ALAIN HUGON - UNIVERSIDAD ZARAGOZA - INSURRECCION NAPOLES

La insurrección de Nápoles
Alain Hugon

La década de 1640 fue, quizás, uno de los períodos más convulsos de la historia moderna. Europa ardía por las guerras, las revueltas y los disturbios. Pocas naciones consiguieron escapar de la espiral de violencia que se adueñó del continente y la mayoría de ellas, bien por alianzas o por intereses, la sufrieron en su propio territorio y participaron (o fueron protagonistas) de alguno de los conflictos surgidos en aquellos turbulentos años. El Imperio español fue uno de los más afectados pero no el único. Francia tuvo que lidiar con la Fronda, mientras que Inglaterra vivió una verdadera revolución y guerra civil que acabó con la ejecución del monarca Carlos I. Todos estos acontecimientos se producían de manera simultánea a la cruenta Guerra de los Treinta Años en la que participaban las grandes potencias de la época.

El Imperio de Felipe IV sufrió durante estos años las consecuencias de una política militar expansiva no ajustada a sus capacidades económicas. Hubo revueltas en casi todas las provincias que estaban bajo su control, cierto que no todas tuvieron la misma intensidad e incidencia y gran parte de ellas pudieron ser sofocadas en un plazo más o menos corto de tiempo. Fenómeno generalizado que demostraba lo frágil que podía llegar a ser la autoridad española y las dificultades del Conde-Duque de Olivares para articular una política global en toda la Monarquía. Cataluña, Portugal, Sicilia, Nápoles y las Provincias Unidas se alzaron contra el poder de Madrid, mientras que en la propia Castilla se acentuaban las conspiraciones (por ejemplo, la del duque de Medina-Sidonia).

De entre todas esas revueltas la de Nápoles ha pasado casi desapercibida para la historiografía española y son pocos los investigadores que la han tratado en profundidad. Quizás su corta duración (apenas duró nueve meses), su escasa incidencia internacional (al menos en apariencia) o el gran número de conflictos que estaban produciéndose en Europa hayan relegado a un plano secundario la «rebelión» napolitana. Sin embargo, su importancia es mayor de lo que aparenta en un primer momento: si la abordamos con detenimiento nos muestra el entramado institucional, legal y fiscal creado por la Corte española para regir las distintas regiones bajo su poder, además de reflejar las inquietudes e intereses de la sociedad europea del siglo XVII. Todas estas características quedan recogidas en la obra del profesor Alain Hugon, La insurrección de Nápoles 1647-1648. La construcción del acontecimiento*.

CUADRO ASESINATO CARAFFA NAPOLESLa descripción de los hechos, es decir, de los sucesos que se produjeron entre el 7 de julio de 1647 y el 6 de abril de 1648, ocupa poco espacio del libro (el segundo capítulo, en concreto). El resto de la obra está dedicado a analizar con detalle todo aquello que rodeó a la revolución, sus causas, los personajes y grupos sociales que intervinieron, la repercusión internacional que tuvo, los medios de represión utilizados tras el conflicto, la relación entre la ciudad y el Reino de Nápoles, hasta el recuerdo que dejó, por citar sólo algunos de los temas tratados.

Para quienes desconozcan cómo se desarrolló la insurrección napolitana la síntesis de los acontecimientos viene expuesta en el capítulo «La revolución urbana«. El punto de partida tuvo lugar el 7 de julio de 1647 cuando un grupo de napolitanos ataca y expulsa a los alcabaleros y españoles de la plaza del Mercado, a donde habían acudido para recaudar la gabela (tasa sobre la fruta y las verduras). Los disturbios se extienden por la ciudad y se producen destrozos y saqueos. El virrey, desbordado e incapaz de controlar la situación, acepta las proposiciones que le hacen los rebeldes napolitanos, bajo el mando de un joven pescador llamado Masaniello, cuyo asesinato (el 16 de julio) va a permitir que se restaure un cierto orden.

La paz se rompe el 6 de agosto cuando los tejedores de seda marchan sobre la Sommaria, los tumultos comienzan de nuevo y los rebeldes exigen la revisión de las capitulaciones acordadas en julio (a este período Hugon lo denomina «La monarquía revolucionaria«). Los enfrentamientos se extienden y el virrey, el duque de Arcos, se ve obligado otra vez a jurar que respetará los acuerdos alcanzados. La llegada de una flota al mando de don Juan José (hijo de Felipe IV) el 1 de octubre da un vuelco a la rebelión que se radicaliza.

A partir del 17 de octubre comienza el período llamado por Hugon «La Real República Ducal de Nápoles«. Se publica el manifiesto del Fedelissimo Popolo di Napoli en el que se rechaza la soberanía de los Habsburgo en Nápoles y siete días más tarde es proclamada la república napolitana. Los enfrentamientos entre rebeldes y partidarios de la monarquía española continúan, tanto en la ciudad como en el resto del Reino. El 15 de noviembre llega a Nápoles el duque de Guisa (francés) que se erige en líder de los rebeldes, poder que comparte con el armero Annese. Un mes más tarde arriba una flota francesa, a modo de símbolo, pero finalmente no intervendrá en la rebelión. Las disensiones dentro de las fuerzas populares aumentan y el 6 de abril las tropas españolas, una vez abiertas las puertas de la ciudad, se hacen con su control y dan por concluida la rebelión.

CUADRO REVUELTA MASANIELLO NAPOLESEn esta relación de hechos ya podemos observar algunos de los temas que tratará Hugon. Por ejemplo, la negativa a pagar impuestos a las autoridades reales plantea la cuestión de hasta qué punto la revolución napolitana formaba parte de un fenómeno más generalizado de de revueltas que durante esa década tuvieron como origen el rechazo a un sistema fiscal abusivo. Así se expresa el autor sobre este asunto en la introducción de la obra «El trabajo que sigue es, en parte, el producto de esa impotencia para pensar la globalidad de las revoluciones de mediados del siglo XVII, para contemplar sus múltiples factores en un movimiento de conjunto. Por ello se entenderá que insistamos en contemplar la situación napolitana, las ideas, los prejuicios y prácticas allí desarrollados, en relación con lo que sucede en la Europa contemporánea, a fin de intentar hallar algunos elementos de comparación«.

La ciudad de Nápoles contaba alrededor de 300.000 almas ya en 1561 (no se conocen las cifras exactas) lo que la situaba entre las tres más pobladas de Europa, por debajo sólo de París y Londres. La población del conjunto del Reino de Nápoles, por su parte, superaría el millón y medio de habitantes por lo que uno de cada cinco napolitanos tendría su residencia en la capital. Como señala Hugon, «[…] la capital partenopea posee el carácter de capital hipertrofiada y abigarrada que los contemporáneos reconocen» y más adelante «La unión sólo puede ser indisoluble y Nápoles-ciudad constituirá el motor de la totalidad del reino, al que movería y nutriría por los impulsos que transmitiría. El Reino de Nápoles estaría irrigado por esos latidos urbanos«. Esta desorbitada proporción para el siglo XVII revela la importancia que tuvo Nápoles en el desarrollo de los acontecimientos revolucionarios. No obstante, Alain Hugon hace especial hincapié en que la insurrección no se limitó a la capital, sino que se extendió por todo el territorio. De hecho, el capítulo «La revolución en el Reino» está dedicado a estudiar las ramificaciones (atendiendo a las similitudes y diferencias) de la rebelión en el resto de ciudades y en las zonas rurales, cuyos efectos más visibles fueron los ataques de los campesinos contra la nobleza y los poderes señoriales.

El libro de Hugon trasluce también una lucha de clases entre el pueblo (en sentido amplio) y la nobleza. Hasta la llegada del duque de Guisa, e incluso después de que el francés tomase el mando, las figuras más destacadas de la insurrección fueron miembros de los estamentos populares: Masaniello era pescador, Annesse, armero, y Vincenzo d’Andrea doctor en Derecho. La heterogeneidad de los rebeldes fue una causa constante de problemas pues los togati no gustaban verse rodeados por los lazzari (nombre que se daba a las clases más bajas de la plebe napolitana) y los objetivos de unos y otros no siempre coincidían. Por el contrario, la nobleza se mantuvo unida durante todo el conflicto. La partición social se trasladó a la geografía urbana y la ciudad quedó divida por barrios controlados por cada bando.

NAPOLES MASANIELLO Y GENONIOLos capítulos «¿Una República cosmopolita?» y «La guerra, la revolución y Europa» ahondan en la dimensión internacional de la rebelión napolitana. En ellos el autor examina el entramado de nacionalidades que constituían la población de Nápoles y las reacciones de las potencias extranjeras una vez que estalló la insurrección, prestando especial atención a Francia y a los Estados Pontificios. En palabras de Hugon «La mezcla de poblaciones que componían el reino – albaneses, judíos, castellanos, genoveses, sicilianos, catalanes, aragoneses e incluso gitanos y franceses-, la pluralidad de lenguas practicadas y la herencia pluridinástica de esta monarquía situaban de un modo original la revolución en el teatro europeo«.

Los cuatro últimos capítulos del libro están dedicados no tanto a la revolución en sí, sino a los sucesos que ocurrieron tras su finalización. Se estudia en ellos la represión llevada a cabo por las autoridades españolas contra los líderes de la revuelta, con medidas que iban desde la ejecución y la mano dura empleada por el conde de Oñate (nuevo virrey) hasta la amnistía aprobada por don Juan José. Entre dichas medidas destaca el intento por suprimir cualquier tipo de símbolo que hiciese alusión a lo acontecido durante la revolución.

Desde los primeros compases de la insurrección, junto a los enfrentamientos armados, se libró también una batalla por las imágenes. Al igual que en las guerras actuales, la propaganda jugó un papel significativo en todo el conflicto como fuente de legitimación de los sublevados y vehículo para canalizar sus reivindicaciones. Retratos reales, monedas, sellos, emblemas… fueron algunos de los instrumentos usados por ambos bandos con este fin. De ahí la importancia que tuvo para las autoridades imperiales la censura, una vez concluidos los disturbios, con objeto de borrar la memoria de lo sucedido y evitar su repetición.

PACIFICACION NAPOLESHugon repasa la interpretación que la historiografía de cada época ha dado a la rebelión napolitana: «Desde hace tres siglos y medio, la revolución napolitana ha sido reducida a la mera expresión revuelta de Masaniello cuando en realidad sacudió al conjunto del reino. La historia personal de un humilde vendedor de pescado, su ascenso fulgurante y su caída trágica en diez días llamaron más la atención de los contemporáneos y de los historiadores que los movimientos colectivos de una revolución que estremeció al conjunto de la monarquía […] Durante los trescientos cincuenta años que nos separan de la «revolución de Masaniello», las sociedades, la napolitana en particular, pero no solo, remodelaron sin cesar sus relaciones con el pasado conflictivo de mediados del siglo XVII, buscando respuesta a sus propios interrogantes, como en cualquier construcción histórica«.

Concluye Luis Ribot el prólogo a la obra de Alain Hugon con unas palabras en las que condensa a la perfección la esencia del libro. «Su historia de la gran insurrección napolitana no es una síntesis sin más, sino un libro original, lleno de ideas y sugerencias, transido por la obsesión de incardinar a Nápoles en el mapa europeo de la época y por el estudio comparativo tanto de los aspectos políticos como sociales de los hechos y propuestas napolitanas de aquel tiempo. Todo ello sin perder de vista la complejidad de fondo de ese Nápoles palimpsesto que es una de sus aportaciones más interesantes«. En efecto, estamos ante un trabajo complejo y muy interesante que estudia un acontecimiento, la revolución napolitana, desde distintas ópticas y enfoques históricos.

Alain Hugon es catedrático de Historia Moderna en la Universidad de Caen-Basse Normandie. Fue miembro de la Casa de Velázquez en Madrid y es autor de varios libros sobre el Imperio hispánico y su proyección internacional: L’Espagne du 16e au 18e siecle (2000), Rivalités européennes et hégémonie mondiale, 16e-18e s. (2002) y Au service du Roi Catholique: «honorables ambassadeurs» et «divins espions» face à la France (2004). En la actualidad dirige un grupo de investigación sobre la historia cultural de las revueltas y las revoluciones en la Europa mediterránea durante el Antiguo Régimen (siglos XV-XVII).

*Publicado por Prensas de la Universidad de Zaragoza, febrero 2014.