La Guerra Fría. Una historia mundial
Odd Arne Westad

La historia ha estado marcada por grandes antagonismos entre las potencias del momento. El enfrentamiento de Atenas y Esparta en la Antigüedad o de España y Francia al inicio de la Edad Moderna, por ejemplo, condicionaron, en función de la escala del conflicto, la política de sus vecinos, de la región o del continente. Sin embargo, habrá que esperar hasta el siglo XX para que la lucha entre dos superpotencias tenga una repercusión mundial. La Guerra Fría, que durante cuarenta años enfrentó a Estados Unidos y a la Unión Soviética, incidió, de una forma o de otra, en casi todas las naciones del planeta. Con mayor o menor intensidad, no hubo rincón del mundo en el que ambos gigantes no se entrometiesen para preservar sus intereses políticos, económicos o militares. Si hasta el siglo XX la enemistad entre las principales potencias se hallaba localizada en territorios más o menos delimitados, la Guerra Fría ramificó esta hostilidad por doquier y convirtió al mundo en un inmenso campo de batalla.

A diferencia de lo que había venido ocurriendo hasta entonces, Estados Unidos y la Unión Soviética nunca llegaron a enfrentarse militarmente. Apoyaron a los enemigos de su oponente (los soviéticos a los vietnamitas, los americanos a los afganos), pero abierta y directamente no se atacaron. No faltaron ocasiones para que la chispa estallase y el mundo estuvo, de hecho, cerca de precipitarse al abismo.  Pero el miedo a la destrucción que acarreaba una guerra nuclear terminó por disuadirles de embarcarse en una senda de imprevisibles consecuencias. El combate entre ambas superpotencias fue más diplomático que cruento: una y otra lucharon enconadamente por imponer su visión del mundo a través de sus aliados y no dudaron en desestabilizar países para que prevaleciesen sus tesis. Los dirigentes del resto de las naciones poco pudieron hacer para paliar el ascendente de ambos colosos, pues resultaba harto difícil escapar a las redes que tejían los espías, diplomáticos, empresarios y políticos desplegados por el globo.

Estados Unidos y la Unión Soviética fueron, respectivamente, los máximos exponentes del capitalismo y del comunismo, las principales corrientes de pensamiento de la segunda mitad del siglo XX. La Guerra Fría supuso, de este modo, un enfrentamiento ideológico entre dos visiones de concebir la política diametralmente opuestas. Sobre esta base construye el profesor Odd Arne Westad su monumental obra La Guerra Fría. Una historia mundial*. El libro, cuyo novedoso planteamiento fija la atención en el sustrato ideológico de ambos “contendientes”, está llamado a convertirse en referencia imprescindible sobre este período.

Como apunta el autor, “Mi argumento, si cabe hablar de un argumento en un libro tan extenso, es que la Guerra Fría nació de las transformaciones mundiales de finales del siglo XIX, y pasó a mejor vida cien años después, a raíz de unos cambios increíblemente rápidos. Por consiguiente, tan solo es posible entender la Guerra Fría como conflicto ideológico y al mismo tiempo como sistema internacional en términos de los cambios económicos, sociales y políticos que son mucho más amplios y profundos que los acontecimientos que provocó la Guerra Fría en sí. Su principal relevancia puede entenderse de distintas formas. En un libro anterior, yo argumentaba que los cambios profundos y a menudo violentos en Asia, África y América Latina tras el periodo colonial fueron una consecuencia primordial de la Guerra Fría. Pero el conflicto también tenía otros significados. Puede concebirse como una etapa en el ascenso de la hegemonía mundial de Estados Unidos. Puede contemplarse como la (lenta) derrota de la izquierda socialista, sobre todo en la modalidad que adoptó Lenin. Y puede describirse como una fase aguda y peligrosa de las rivalidades internacionales, que surgió de los desastres de dos guerras mundiales, y que posteriormente se vio desbordada por nuevas líneas divisorias mundiales en las décadas de 1970 y 1980”.

Si bien la obra parte, como premisa, de la lucha ideológica que subyace en la Guerra Fría, sus más de setecientas páginas no están dedicadas solo a este punto. El autor ahonda en el complejo y poliédrico sistema internacional que llevó al enfrentamiento, es decir, desvela la tupida red de intereses contrapuestos en la que la política, la economía, el desarrollo militar e incluso la cultura tuvieron un protagonismo muy significativo. Los dirigentes de ambas potencias sabían que no podían dejar escapar ni el más mínimo detalle, pues, de lo contrario, su adversario no dudaría en aprovecharlo. Por esta razón, el libro explora (de manera sucinta) casi todos los aspectos de la sociedad de la centuria anterior. Cada elemento constituye una pieza de un puzle global que el autor ha sabido encajar con certera erudición en una encomiable labor de síntesis e investigación.

La Guerra Fría comenzó al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Europa, que ya había sido duramente castigada en la Gran Guerra, se derrumbó tras la nueva contienda y hubo de ceder el liderazgo de las relaciones internacionales a dos nuevas potencias, jóvenes e inexpertas. A partir de 1945, el sistema político mundial viró radicalmente hacia un eje bipolar. Ahora bien, para explicar este fenómeno Odd Arne Westad inicia su trabajo a finales del siglo XIX. Los primeros capítulos ahondan en los profundos cambios que se produjeron en el mundo, debidos a las nuevas corrientes ideológicas, a las transformaciones económicas y tecnológicas y al declive de la hegemonía europea. La victoria aliada, sustentada en el empuje del Ejército Rojo y en la capacidad militar estadounidense, fue el punto de inflexión a partir del cual el recelo entre los vencedores se tornó en un clima prebélico, en ocasiones irrespirable.

La obra del historiador noruego tiene como marco de referencia el conjunto del mundo (el subtítulo del libro es de suyo elocuente). Aunque la Unión Soviética y los Estados Unidos copan un porcentaje elevado de las páginas del libro, Odd Arne Westad analiza otros actores que tuvieron un papel destacado en la centuria pasada: presta especial atención, por motivos obvios, a China, Alemania o Japón, pero también a la India, Corea, los países latinoamericanos o al continente europeo. La partida de ajedrez que jugaron los dirigentes americanos y comunistas condicionó la política del resto de las naciones, que hubieron de adaptarse a los caprichos de las dos grandes superpotencias. Apenas hubo conflicto menor o guerra civil que no contara con la presencia de una u otra, aunque solo fuera testimonialmente y por medio de terceros. Europa, por ejemplo, se dividió en dos mitades opuestas tuteladas por las dos ideologías enfrenadas.

Para el autor, “En su apogeo, la Guerra Fría llegó a constituir un sistema internacional, en el sentido de que las principales potencias del mundo basaban su política exterior en algún tipo de relación con ella. Los pensamientos y las ideas antagónicos que contenía dominaban la mayor parte de los discursos de ámbito nacional. […] La Guerra Fría no lo decidía todo, pero influía en la mayoría de las cosas, y a menudo a peor: la confrontación contribuía a consolidar un mundo dominado por las superpotencias, un mundo donde el poderío y la violencia –o la amenaza de violencia eran las varas de medir de las relaciones internacionales, y donde las creencias tendían a lo absoluto: el único sistema bueno era el de uno. El otro sistema era intrínsecamente maligno”.

La victoria estadounidense, por agotamiento y desmoralización del rival, supuso el triunfo del capitalismo sobre el comunismo. El sistema de mercado se impuso a la economía dirigida. El derrumbe soviético dio paso a la hegemonía americana que hoy, al menos en teoría, sigue manteniéndose. La agonía comunista, narrada con maestría en el libro, puso el punto final a un siglo marcado por los extraordinarios avances tecnológicos y científicos, pero también por la inestabilidad, por la barbarie y por las luchas de poder. El miedo (real) a una guerra nuclear se ha alejado, aunque sigue presente. Rusia no tiene la fuerza de antaño, pero continúa siendo una amenaza. Si hoy son otros los temores que nos afligen, como el extremismo, el terrorismo, la inseguridad y el odio, muchos de ellos provienen de decisiones tomadas durante la Guerra Fría.

Concluimos con una nueva cita que resume las tesis de la obra: “Por consiguiente, la Guerra Fría tuvo sobre todo que ver con el ascenso y la consolidación del poder de Estados Unidos. Pero también tenía que ver con muchas otras cosas: con la derrota del comunismo de estilo soviético y con la victoria, en Europa, de una forma de consenso democrático que había llegado a institucionalizarse a través de la Unión Europea. En China, significó una revolución política y social que llevó a cabo el Partido Comunista de China. En América Latina supuso el aumento de la polarización de las sociedades a ambos lados de las líneas divisorias ideológicas de la Guerra Fría. Este libro pretende mostrar la relevancia de la Guerra Fría entre el capitalismo y el socialismo a escala mundial, en todas sus variedades, y en ocasiones con todas sus confusas incoherencias. Por tratarse de una historia en un solo tomo, este libro no puede hacer mucho más que arañar la superficie de unos acontecimientos complicados. Pero habrá cumplido con su cometido si logra incitar al lector a explorar más a fondo la forma en que la Guerra Fría hizo del mundo lo que es hoy en día”.

Odd Arne Westad es catedrático de Relaciones Estados Unidos-Asia en la Escuela de Gobierno John F. Kennedy de la Universidad de Harvard. Ha publicado más de quince libros sobre historia internacional moderna y contemporánea, entre los que destacan The Global Cold War, ganador del premio Bancroft, y Restless Empire. Es coautor de History of the World.

*Publicado por Galaxia Gutenberg, diciembre 2019. Traducción de Alejandro Pradera e Irene Cifuentes.