Hay libros que, por motivos no siempre bien identificables, son diferentes al resto. Tienen algo que los convierte en especímenes únicos y raros. A pesar del desenfrenado ritmo de publicación de los últimos años, la mayoría de lo que se edita hoy en España (y en el mundo) es prescindible y no tiene demasiado interés. Son una minoría las obras que se pueden catalogar como extraordinarias y no siempre es fácil hallarlas. Entre ellas se encuentra la de Gonzalo Pontón, La lucha por la desigualdad. Una historia del mundo occidental en el siglo XVIII*, a caballo entre el ensayo histórico, la investigación académica y el manual que ahonda, desde un enfoque poliédrico y multidisciplinar, en uno de los principales elementos que ha vertebrado la historia de la humanidad: la desigualdad.
Habrá quien crea que la desigualdad es una rémora del pasado, que el triunfo de las clases medias ha dado paso a un mundo más justo y equitativo y que, donde antes había una tajante distinción entre ricos y pobres, hoy hay una sociedad más igualitaria e interconectada. Quien así opine, probablemente vive en un mundo distinto al que habita la mayoría del planeta. La actual crisis ha devuelto a la realidad a quienes hace solo veinte años auguraban un futuro brillante a la economía mundial. Gonzalo Pontón busca con su obra descifrar, a través del pasado, lo que hoy estamos viviendo, como señala en la introducción de su trabajo: “Lo que persigo con este libro es llegar a entender la naturaleza de la desigualdad actual, es decir, escribir ‘una genealogía del presente’ (Fontana), como hace cualquier historiador preocupado por su tiempo. Para ello, trato de averiguar cuándo, dónde, cómo y por qué se dieron los procesos materiales e intelectuales que llevaron a las sociedades occidentales a experimentar un salto cualitativo en los niveles de su desigualdad interna tan firme y poderosa que iba a mantenerse, cuando no a cobrar nuevas fuerzas, hasta nuestros propios días”.
Para acometer esta tarea Gonzalo Pontón se ha sumergido en el siglo XVIII, punto y final de un sistema político y social, el Antiguo Régimen; y punto de partida de otro, del que somos herederos directos. En esa centuria, especialmente en su último tercio, se fueron produciendo una serie de transformaciones que cambiaron para siempre el mundo; transformaciones que afectaron no sólo a la política, sino a todos los ámbitos de la sociedad. El resultado más visible y conocido fue la Revolución francesa, pero para entonces el espíritu reformista ya se había propagado por los nervios de la civilización occidental ¿Implicó este nuevo mundo una mejora en las condiciones de vida de sus habitantes? Parecería que la respuesta obligada es afirmativa; sin embargo, el editor barcelonés no se deja llevar por las apariencias y precisa que fue entonces cuando se estableció un nuevo paradigma en el que la desigualdad pervivió e incluso se incrementó.
Sorprende descubrir que estemos ante el primer libro de Gonzalo Pontón. Licenciado en Historia hace cuarenta años, publica ahora su opera prima tras haber sido, hasta hace poco, editor de la editorial Crítica. Ambas facetas quedan muy bien reflejadas en el presente trabajo. Como historiador, analiza con esmero y rigor los datos que va tratando y construye un relato coherente, sostenido sobre fuentes fiables y sólidas. Sus años de editor le han ayudado (o, al menos, esa es la impresión que da) a hilvanar con soltura información, opiniones y conclusiones, sin el pesado aderezo del lenguaje académico, cuyas expresiones complicadas solo entienden algunos. Quizás ese sea el gran logro de este libro, aunar alta divulgación y un concienzudo trabajo de investigación en un texto que, no obstante superar ampliamente las seiscientas páginas, no termina nunca por cansar al lector.
¿Qué se aborda en la obra? Pues prácticamente todos los matices que encierra el siglo XVIII. En su primera parte (que lleva por título “Trama”) se exploran las cuestiones económicas, políticas y sociales, que constituyen las bases de lo que el autor denomina “equilibrio puntuado”. Entre ellas figuran, por ejemplo, los cambios en la propiedad agrícola; las transformaciones en los sectores productivos; el inicio de la Revolución Industrial; la intervención del Estado en la economía; el comercio local y global; las variaciones en la alimentación; la implantación de una nueva mentalidad de consumo; la aparición de nuevas élites políticas y económicas; el desarrollo de mecanismos de poder alternativos a los utilizados por el Estado absolutista; el incipiente movimiento contestatario contra el statu quo o los principales conflictos de la centuria.
La segunda parte, de menor extensión, se centra en los aspectos más culturales y teóricos del siglo XVIII: no olvidemos que aquella centuria se denominó el Siglo de las Luces, pues fue entonces cuando eclosionó la Ilustración. Como explica el autor con unas palabras que a muchos sorprenderán: “La segunda parte de este libro está dedicada al análisis del pensamiento político y económico promovido por el linaje que quería ‘evolucionar hacia una nueva especie’, para que le proporcionara cobertura intelectual en su lucha por la desigualdad. […] Estas élites económicas e intelectuales, que dispusieron de poder político y de un proyecto económico y social claro, tuvieron la visión, o el espejismo, de imaginar un mundo pletórico de riqueza en el que ellos —decían— iban a encarnar el papel de redentores de una humanidad indigente. En realidad, estaban conduciendo al mundo hacia una desigualdad brutal que ya no estaría basada tan solo en el reparto desigual de renta, porque a la plusvalía económica vital para el capitalismo iba a sumarse una conmoción emocional ante el paro forzoso que habría de traducirse en dramas individuales y en patologías sociales a la medida del impacto de los ciclos depresivos con que las crisis económicas recurrentes habían de golpear desde entonces a la mayor parte de la humanidad”.
Cada capítulo del libro disecciona las diferentes características del siglo XVIII, pero en todos predomina una misma finalidad: retratar la aparición de una nueva desigualdad impuesta por el cambio de modelo social. Éste es el eje discursivo sobre el que se construye el relato. Cada información, cada novedad, cada suceso narrado se integra en el complejo mosaico que trata de elaborar Gonzalo Pontón, dando prioridad al estudio de las causas y de las consecuencias, por encima de la mera exposición de acontecimientos. La obra huye de los lugares comunes para buscar qué hay detrás de las bondades de un siglo ensalzado por la mayoría de los especialistas. Su objetivo es transmitir al lector cómo, según el editor barcelonés (de cuyas tesis algunos discreparán), se mantuvieron y ampliaron las desigualdades en el Siglo de las Luces y cómo se vendió una realidad, amparada por políticos y élites, que escondía otra más dura y vergonzosa y que rara vez encontraremos en los libros de texto.
Concluimos con la reflexión que vierte Josep Fontana en el prólogo de la obra: “Para enfrentarnos a un futuro amenazador y confuso, necesitamos una visión renovada del pasado de la que se hayan eliminado los mitos que contribuían a hacernos creer que vivíamos en el mejor de los mundos posibles y que bastaba con que nos dejásemos llevar por la imparable corriente del progreso para seguir mejorando. Son libros como este los que pueden ayudarnos a ver más claro”.
Gonzalo Pontón (Barcelona, 1944) es licenciado en Historia Moderna y Contemporánea por la Universidad de Barcelona. Fundador de las editoriales Crítica (1976) y Pasado&Presente (2011), ha publicado unos dos mil títulos, a lo largo de más de cincuenta años.
*Publicado por la editorial Pasado&Presente, septiembre 2016.