Cuando se echa la vista atrás, no es fácil entender cómo se pudieron cometer ciertas atrocidades, cómo la sociedad permitió que se llevasen a cabo crímenes horribles o cómo se asentaron en el poder verdaderos dementes con el beneplácito de gran parte de la ciudadanía. Los campos de concentración nazis, las purgas soviéticas, el infierno camboyano o el genocidio ruandés son ejemplos de sucesos que hoy nos horrorizan pero que, en su día, se llevaron a cabo con total impunidad. Es cierto que ahora nos resulta más fácil criticar el pasado, pues contamos con toda la información y nos hallamos en una situación distinta a la de aquellos momentos. Probablemente, dentro de cincuenta o cien años nuestros descendientes mirarán igual de escandalizados ciertos comportamientos que en la actualidad nos parecen normales o con los que convivimos sin reaccionar.
Más preocupante es la tendencia de ciertos sectores de la sociedad (entre ellos, intelectuales y políticos) a defender posiciones que, dejando al margen sus fundamentos teóricos, siempre cuestionables, han ocasionado en la práctica verdaderas calamidades, protagonizadas por cruentas dictaduras. Si algo nos ha enseñado la historia, es que la realidad suele resultar bastante más compleja y enrevesada que los sueños utópicos de ciertos pensadores o iluminados. Parece que estemos condenados a cometer una y otra vez los mismos errores y, aunque hayamos superado dos guerras mundiales y una guerra fría, volvemos a sucumbir a los encantos de algunos trileros que venden mundos mejores y promesas redentoras, pero que, en el fondo, ocultan más de lo mismo. La Historia ha de servir para mantenernos en vilo ante las amenazas que nos acechan, porque el hombre tiende a actuar de forma similar en contextos similares.
Curiosamente, quienes mejor se están sabiendo mover en el nuevo tablero de las relaciones internacionales son dos países que padecieron el terrible golpe de la sinrazón humana: China y Rusia. Ambos han abandonado el ideal del comunismo para abrazar el pragmatismo. Sorprende que ninguno de los dos haya condenado y aborrecido su pasado (al menos públicamente). China, por ejemplo, sigue estando gobernada por el Partido Comunista. Es, en realidad, uno de los pocos países en el mundo en que ese partido se mantiene en el poder, aunque de comunista solo le quede el nombre y su afán por tener controlada a la sociedad. De los millones de personas que perecieron por las purgas, el hambre y la megalomanía, no queda más que el recuerdo: son víctimas olvidadas e incómodas para quienes, aún hoy, ven en el comunismo algún viso de legitimidad.
El historiador holandés Frank Dikötter, con su libro La gran hambruna en la China de Mao. Historia de la catástrofe más devastadora de China (1958-1962)* ahonda en una de las grandes catástrofes de la historia del hombre, provocada por la estupidez y la ambición de uno de esos personajes que se han idealizado, pero cuya biografía es terrible: Mao Zedong.
El líder de la Revolución China quiso modernizar el país y alcanzar los niveles de producción de las potencias europeas, a cuyo fin no dudó en configurar la sociedad china a su antojo. El resultado: la muerte de cuarenta y cinco millones de seres humanos en apenas cuatro años. Pongamos la cifra en contexto: imaginemos que, en un lustro, toda la población de España es aniquilada y que, simplemente, no queda nadie en nuestro país. Es estremecedor. La obra de Dikötter profundiza en las causas, las motivaciones, los medios para su aplicación y las consecuencias del Gran Salto Adelante que, en teoría, iba a convertir a China en una potencia mundial, pero en realidad solo trajo miseria y muerte.
Con estas palabras explica el autor el propósito de su libro: “[…] así pues, este libro no aborda solamente la hambruna. Es una crónica que narra, a menudo con angustioso detalle, lo que casi fue el hundimiento de un sistema económico y social en el que Mao había apostado su prestigio. Al mismo tiempo que se desarrollaba la catástrofe, el Presidente car-gaba contra sus críticos para conservar su posición como líder indispensable del Partido. Sin embargo, después de finalizar la hambruna, aparecieron nuevas facciones que se opusieron con vigor al Presidente. Éste, para mantenerse en el poder, tuvo que volver del revés el país entero durante la Revolución Cultural. El acontecimiento clave en la historia de la República Popular de China fue el Gran Salto Adelante. Todo intento de comprender lo que acaeció en la China comunista tiene que empezar por situarlo en el mismo centro del período maoísta. En un plano más general, en este mundo moderno que pugna por hallar un equilibrio entre libertad y regulación, la catástrofe que se desencadenó entonces tiene que servirnos como recordatorio de lo errónea que es la idea de que la planificación estatal puede sernos útil como antídoto contra el caos”.
Gracias al acceso a nuevas fuentes y a archivos hasta ahora vedados, el historiador holandés logra arrojar algo de luz sobre la hermética historia reciente del país asiático. Los datos que ofrece son desoladores e incrementan las cifras de muertos por encima de las estimaciones anteriores. El trabajo de Dikötter es cruelmente objetivo y su fría narración desvela el sinsentido de los planes de Mao y los terribles efectos que provocaron. Resulta imposible no revolverse ante las injusticias, la estupidez y la crueldad del sistema político implantado por los comunistas chinos. El miedo a las purgas, el afán por destacar o la mera incompetencia crearon una atmósfera insostenible que, al final, terminaba por repercutir en la sociedad. Los hombres quedaban reducidos a meras estadísticas y utilizados como objetos desechables para alcanzar objetivos imposibles de cumplir.
Dikötter comienza su obra explicando cómo y por qué se desarrolló el Gran Salto Adelante. A continuación, señala los hitos más importantes y describe los procedimientos mediante los que las decisiones de un selecto grupo dirigente condicionaron las vidas de millones de personas. Analiza la destrucción en la agricultura, la industria, el comercio, la vivienda y el entorno natural que causó este absurdo proyecto de Mao. Estudia las reacciones (robos, sabotajes, rebeliones, inacción…) que se desencadenaron en el pueblo, llevadas a cabo por las personas corrientes para hacer frente a las duras obligaciones que les imponían las autoridades. Una vez expuestos los datos, el historiador holandés se adentra en la parte más sombría de su investigación: examina, en los correlativos epígrafes, la vida de los niños, de las mujeres y de los ancianos, explicando las formas en las que morían, desde los accidentes, las enfermedades, las torturas, los asesinatos y los suicidios hasta la propia inanición.
Hablar del Gran Salto Adelante es hablar de Mao Zedong. El fue el culpable de su puesta en marcha y de sus funestas consecuencias. El trabajo de Dikötter retrata, una vez más, los peligros de una dictadura y el grado de destrucción que puede generar. Junto con la descripción de la Gran Hambruna, el autor también esboza el entramado institucional del gobierno chino. A medida que profundizamos en las páginas del libro, descubrimos cómo funcionaba un régimen donde imperaba el miedo. Resulta muy interesante observar el mecanismo de toma de decisiones, pues ilustra a la perfección las carencias de un sistema opaco y sumamente jerarquizado.
Concluimos con está contundente afirmación del autor: “El término hambruna o incluso la expresión Gran Hambruna suelen emplearse en referencia a estos cuatro o cinco años del período maoísta. Pero éstos no alcanzan a expresar las muchas maneras en que murieron las personas bajo la colectivización radical. El empleo despreocupado del término hambruna también ayuda a consolidar el punto de vista, muy extendido, de que las muertes fueron una consecuencia accidental de programas económicos mal concebidos y ejecutados. No se acostumbra a asociar a Mao y al Gran Salto Adelante con asesinatos en masa, y por ello China sigue saliendo bien parada cuando se la compara con la brutalidad que sí se suele asociar con Camboya y la Unión Soviética. Pero los documentos que ahora han salido a la luz y que presentamos en este libro demuestran que la coacción, el terror y la violencia sistemática se hallaban en los mismos cimientos del Gran Salto Adelante”.
Frank Dikötter (Stein, Limburgo, Países Bajos, 1961) es catedrático de Humanidades en la Universidad de Hong Kong y profesor de Historia Moderna de China en la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de la Universidad de Londres. Pionero en la utilización de fuentes archivísticas, ha publicado siete libros que han transformado la visión de los historiadores sobre China.
*Publicado por la Editorial Acantilado, mayo 2017. Traducción de Josep Mussarra.