SIGLO XXI - EUROPA REVOLUCIONARIA

La Europa revolucionaria 1783-1815
George Rudé

Pocos períodos de la historia han sido tan decisivos como los años que van de 1789 a 1815. En apenas dos décadas todo cambió para siempre. La Revolución francesa destruyó un régimen político milenario y sentó las bases de una nueva forma de ver el mundo. Francia, París más concretamente, fue el epicentro de un terremoto que sacudió el planeta. Por supuesto, ni la Revolución se fraguó de forma espontánea ni los cambios que trajo consigo se implementaron inmediatamente. Las ideas de los revolucionarios franceses se hundían en el siglo XVIII y procedían de la Ilustración, de grandes pensadores (galos y extranjeros) y de claras reminiscencias clásicas. El legado de la Revolución fue desigual y no se extendió por todas las naciones al mismo tiempo, ni con la misma intensidad. Ahora bien, consiguió crear un orden legal y político que la mayoría de los ordenamientos jurídicos actuales han perpetuado. Tanta fue su importancia que gran parte de la historiografía ha situado en esos años el paso de la Edad Moderna a la Edad Contemporánea.

Mucho se ha escrito sobre la Revolución Francesa, sobre sus orígenes, sus consecuencias, sus principios y sus errores, y quizás poco más quede por decir o por analizar. Sin embargo, de vez en cuando se publican (o se reeditan, en este caso) obras que aportan a su estudio un enfoque novedoso. En los últimos años, la investigación sobre este período no ha aportado grandes novedades a los datos que ya se tenían (las fuentes primarias están muy trabajadas) y, en su mayor parte, se ha centrado en reelaborar las interpretaciones clásicas sobre las causas y los fundamentos de la Revolución. En este contexto se sitúa la obra del historiador anglo-noruego George Rudé, La Europa revolucionaria 1783-1815* (publicada por primera vez en 1990). Es un intento por conocer la intrahistoria de aquella época desde una aproximación marxista, que otorga un mayor protagonismo al pueblo francés en los sucesos revolucionarios.

Como detalla Harvey J. Kaye en la introducción de la obra: “Puede que La Europa revolucionaria sea la obra ‘sintética’ más importante de Rudé si tenemos en cuenta que más de 100.000 estudiantes y lectores han utilizado sus páginas como introducción al periodo. Es un libro maravillosamente escrito. En su estudio de la Revolución francesa y sus consecuencias en el ámbito europeo, Rudé ofrece una crónica y un análisis, junto con las claras discusiones sobre los muchos temas que han fascinado a los historiadores desde la caída de la Bastilla. En concreto, cultivó una ‘gran narrativa’ republicano-marxista en la que concebía la Revolución como una ‘fusión de dos movimientos’ diferentes, el burgués y el popular [las clases obreras]”.

En esta misma introducción se hace un conciso estudio preliminar para explicar quién fue George Rudé, su trayectoria personal y académica y cuáles fueron los principios metodológicos e ideológicos que le guiaron. Tras un breve apunte biográfico, Kaye explora el esfuerzo que Rudé hizo por situar a las diferentes clases sociales y a las multitudes en el contexto histórico, así como por conocer el papel que desempeñaban en el discurrir de la Historia (rechazaba el elitismo, pero tampoco era partidario del populismo). Rudé abogaba por “devolver el pensamiento a la Historia” y por dar un giro a la disciplina historiográfica, que le permitiera incluir los métodos y los descubrimientos de las ciencias sociales (como la sociología y la psicología social). De este modo, sin abandonar la historia política, buscaba socializarla. Es interesante detenerse en las páginas de la introducción pues mucho de lo avanzado en ellas luego se reproduce (entre líneas) en los distintos capítulos del libro.

La obra de Rudé se divide en tres grandes bloques: un antes, un durante y un “después” de la Revolución. La primera sección indaga en el estado en que se hallaba el continente europeo en las vísperas del estallido revolucionario, prestando especial atención a Francia. La cuestión social ocupa gran parte estos capítulos, así como la configuración política de los Estados europeos y los conflictos entre las clases que, al socaire de los cambios socioeconómicos que se estaban produciendo, luchaban por hacerse con el poder. Como explica el propio autor, “en vísperas de la Revolución francesa, la imagen que ofrecía Europa tenía contrastes acusados y variados, entre el Oeste desarrollado y el Este sin desarrollar; entre el auge del comercio, la industria y la demografía y el relativo estancamiento de la agricultura y entre la amplia difusión de noticias e ideas y el tenaz conservadurismo de las relaciones sociales y las instituciones políticas”.

El segundo bloque entra de lleno en la Revolución y se puede dividir en dos partes. La primera comienza al preguntarse por qué tuvo lugar la caída del Antiguo Régimen en Francia y se extiende al abordar los hitos más señalados de la Revolución. Rudé, sin omitir detalle de los hechos, da un enfoque social a la narración de los acontecimientos. Afirma, desde esta óptica, que “la revuelta de la nobleza fue, quizás más que nada, un primer acto, ya que constituyó el preludio de una revolución única en la Europa contemporánea, por cuanto que asoció a las clases medias con las más bajas en una acción común contra el rey y la aristocracia”. Entre los distintos protagonistas que confluyen, solo uno alcanza el grado de importancia requerido para que su nombre titule un capítulo. Hablamos de Robespierre, a quien nuestro autor considera, a diferencia de gran parte de la historiografía, un héroe de la Revolución, sin escatimar elogios hacia su legado.

La segunda mitad de este bloque analiza la repercusión que la Revolución tuvo en los países europeos y el grado de intensidad con el que las nuevas ideas y propuestas se implementaron en ellos. Rudé hace un repaso sistemático a las distintas naciones del Viejo Continente y a las guerras revolucionarias que se propagaron por él, gracias al nuevo sistema de reclutamiento en masa que cambió la forma de movilizar los recursos en tiempos de guerra. Se busca, de este modo, responder a la pregunta de si la revolución europea fue una prolongación de la francesa o, más bien, el resultado de su propia evolución interna.

El último bloque está dedicado a Napoleón, esa figura extraña, hija de la Revolución, que supuso la consolidación y el desarrollo legislativo de los logros alcanzados durante las dos décadas anteriores, al mismo tiempo que su condena. Los revolucionarios que habían derrocado a una monarquía de más de mil años de antigüedad veían cómo un general corso se hacia de nuevo con la púrpura imperial y con el control absoluto del poder. Rudé explora la llegada de Napoleón a la política, su golpe de Estado, el régimen político que instaura y, por supuesto, su caída.

Concluimos con una reflexión del autor que sirve para ilustrar su pensar: “Quizás más importante sea el hecho de que la revolución en Francia llegó más lejos que en cualquier otra parte, no solamente en el sentido de que fue más violenta, más radical, más democrática y más prolongada, sino en el de que planteó problemas e hizo surgir clases que las otras revoluciones (incluida la americana) dejaron intactas. […] Únicamente en Francia, debido a las circunstancias particulares en las que estalló y se desarrolló la revolución (y no, por supuesto, a una cualidad gala innata), el “Cuarto Estado” se convirtió en el aliado indispensable del Tercero, exigió su recompensa y llegó a constituir un movimiento político independiente. […] En este sentido, la Revolución francesa, aunque arrojó su sombra sobre toda Europa, continuó siendo completamente peculiar y única”.

En el momento de su muerte, en 1993, George Rudé, era Profesor Emérito de Historia en la Universidad de Concordia, Montreal, en la que había trabajado desde 1970. Anteriormente había sido profesor en Inglaterra y catedrático de Historia en la Universidad de Adelaida y la Universidad Flinders. Referencia obligada en la investigación política y social del siglo XVIII, es autor de La multitud en la historia y Revolución industrial y revuelta agraria, El capitán Swing (junto a E. Hobsbawm), The Crowd in the French Revolution (1959), Hanoverian London 1714-1808 (1972), Europe in the Eighteenth Century (1972), Debate on Europe 1815-1850 (1972), Ideology and Popular Protest (1980) y The French Revolution (publicada póstumamente en 1994).

*Publicado por Siglo XXI, abril 2018. Traducción de Ramón Cotarelo.