Los dos grandes movimientos contestatarios del siglo XVI contra la autoridad real de la Monarquía Hispánica fueron el levantamiento comunero y las germanías. Por uno de esos singulares caprichos del destino, el primero ha recibido una gran atención y son numerosas las monografías que estudian sus causas y desarrollo; las germanías, por el contrario, se han mantenido siempre en un tímido segundo lugar, tratadas, normalmente, como un fenómeno local sin mayor trascendencia. Como suele ser habitual, por desgracia, ambas algaradas populares han sido utilizadas como instrumentos propagandísticos para reivindicar una u otra ideología o pretensión (sorprende la facilidad con la que tendencias opuestas se apropian del mismo suceso); esta práctica ha provocado que la realidad histórica de lo que sucedió a principios de la década de 1520 en la Península Ibérica nos haya llegado muy distorsionada.
Situemos estos sucesos en su contexto. Carlos I arribó a la Península Ibérica para ser coronado rey en 1517. Las fricciones con la nobleza y con las autoridades hispanas comenzaron pronto a aflorar. Su marcha a Aquisgrán, tras ser designado emperador del Sacro Imperio, aumentó el malestar, que terminó por desembocar en el levantamiento comunero. Paralelamente, en el reino de Valencia se vivía una situación de gran inestabilidad social. Las tensiones entre nobles, gremios, burgueses y clases populares, avivadas por la considerable presencia de moriscos al servicio del estamento nobiliario, degeneraron en un conflicto armado que puso en vilo el levante peninsular (se extendió por parte de Cataluña y por las islas Baleares). El órgano de gobierno de los agermanados fue la conocida como Junta de los Trece, que se hallaba en manos del artesanado de la capital valenciana. Entre sus líderes destacan el tejedor Joan Llorenç y el terciopelero Vicente Peris. Durante dos años se sucedieron las reyertas entre las fuerzas reales, bajo el mando del virrey Diego Hurtado de Mendoza, y las de los sublevados. Todo terminó en 1522 con la rendición de Játiva y Alcira (Valencia había capitulado un año antes). La represión fue muy dura, bastante mayor que la llevada a cabo con los comuneros.
Estos hechos, explicados con más detenimiento y rigor, constituyen el núcleo de la obra del político e historiador español del siglo XIX, Manuel Danvila y Collado, La germanía de Valencia*. Siguiendo las pautas de las obras publicadas por la editorial Urgoiti, el texto admite una doble (o incluso triple, si incluimos la relevancia del estudio preliminar) lectura. Por un lado, el libro explica cómo se desarrolló el levantamiento agermanado, es decir, constituye un trabajo de investigación histórica al uso. Por otro lado, descubrimos los rasgos más distintivos del estilo historiográfico, de sesgo moderado y positivista, que floreció en la España de la Restauración, cuyo máximo exponente fue Antonio Cánovas del Castillo (quizás sea esta la lectura más interesante, pues algunas de las conclusiones de Danvila y Collado se hallan hoy un tanto desfasadas). Y, por último, el estudio preliminar, llevado a cabo por el historiador Pau Viciano, tiene por objetivo contextualizar la vida y pensamiento, así como la obra, de su autor, ayudándonos a comprender qué tenemos delante.
Manuel Danvila y Collado (1830-1906) personifica al político culto e instruido de finales del siglo XIX. Miembro destacado del partido conservador, fue elegido diputado y senador por Valencia en diferentes legislaturas y, en 1892, fugaz ministro de la Gobernación. Aunque con una sólida formación jurídica (llegaría a ser presidente del Tribunal de lo Contencioso Administrativo), se adentró en la disciplina histórica sin titubeos. Entre sus obras destacan Las libertades de Aragón: ensayo histórico, jurídico y político (1881), Historia crítica y documentada de las Comunidades de Castilla (1897-1899), Historia del reinado de Carlos III (1891-1894) o La expulsión de los moriscos españoles (1889). El reconocimiento a su labor, tanto jurídica como histórica, queda reflejado en su adscripción a las Reales Academias de Jurisprudencia y de la Historia. Ahora bien, como los principios historiográficos que defendía Danvila y Collado han envejecido mal y sus postulados han perdido parte de su vigencia, se precisa el estudio preliminar de la obra para afrontarla con perspectiva.
Con estas palabras condensa Pau Viciano las principales características del pensamiento histórico de nuestro protagonista: “Detrás de esta retórica grandilocuente, lo que se perfilaba era la conciencia de que la escritura exigía una responsabilidad a los autores respecto al rigor científico de sus trabajos y al uso público del conocimiento sobre el pasado. En este sentido, esta exigencia se concretaba, por una parte, en adecuar su práctica al paradigma científico del positivismo historiográfico y, por otra, en elaborar materiales que sirviesen al fin cívico de fomentar una memoria nacional compartida por todos los ciudadanos, más allá de las diferencias regionales o de clase social”. Con este propósito, Manuel Danvila y Collado defendía denodadamente el estudio de la documentación histórica (preferentemente escrita) como herramienta esencial para abordar cualquier investigación. El documento se convertía, de este modo, en la base de la nueva historia científica. Tanta es la importancia que atribuía a las fuentes, que la mayoría de sus trabajos incorporaban un voluminoso apéndice documental. Por ejemplo, la presente obra constaba, en su formato original, de quinientas páginas, de las cuales solo cincuenta constituían la narración de la Germanía, correspondiendo el resto a la edición y al comentario de diversos documentos (la actual edición sólo incorpora la parte narrativa).
La germanía de Valencia nace como crítica a cierta historiografía romanticista y liberal, que había ensalzado a los comuneros y a los agermanados en cuanto adalides del progreso y de las libertades. A estos historiadores, Manuel Danvila y Collado les recrimina la ausencia de objetividad y de rigor científico de sus investigaciones. Paradójicamente, el propio autor cae en alguno de los vicios que achaca a sus homólogos, pues todo su trabajo se halla impregnado de ideología conservadora y recurre, con frecuencia, a los estereotipos defendidos por la política de la Restauración. Frente a la visión mitificada de unos entregados comuneros o agermanados en defensa de la libertad, nuestro historiador esgrime argumentos más prosaicos para justificar el alzamiento de parte de la sociedad valenciana. Según Danvila y Collado, “culpa hubo en todos, y era lógico que la hubiera, cuando el verdadero germen del conflicto lo producían la inmoralidad y la ignorancia públicas; la constitución especial de la propiedad valenciana, la escasez de ilustración en las dos clases enemigas; las preocupaciones sociales; el fanatismo y el insaciable apetitito del bien ajeno, que atormentaba a la clase popular, todo se amalgamaba para crear una situación revolucionaria, imposible de contener en los límites de la prudencia y del derecho”.
La obra tiene una clara finalidad didáctica: “Lección sangrienta de la historia fue la germanía, que no deben olvidar los pueblos ni aquellos a quienes Dios ha confiado sus destinos. Lección para aquellas inteligencias que, deslumbradas con el oropel de ciertas utopías, presumen de hallar en los sistemas de gobierno la panacea de los males que afligen la humanidad”. Manuel Danvila y Collado se guarda, no obstante, de dialogar o rebatir los escritos de otros historiadores; prefiere que sea el relato histórico quien ponga las cosas en su sitio.
Al margen del sesgo ideológico del autor, la obra nos brinda la posibilidad de recuperar un suceso de gran interés eclipsado por la revuelta comunera. La germanía fue un fenómeno frecuente en la Edad Media, menor en la Edad Moderna, con el que el pueblo, apoyado por parte de la burguesía local, se levantaba reclamando ciertas mejoras (que sus pretensiones estuviesen más o menos definidas en un discurso coherente es otro cantar).
El relato de Manuel Danvila y Collado nos ayuda a conocer el funcionamiento de la sociedad del siglo XVI y de sus fueros y costumbres, así como la organización del reino valenciano y español de la época. Todo ello relatado bajo una forma de entender la historia que interesa tanto como lo que se cuenta. Quien crea que la obra es un simple alegato en defensa de posiciones conservadoras se equivoca; estamos ante un trabajo histórico serio que narra los sucesos acaecidos en el reino de Valencia en la segunda década del siglo XVI.
Pau Viciano es doctor en Historia por la Universitat de València. Especialista en historia del mundo rural de la Edad Media, es autor, entre otros, de Els cofres de rei. Rendes i gestors de la batllia de Castelló (1366-1500) (2000), Senyors, camperols i mercaders. El món rural valencià al segle XV (2007), Regir la cosa pública. Prohoms i poder local a la vila de Castelló (segles XIV-XV) (2008) y Els peus que calciguen la terra. Els llauradors del País Valencià a la fi de l’edat mitjana (2012, Premio Ferran Soldevila). Paralelamente, se ha interesado también por la historiografía y los usos políticos del pasado, con obras como La temptació de la memòria (1995, Premio Joan Fuster), Desde temps immemorial (2003, Premio Llorer) y El regne perdut. Quatre historiadors a la recerca de la identitat valenciana (2005).
*Publicado por Urgoiti Editores, mayo 2016.