En la historiografía, las certezas son un raro espejismo. No siempre resulta fácil aseverar que un hecho tuvo lugar en un momento y de una forma determinada: incluso para los testigos directos es complicado ofrecer una imagen de conjunto de lo que sucede ante sus ojos. Todavía hoy, no obstante contar con una ingente cantidad de información y con unos medios nunca antes vistos, somos incapaces de entender con ciertas garantías qué sucede a nuestro alrededor. El historiador lo tiene aún más difícil, pues solo puede apoyarse en las fuentes y en los testimonios arqueológicos, recursos, que, a medida que se alejan del presente, son más exiguos y vagos. En no pocas ocasiones, el especialista ha de convertirse en detective que indaga en el pasado para desentrañar los acontecimientos objeto de su análisis. El resultado de su investigación estará repleto de hipótesis e interpretaciones que siempre pueden ser refutadas con el hallazgo de nuevas fuentes.
Muchos de los testimonios a los que acude el historiador suelen ser tendenciosos o se escribieron de forma interesada. Hasta hace relativamente poco, los relatos históricos no tenían como objetivo cumplir ciertos criterios académicos o divulgativos, pues su finalidad era legitimadora, cuando no propagandista. Solían estar redactados por eruditos a cargo de la Corona o financiados por mecenas que “orientaban” el sentido del texto. El elemento legendario también hace acto de presencia en muchas de estas fuentes, dado que lo real y lo fantástico (o milagroso) no siempre han sido elementos opuestos y contradictorios. Son tantos los obstáculos a los que tiene que hacer frente el investigador que no le resulta fácil discernir qué hay de cierto y qué hay de “inventado” en la información a su alcance. Tan solo un trabajo concienzudo y un espíritu crítico pueden desbrozar el complejo entramado que esconde nuestro pasado.
Esta labor es la que ha llevado a cabo el académico Luis A. García Moreno en su extraordinario trabajo La monarquía de España. Los orígenes (siglo VIII)*. Una obra que ahonda en el punto de partida de la Corona hispana de forma minuciosa y analiza exhaustivamente los datos de los que disponemos sobre los acontecimientos que tuvieron lugar en aquel turbulento período. Pelayo, la batalla de Covadonga, la invasión musulmana, Favila, Fruela… son diseccionados y examinados con detalle para alejar lo mítico y descubrir qué hay de cierto en esas historias que a todos nos suenan como hitos iniciales de nuestro pasado medieval.
Así de claro se expresa el autor: “La monografía que el lector tiene en sus manos trata del surgimiento y desarrollo de poderes políticos, nacidos a lo largo del siglo VIII en varios rincones septentrionales del antiguo Reino godo de Toledo y que trataron de legitimarse ideológicamente por su confesión de la Fe cristiana. Desde el Finisterre galaico, al cabo de las Santas Creus, e incluso casi la ribera final del Ródano; pues que la Monarquía goda destruida por la invasión islámica entre el 711 y el 719, incluía también la llamada Septimania, el ducado de la Narbonense. Estoy convencido que más de uno se preguntará por qué a estas páginas no les he dado el título, por ejemplo, de “La Reconquista, los orígenes”. La contestación es muy sencilla: porque los protagonistas políticos de aquellos momentos no buscaban reconquistar ni un reino, ni una monarquía, recientemente destruidos por un invasor extranjero que se legitimaba en el Islam. Lo que querían era conquistar, construir, unas nuevas soberanías, que se sustentasen en la única institución que todos creían que no había sido destruida por el invasor: la Iglesia, su Fe católica”.
Advertimos al lector que no se trata de un libro de fácil lectura. La cantidad de datos e información que recoge García Moreno puede apabullarle o, incluso, desbordarle. Si no es especialista en la materia, ciertos pasajes se le harán algo arduos. Es preferible, por tanto, una lectura sosegada para apreciar toda la riqueza de los postulados que propugna el autor en las casi setecientas páginas que conforman el libro. Sobre todo, porque hechos que damos por seguros son puestos en duda: nada se salva del ojo crítico de García Moreno que, partiendo de las fuentes, hace una autopsia de lo acaecido en el siglo VIII en la Península Ibérica.
El libro se articula en doce capítulos, aunque se observan dos bloques claramente diferenciados: la aparición de Pelayo constituye el punto de inflexión entre ambos. Obviamente, todos los epígrafes guardan relación ya que abordan cuestiones muy cercanas temporalmente, pero la distinción entre ellos es clara.
El primer bloque temático, que comprende los cinco capítulos iniciales, comienza analizando el legado godo para continuar describiendo cómo estaba organizado el territorio del norte peninsular en los últimos años del siglo VII e inicios del VIII y finalizar con el relato de la invasión musulmana (centrándose en el nordeste y noroeste peninsular). El autor rebate la tesis de que al norte de la Península pervivían pueblos prerromanos que se habrían mantenido al margen de la presencia goda y explica cómo afectó a estos territorios la invasión musulmana.
El segundo bloque se centra en Pelayo, sus sucesores y la aparición de lo que después sería la monarquía española. Como el propio autor señala, adentrarse en lo que realmente sucedió en aquellos años requiere un triple análisis: cronológico, prosopográfico y étnico-ideológico. Quizás sea en estos capítulos donde se lleva a cabo el principal trabajo de “demolición” para separar lo legendario y lo real. El autor ahonda en todos los aspectos que rodean a la rebelión de Pelayo para descubrir qué hay de cierto en su mito. Una vez abordado este punto, continúa explorando los reinados de los sucesores del monarca astur hasta Fruela y luego prosigue con Aurelio, Silo, Alfonso II y Mauregato. También examina la relevancia del adopcionismo en la consolidación de la Corona astur, así como la relación del incipiente reino con sus vecinos pirenaicos y con el emperador Carlomagno.
Concluimos con esta reflexión que realiza el autor al inicio de la obra: “Se trata de un libro de historia política y cultural, aunque centrada esta última en su papel de ideología sustentadora de esos nuevos poderes cristianos. Una vez más he considerado a la geografía y a la cronología los dos grandes ejes sobre los que desplegar el discurso histórico […]. Desgraciadamente el dar por conocidos fechas y lugares de estos primeros tiempos de la equívocamente llamada Reconquista ha conducido a callejones sin salida, o a conclusiones erróneas. Concretamente quiero llamar la atención del lector en la cronología tardía defendida para la rebelión de Pelayo en el presente estudio, así como a las importantes raíces de la familia paterna de Alfonso I en las tierras del antiguo ducado godo de Cantabria, en el altísimo valle del Ebro y hacia Álava. Lo primero me ha conducido a situar los orígenes del Reino de Asturias en unas fechas más próximas al surgimiento de los poderes cristianos soberanos en los Pirineos occidentales y centrales, y a la misma creación de nueva Gotia carolingia en el antiguo ducado godo de Narbona”.
Luis A. García Moreno, doctor en Filología Clásica por la Universidad de Salamanca, es catedrático de Historia Antigua de la Universidad de Alcalá desde 1982 y académico de número de la Real Academia de la Historia. Fundador y director de la revista Polis, es miembro de los consejos científicos de Journal of Late Antiquity, Quaderni Catanesi di Studi Antichi e Medievali, Hispania Sacra y Cuadernos de Historia de España. Entre sus numerosas obras destacan El fin del reino visigodo de Toledo, Historia de la España visigoda, El Bajo Imperio Romano y Leovigildo: unidad y diversidad de un reinado.
*Publicado por la editorial del BOE, septiembre 2022.