La gobernación de la Monarquía de España. Consejos, Juntas y Secretarios de la Administración de Corte (1556-1700)
Feliciano Barrios

El Imperio español no solo se forjó por el buen hacer de soldados y conquistadores, aunque la gloria haya recaído casi enteramente sobre ellos. El verdadero sostén de los tercios y de las flotas de las Indias se hallaba, lejos de los campos de batalla y del Nuevo Mundo, en las estancias del Real Alcázar de Madrid, donde se llevaba a cabo una labor gris y menos vistosa elaborada por una incipiente Administración, sin la que las grandes gestas no hubiesen tenido lugar. La Monarquía Hispánica se dotó de un complejo entramado institucional que, a pesar de sus altibajos, supo gestionar inmensos territorios repartidos por todo el planeta. La Corona, aun ostentando un poder absoluto, hubo de apoyarse y delegar en “funcionarios” (empleando el término con todos los matices posibles) para resolver los incontables problemas que acuciaban a una estructura integrada por una pluralidad de reinos y estados con tradiciones, lenguas y culturas muy dispares entre sí.

Simultáneamente con la implantación del absolutismo político, aparece y se desarrolla el aparato administrativo del Estado. La nueva concepción del poder real se canalizó a través de órganos colegiados, cuya función principal fue la de aplicar la voluntad real e impartir su justicia. Aunque los Imperios chino y otomano ya contaban con unas estructuras relativamente organizadas y jerarquizadas, en la Europa occidental fue en torno al siglo XVI cuando se consolidó la maquinaria estatal. En este escenario, la monarquía española, en especial bajo Felipe II, se convirtió en el máximo exponente de la nueva forma de organización política. La extensión de los territorios de la Corona, la diversidad de los pueblos sometidos a su tutela y las tensiones con las otras potencias europeas obligaron al Rey Prudente a idear un esquema de gobierno —definido como polisinodial y cuyos predecesores ya habían comenzado a utilizar— que pudiese prestarle un asesoramiento rápido y especializado. Se instituyó una compleja red de Consejos, Juntas y Secretarios que dirigían, bajo la atenta mirada del rey, los designios del Imperio.

En los últimos años ha renacido el interés de cierta parte de la historiografía por la organización de la Administración en la España Moderna. Entre los especialistas en esta materia se halla Feliciano Barrios, cuya obra La gobernación de la Monarquía de España. Consejos, Juntas y Secretarios de la Administración de Corte (1556-1700)* ha sido galardonada con el Premio Nacional de Historia de 2016. Según el catedrático de Historia del Derecho y de las Instituciones, “describir este complejo aparato político-administrativo y las características de la propia Monarquía de España por lo amplio del cometido sólo podría adoptar la forma de visión de conjunto, de síntesis amplia; si bien en el libro que el lector tiene ahora en sus manos incluyo mis propios planteamientos en algunos aspectos del régimen polisinodial que creo fundamentales. He prestado en la obra mayor interés a las cuestiones relativas a la estructura conciliar en su conjunto, por haber recibido en la historiografía menor atención que los distintos órganos que la conforman […] En él tienen especial presencia las relaciones de época, que siempre han sido de mi interés y que aportan una mirada, desde fuera, al funcionamiento y a la estructura de las instituciones de la Administración de Corte de la Monarquía de España”.

Al abordar la lectura del presente trabajo no podemos utilizar los parámetros con los que juzgamos a nuestra actual Administración. La concepción de la función pública en los siglos XVI y XVII difiere diametralmente de la que tenemos hoy. Tampoco sería acertado hablar, en puridad, de una única Administración central cuya jurisdicción se extendiese por todo el Imperio. En este sentido, un debate prolongado en el tiempo cuestiona hasta qué punto la Monarquía Hispánica conformaba un ente unitario o, por el contrario, estaba constituida por una pluralidad de reinos sin mayor nexo que el rey. Nuestro autor no rehúye la polémica y afirma que “La Monarquía de España en los siglos XVI y XVII, en cuanto que formación política plural en la que las partes que la integraban conservaban su derecho propio, régimen financiero e instituciones privativas, hacía imposible que se pudiera dar en ella una Administración central de carácter unitario con competencia sobre todos y cada uno de los territorios. Por tanto, debemos desechar la aplicación de tal concepto en el sentido de estructura gubernativa integrada, reflejo de una única soberanía supraterritorial que no existía”.

Los diversos Consejos y Juntas que se estudian en la obra no han de entenderse, pues, como “ministerios” o instituciones con competencia y autoridad globales, sino más bien cómo órganos inmediatos al trono cuya principal labor concernía “bien a la gobernación privativa de las diferentes Coronas y Reinos, bien a campos de actuación del rey sobre la totalidad de sus dominios —en los ramos que así lo demandan— o sobre una pluralidad de ellos”. De este modo, el rey se convierte en el eje de todo el sistema polisinodial y, por extensión, de toda la Monarquía. Feliciano Barrios, siguiendo esta premisa, clasifica a los Consejos en cuatro grandes bloques, acordes con su teórica jurisdicción: Consejos de presidencia regia, con competencia sobre toda la Monarquía (Estado y Guerra); Consejos de competencia territorial (Castilla, Aragón, Italia, Portugal, Flandes y Borgoña e Indias); Consejos de competencia material sobre una pluralidad de reinos pertenecientes a distintas Coronas (Inquisición y Cruzada); y Consejos especializados de la administración interna de la Corona de Castilla (Hacienda y Órdenes). Junto a la visión de conjunto, en la obra se pasa revista, uno a uno, a todos los Consejos, examinando su origen, función, composición y desarrollo.

La obra no queda reducida a un frío análisis del funcionamiento de los Consejos y Juntas. Se estudian también sus miembros, así como otros cargos del sistema administrativo, lo que proporciona al texto un perfil más humano y concreto. Entre estos últimos, destacan los Secretarios, figura esencial dentro del organigrama de la Corte, cuya misión, como señala Feliciano Barrios con cita de Saavedra Fajardo, era ser la “garganta” del aparato sinodal, sirviendo de conducto de comunicación de la cabeza (el monarca) con el cuerpo conformado por sus reinos y estados. Ellos eran los jefes de la oficina burocrática que ayudaban en la redacción de documentos, en la contabilidad y en el engranaje de toda la red gubernativa. Su papel fue creciendo exponencialmente hasta convertirse en los colaborados más cercanos del rey: de ahí que los escándalos protagonizados por alguno de ellos, como Antonio Pérez, alcanzasen tanta repercusión.

Ahora bien, el trabajo del académico madrileño no se limita únicamente a indagar en la organización de la polisinodia hispánica. Los primeros capítulos ahondan en la proyección del poder político durante aquel período, con atención a los símbolos reales (como el sello o la firma del monarca) o a las precedencias en las procesiones, actos públicos, funerales… En la Edad Moderna no era suficiente con tener poder, había que exteriorizarlo, aparentarlo, lo que convertía las cuestiones de protocolo en asuntos de Estado. Detalles triviales, como quién debía ir primero en un besamanos, fueron objeto de una encarnizada lucha entre nobles, consejeros y secretarios. La etiqueta se convirtió en instrumento esencial de la organización política en los siglos XVI y XVII, razón que lleva a Feliciano Barrios a dedicar su atención a elementos que hoy nos parecerían insustanciales.

Para el lector no acostumbrado a este tipo de libros, sumergirse en la compleja historia institucional de la Corona española puede no serle fácil. Aunque, a primera vista, no le resulte tan atractiva como las intrigas cortesanas o las grandes campañas miliares, podrá descubrir que tiene mayor interés del que se imagina. Adentrarse en las entrañas de este gigante burocrático nos ayudar a comprender el hercúleo esfuerzo que era gobernar un Reino inmenso sin las herramientas de que hoy disponemos. Los especialistas, a su vez, tienen ante sí una obra de referencia, que les ofrece una visión de conjunto de la Administración de la Monarquía Hispánica, construida sobre una sólida investigación académica, con una pluralidad de testimonios y fuentes sobre los que ampliar posteriores estudios.

Feliciano Barrios (Madrid, 1954), es Doctor en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid, Catedrático de Historia del Derecho y de las Instituciones de la Universidad de Castilla-La Mancha. Ha sido Decano de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de Castilla-La Mancha en Toledo, Director y Colegial de Honor del Mayor «Diego de Covarrubias» de la Universidad Complutense de Madrid, antiguo Subdirector del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales y Secretario del Instituto Internacional de Historia del Derecho Indiano. Es académico de número de la Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía y correspondiente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación.

*Publicado por el Boletín Oficial del Estado y el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2016.