiere estudiar el pensador italiano. Su análisis le lleva a comparar los enfoques y las similitudes entre las concepciones de los autores en liza y los principios que rigen en cada libro. Al referirse al destino, por ejemplo, acude tanto a Tolstói como a Martin du Gard, pues en ambos aparece ese concepto, que transciende la perspectiva histórica de las cosas. También lo aborda la novela de Malraux, quien intenta describir el papel del destino en relación con las tentativas conscientes del hombre para llevar a cabo la destrucción de la sociedad burguesa liberal y conseguir un orden racional, nietzscheano y marxista.

En este sentido, una idea clave para el intelectual italiano es la ilusoria noción de progreso, que nació en la Ilustración y cobró fuerza a partir del siglo XIX, pero que las dos guerras mundiales destrozaron completamente. Así de tajante se muestra: “La fe en la evolución, o la fe, todavía más sutil, en la dialéctica de los acontecimientos, pueden durar sólo si la meta en que uno cree (o profesa creer) y su realización están en la misma escala, si las esperanzas más o menos ilusorias a que las personas se aferran mientras viven, pese a la violencia de los acontecimientos, son proporcionadas con respecto al resultado de esos acontecimientos. Cuando tales esperanzas son inconmensurables con el resultado y no existe relación entre los fines proclamados y los resultados obtenidos, entre el futuro imaginado y el presente innegable, entonces lo que se desmorona no son sólo las ilusiones relativas a la sabiduría de los gobernantes o la validez de las propias ideas políticas, sino la fe en la que uno creyó (pues lo propio de la fe es el creer) más allá del límite de la credibilidad e incluso de la esperanza”.

La obra, de una brillantez incuestionable y de una inteligencia abrumadora, gira en torno al papel del hombre en la historia y la percepción que se ha tenido del progreso en el devenir de la humanidad. La providencia o el destino son objeto de análisis, pues ambas nociones están presentes (con estos nombres o con otros similares) en la mayoría de los trabajos sobre la materia. Al final, estos conceptos se encuadran en una reflexión general sobre la acción del ser humano en el mundo que le ha tocado vivir. Los fenómenos históricos, tantas veces inexplicables para la razón, constituyen uno de los grandes misterios de nuestra existencia, cuyas claves inquiere Chiaromonte siendo consciente de que no las hallará.

La obra concluye con un capítulo que nos advierte de los peligros del sendero que está tomando la sociedad. Aunque el trabajo de Chiaromonte se escribió a mediados del siglo XX, sus advertencias siguen siendo hoy, si cabe, más pertinentes que nunca. Dejemos que sea el pensador italiano quien, con sus palabras, nos haga pensar: “La mala fe y el nihilismo del mundo moderno no es más que la aceptación de la forma vacía de lo que fue una vez una creencia auténtica, en ausencia de otras creencias que puedan abrazarse de corazón. Eso quiere decir que uno no cree realmente en nada y se deja arrastrar por la resaca fatal de los acontecimientos. Este continuo movimiento no sólo afecta a la economía, la tecnología y la política, sino a la sensibilidad y la vida intelectual, de modo que la cultura se convierte en parte de una letal búsqueda automática de novedad que es tan sólo una forma de marcar el paso en el desorden general”.

Nicola Chiaromonte (Rapolla, 1905 – Roma, 1972), filósofo y crítico literario, participó en la lucha antifascista, por lo que debió exiliarse a París. Tras la invasión nazi de Francia, se trasladó a Nueva York, donde destacó como defensor del socialismo libertario. Las principales recopilaciones de sus ensayos son Silenzio e parole (1978) y The Worm of Consciousness and Other Essays (1977). Su obra capital, La paradoja de la historia, vio la luz en Londres en 1970.

*Publicado por la editorial Acantilado, junio de 2018. Traducción de Eduardo Gil Bera.