MARCIAL PONS - LA HERENCIA DE UN IMPERIO ROTO

La herencia de un imperio roto. Dos siglos en la historia de España
Fernando Olivié

Para los nostálgicos de las glorias imperiales hispanas los dos últimos siglos han sido un suplicio inconsolable. Que los imperios nacen y mueren es una ley histórica, conocida ya por los griegos. Difieren, sin embargo, los tiempos, pues algunos perecen abruptamente, como por ejemplo el soviético, mientras que otros languidecen durante centurias. En esta última categoría se halla el imperio español. Surgido de una hábil política matrimonial, su poder hegemónico perduró aproximadamente un siglo (desde la mitad del XVI a la mitad del XVII) pero, a partir de entonces, fue consumiéndose por culpa, entre otras razones, de unos dirigentes incapaces y de la voracidad de sus vecinos, hasta alcanzar una posición casi irrelevante en el panorama internacional. De regir los destinos de Europa, pasó a ser una marioneta del resto de potencias, triste destino para un Imperio en el que no se ponía el sol.

El pesaroso sino de la Monarquía Hispánica ha sido prolíficamente detallado en muchas monografías. Se convirtió en tema recurrente de la historiografía española, aunque normalmente desde una óptica interna. El diplomático Fernando Olivié nos ofrece en su obra La herencia de un imperio roto. Dos siglos en la historia de España*, una aproximación algo distinta a la que estamos acostumbrados. Diplomático de carrera y conocedor de cerca del funcionamiento de las relaciones internacionales, aprovecha este saber para ofrecernos un recorrido por la política exterior de nuestro país durante las tres últimas centurias. A diferencia de los trabajos al uso sobre la pérdida del imperio español, Olivié analiza la posición que jugaba España en el entramado internacional y cómo fue evolucionando su lugar en el mundo. Publicado inicialmente en 1992, Marcial Pons Ediciones de Historia reedita el libro con nuevos prólogo y epílogo que tratan de contextualizar la situación en la que se encuentra actualmente España, prestando especial atención a la Unión Europea.

Como explica entusiásticamente el académico José Luis García Delgado en el prólogo de la obra: “Lo que se cuenta: la historia de España desde la perspectiva de su proyección exterior a lo largo de los últimos tres siglos, con un caudaloso aporte de originalidad interpretativa, con acertado criterio en la selección de los episodios más relevantes, con muy sólida cobertura documental y con gusto ejemplar por la precisión al describir y la ponderación al valorar. Una pieza maestra. […] El autor, que no es historiador profesional, muestra, en suma, un inmejorable dominio de las mejores artes del oficio. Veterano diplomático profesional, el libro viene a ser la decantación de muchos años de servicio y, al mismo tiempo, de estudio; de un largo y esmerado trabajo en embajadas y despachos ministeriales y, a la vez, de prolongadas horas de biblioteca. Una combinación ciertamente fructífera”.

El punto de partida se sitúa en aquel fatídico 1713, cuando las potencias europeas se repartieron las posesiones españolas en el continente. Desde entonces, el declive fue inexorable. Si bien mantuvimos las colonias americanas, e incluso recuperamos el sur de Italia, la política exterior española durante el siglo XVIII solo logró contener la hemorragia. Fernando Olivié atribuye a la nefasta política seguida por las autoridades españolas y al descenso demográfico (“Nuestra escasez de población fue, pues, la causa principal de nuestra pérdida del dominio de la ecúmene en el siglo XVIII”) las causas del hundimiento. No supimos gestionar bien nuestras exiguas victorias militares y ciertas decisiones fueron completamente erróneas. Aun así, logramos sobrevivir la centuria con un Imperio más o menos intacto. Los reinados de Carlos IV y Fernando VII vendrán a desbaratarlo todo.

La política exterior española del siglo XIX se caracteriza, principalmente, por la existencia de dos focos: las independencias de las colonias americanas (y su relación con Estados Unidos) y la enorme influencia que Francia e Inglaterra ejercieron en nuestra política. A ambas cuestiones dedica el autor sendos capítulos.

HERENCIA DE UN IMPERIO ROTO - CONGRESO DE VIENA

Sin necesidad de relatar pormenorizadamente el proceso de independencia de los territorios españoles en el Nuevo Mundo, Fernando Olivié expone la “liquidación del poder hispano” en América; transición en la que jugaron un papel muy activo los Estados Unidos e Inglaterra, las más beneficiadas del vacío de poder dejado por la metrópoli española. Especial interés muestra el veterano diplomático por los Estados Unidos (todo un capítulo se centra en “Los Estados Unidos de América y su ‘Destino Manifiesto’”). La intromisión del joven Estado y su política expansiva asestaron el golpe definitivo a la autoridad española en el continente americano, presión que culminará con la aplastante victoria estadounidense en la guerra de 1898. Así queda recogido en la obra: “En 1865, los dominicanos volvieron a independizarse de España, está vez definitivamente. Esta peripecia política prueba suficientemente dos cosas: en primer lugar, el carácter sui generis que tuvo la disolución del Imperio español, disolución que en nada se parece al proceso descolonizador sobrevenido después de la Segunda Guerra Mundial y, en segundo lugar, refleja una vez más las ambiciones expansionistas norteamericanas en el Caribe”.

La invasión del ejército napoleónica supuso el comienzo de la injerencia gala y británica en la Península. A pesar de derrotarles, España se vio abocada en las siguientes décadas a una posición secundaria en el juego diplomático europeo, hasta el punto de que aquellos dos países decidían incluso quién debía casarse con la reina Isabel II. Como señala Fernando Olivié, “Las relaciones de nuestro país con Francia e Inglaterra, regidas por el Tratado de la Cuádruple Alianza de 1834, convirtieron a la Península Ibérica en un cuasi protectorado franco-británico cuyas consecuencias se han prolongado hasta casi después de la Segunda Guerra Mundial […]. Es pues el Tratado de la Cuádruple Alianza el instrumento clave que fijará la posición internacional de nuestro país durante siglo y medio”. El caótico estado de España a lo largo de la centuria tampoco facilitaba la estructuración de una política exterior coherente. Tan sólo durante la Restauración se aplicó, de la mano de Cánovas del Castillo, una política del “recogimiento”, que intentaba ajustar la dimensión internacional del país a su nuevo papel. Indiferencia, ignorancia o menosprecio fueron actitudes que la mayoría de los países de nuestro entorno siguieron respecto del devenir del antiguo Imperio español.

La llegada del nuevo siglo tan solo varió tímidamente la posición de España en el mundo. Fernando Olivié estudia la neutralidad hispana en la Gran Guerra, así como la política exterior seguida durante la Segunda República y la Guerra Civil. La aproximación que hace a estos sucesos es original, pues los encuadra dentro del contexto internacional y analiza la repercusión que tuvieron en el resto de países. Aunque España volvió a estar en el foco de la atención pública mundial, el interés que despertó no se debió al prestigio o a su renovada autoridad, sino a los intereses con los que cada nación atendía a sus propios asuntos. Afirma el autor que “las grandes potencias de los años treinta tomaron partido ante el conflicto español guiadas más por lo que consideraban sus privativos intereses nacionales que por los principios políticos que se ventilaban en nuestro pleito”. Concluye la obra con dos breves capítulos dedicados a la España de la posguerra y a su encaje en la Guerra Fría.

La historia que se recoge en esta obra es un tanto deprimente. Ver como tu país acaba, en cierto modo, desguazado no siempre es agradable, más aún si los motivos se deben a una mala gestión política. La experiencia que nos ofrece nuestro pasado nos ha de ayudar a enfocar el futuro que tenemos ante nosotros. Debemos aprender de nuestros errores para no volver a repetirlos, algo en lo que somos especialistas. El epílogo del libro aporta consejos, dados por alguien que lleva toda la vida dedicado a la diplomacia, de lo que debería ser una política exterior razonable y productiva. No estaría mal seguirlos.

Fernando Olivié González-Pumariega (Madrid, 1925) ingresó en la Escuela Diplomática en 1948. Fue cónsul adjunto en Montreal y secretario de la embajada en Ottawa, sirviendo después en el Ministerio de Asuntos Exteriores como director de la Secretaria de Política Exterior, director de Filipinas y Extremo Oriente, director de Europa Occidental y director general de Europa. Desde 1970 fue embajador en Paraguay, en Colombia, en la extinta Yugoslavia, en Bélgica y en Polonia, donde se jubiló en 1990. Ha sido adjunto civil al director del CESEDEN y fundador y primer director de la Asociación EuroDefense-España.

*Publicado por Marcial Pons Ediciones de Historia, septiembre 2016.