La invención del poder. Reyes, papas y el nacimiento de Occidente
Bruce Bueno de Mesquita

En los libros y en las aulas de historia es recurrente el debate sobre la superioridad europea en el mundo (al menos, hasta recientemente). La expansión de los países occidentales, a raíz del empuje del imperialismo en el siglo XIX, provocó que gran parte de las tierras conocidas cayese en manos europeas. Unos siglos antes, españoles y portugueses ya habían creído repartirse el mundo en el Tratado de Tordesillas. Se trata de una polémica (con ciertos tintes políticos, todo sea dicho) un tanto compleja, pues resulta muy difícil comparar, por ejemplo, la Monarquía Hispánica con el Imperio chino y determinar cuál de las dos era más poderosa. Lo que parece incuestionable es que, llegado el siglo XIX, los europeos fueron capaces de subyugar al resto de países gracias a sus aplastante superioridad militar y técnica.

También es controvertido establecer en qué momento los europeos se pusieron a la cabeza del desarrollo científico y tecnológico y cuáles fueron las causas de ese sorpsasso. No debemos olvidar que China era uno de los imperios más avanzados, del que proceden dos elementos esenciales para la sociedad occidental: la pólvora y el papel. Las teorías sobre cuándo se produjo la “victoria” europea difieren, sin que haya un consenso más o menos amplio. Cada historiador cuenta con sus propios argumentos e interpretaciones (que suelen coincidir con su rama de especialización).

El politólogo norteamericano Bruce Bueno de Mesquita ofrece en su obra La invención del poder. Reyes, papas y el nacimiento de Occidente* una explicación radicalmente original que se remonta un milenio atrás, concretamente a la lucha entre el Papado y el Imperio en lo que se conoce como la Querella de las Investiduras, que culminó con el Concordato de Worms firmado en el año 1122. Los acuerdos adoptados en este tratado, junto con otros pactos alcanzados entre distintos reinos (Francia e Inglaterra, por ejemplo), permitieron despegar a Europa y poner en marcha el motor que la llevaría, varias centurias después, a adueñarse del mundo.

Así lo explica el autor: “Este libro sostiene que el Concordato de Worms, un acuerdo prácticamente ignorado y olvidado que se firmó el 23 de septiembre de 1122, así como sus precursores, suscritos por la Iglesia católica y los reyes de Inglaterra y Francia en 1107, son el pilar que permitió la mayor prosperidad de Europa del norte frente a la Europa del sur, que unas partes de Europa rompieran con la Iglesia católica cuando otras mantenían su adhesión a ella, que unos reinos europeos desarrollaran gobiernos responsables que destacaron por encima de otros, y que la ciencia arraigara y diera mejores frutos en algunas partes de Europa que en otras. En pocas palabras, el Concordato de Worms puso los cimientos que darían lugar en Francia a la creación de la excepcionalidad occidental y a la gradual dispersión hacia el norte de sus efectos para diseminarse después por todas partes. Esa excepcionalidad, esa tolerancia, prosperidad y libertad comenzaron a forjarse y a extenderse cuatrocientos años antes de Lutero y de la Reforma protestante”.

Si la tesis de Bueno de Mesquita resulta de por si novedosa, su desarrollo es aún más original. Acostumbrados a los libros de historia con su aparato crítico, su estructura y sus rasgos más o menos establecidos, este trabajo rompe los moldes, hasta el punto que se podría cuestionar si debe calificarse de ensayo histórico al uso. Obviamente, el pasado juega un lugar central en la obra, teniendo en cuenta que aborda hechos ocurridos en los siglos XI y XII. Ahora bien, la forma de tratarlos adopta un lenguaje diferente, que emplea nociones y categorías de la teoría económica (como la teoría de juegos), de la ciencia política y del ensayo de actualidad. De ahí que su enfoque difiera radicalmente del que estamos habituados a reseñar, implicando una ruptura con los esquemas establecidos. El libro ofrece una interpretación muy interesante sobre el despegue de Europa con la que se podrá estar más o menos de acuerdo, pero no se puede poner en duda su carácter original y atrevido.

La mayor parte de la obra se dedica a analizar el contexto histórico en el que se producen los acuerdos entre Francia, Inglaterra, el Imperio y el Papado. Nos hallamos en un período turbulento con la presencia de relevantes factores sociopolíticos. Por un lado, el inicio de la consolidación de los reinos medievales, cuyos monarcas empiezan a desperezarse tímidamente del yugo feudal. Por otro lado, el enfrentamiento entre el Sacro Imperio Germánico y el Papado, ambos decididos a ser la principal fuerza política del continente. Por último, una serie de cambios en la Iglesia, muy desprestigiada y azotada por los escándalos. Estos elementos, entre otros, confluyen en una serie de crisis en las que se producen excomuniones, coexisten papas y antipapas, se suceden intrigas, asesinatos y algún que otro combate que trasciende lo dialéctico. Los concordatos que se alcanzan para dar poner fin a las disputas en las que estaba sumida Europa fueron una pequeña, pero trascendental, derrota para el Papado, que perdió parte de sus prerrogativas en detrimento de los reinos.

Una vez explicado el contexto y analizados y expuestos los motivos que llevan al autor a situar en este período el despegar europeo, la obra se traslada a nuestros días. A partir de aquí, Bueno de Mesquita intenta justificar por qué, en presencia de causas análogas a las de los siglos XI y XII, los resultados serían igual de extraordinarios y propiciarían que una sociedad prospere económica y culturalmente.

Concluimos con esta reflexión del autor sobre cómo lo sucedido hace casi un milenio puede servirnos hoy para mejorar nuestro sistema político: “El camino que nos llevará a un mundo mejor no es un camino tan terrible ni está tan lleno de obstáculos. No es misterioso. No es desconocido. La democracia —es decir, la dependencia a una vasta coalición ganadora—, combinada con la competencia económica regulada y restringida, y las distinciones institucionalizadas entre lo secular y lo sagrado, poderosos uno y otro en su propio territorio y abiertos a la competencia mutua, conduce a las sociedades tolerantes, innovadoras, prósperas, saludables y libres. Eso es lo que crearon los concordatos, eso es lo que condujo a la excepcionalidad occidental; y eso es lo que puede, y, a mi entender, lo que debería repetirse en todas las partes del globo, y en todas las épocas. No hay otra manera de hacer que todo el mundo tenga la oportunidad de vivir una vida mejor, excepcional. Esa es la lección más grande, más duradera, y la mejor contribución a la excepcionalidad moderna que nos legaron los concordatos de Londres, París y Worms”.

Bruce Bueno de Mesquita es titular de la cátedra Julius Silver de Política en la Universidad de Nueva York y director del Alexander Hamilton Center for Political Economy. A través de su consultora en Nueva York, ha ejercido como asesor del gobierno de Estados Unidos para asuntos de seguridad nacional. Es autor de numerosos libros y de artículos para The New York Times, International Herald Tribune y Los Angeles Times.

*Publicado por Siruela, marzo 2024. Traducción de Lorenzo Luengo.