SIGLO XXI - EUROPA DIVIDIDA - ELLIOTT

La Europa dividida 1559-1598
John H. Elliott

Si pudiésemos atribuir un dueño a cada centuria, qué duda cabe que el siglo XVI correspondería al Imperio español. Los reinados de Carlos I y su hijo Felipe II suponen el cenit de la Corona española. Nunca antes (y nunca después) España gozó de tanto poder como cuando estuvo gobernada por los conocidos como Austrias mayores. La hegemonía hispana sobre el continente europeo –y gran parte del planeta– se construyó en torno a una hábil política matrimonial, a un poderoso ejército, a los ingentes recursos provenientes de las Indias y de la Hacienda castellana y a una pléyade de competentes funcionarios. Esta inusual combinación de factores positivos difícilmente podía mantenerse en el tiempo y, llegado el momento, si uno de ellos fallaba, todo el sistema temblaba y se desequilibraba, como así sucedió. El Imperio español duró hasta 1898 cuando las últimas posesiones de ultramar se perdieron frente al ejército estadounidense, pero el lento declinar había empezado siglos atrás. Aun así, pocas veces en la Historia un monarca pudo presumir de que sobre su reino nunca se ponía el sol.

Cuando Felipe II llegó al trono, la Corona española ya era la primera potencia europea. Sus adversarios, sumidos en disputas internas, habían sucumbido al empuje de los tercios y a la diplomacia de los Habsburgo. Sin embargo, detrás de la apariencia de supremacía española se encontraba un continente en constante ebullición y hostil al poderío de Madrid. Francia, Inglaterra, las Provincias Unidas, el Papado e incluso el Imperio, junto a otros Estados menores, se opusieron de una forma u otra al Rey Prudente. Más allá de las luchas de poder, la segunda mitad del siglo XVI estuvo marcada por la Reforma protestante y por las guerras de religión que fracturaron la sociedad europea en dos bloques casi antagónicos. Al mismo tiempo, la plata del Nuevo Mundo transformaba radicalmente el sistema económico mundial creando redes de intercambio globales y haciendo bascular el comercio del Mar Mediterráneo al Océano Atlántico. Durante estas décadas se asentará definitivamente el Antiguo Régimen que habrá de perdurar, más o menos intacto, hasta el estallido de la Revolución Francesa, dos siglos más tarde.

SITIO DE GRAVELINASEl historiador británico John H. Elliott, uno de los mayores expertos de este período, analiza en su trabajo La Europa dividida 1559-1598* estos turbulentos años. La obra, publicada por primera vez en 1968, reeditada en el 2000 y recuperada ahora por la editorial Siglo XXI, no ha perdido, a pesar del tiempo transcurrido, nada de su vigencia. Por supuesto, algunos planteamientos han sido superados por nuevos estudios pero las ideas principales que marcan su contenido se han mantenido intactas. Como señala el propio autor en el prólogo a la segunda edición, “Unos treinta años después de su primera publicación, las lagunas de este libro parecen aun mayores. Durante este tiempo se han publicado una enorme cantidad de estudios históricos sobre muchos aspectos del periodo. Sin embargo, al revisar esta literatura mientras preparaba el libro para una nueva edición, llegué a la conclusión de que este manual aún cumplía una función […]. Esta obra pretende ofrecer una visión general que identifica y analiza algunas de las principales fuerzas que actuaron a favor tanto de la continuidad como del cambio en un periodo de agitación política y religiosa […] Sobre todo, pretendo contar una historia coherente y comprensible de un continente alborotado, en una época en la que la importancia de los meros ‘acontecimientos’ y las virtudes de la historia narrativa vuelven a reconocerse tras un largo periodo de menosprecio”.

Ya desde el prólogo John Elliott alude a la influencia que los escritos del historiador francés Fernand Braudel ejercieron sobre su obra (“Escribí, por consiguiente, esta crónica de la historia de Europa de la segunda mitad del siglo XVI tanto influido por Braudel como reaccionando contra él”). La escuela de los Annales, con Braudel a la cabeza, transformó radicalmente la historiografía del siglo XX. Si hasta entonces la historia era política y militar, esta nueva corriente puso el foco de atención en las fuerzas sociales, económicas e incluso medioambientales. El hombre, las ideas y la cultura quedaron relegados a un segundo plano en detrimento de movimientos más profundos, deterministas y atemporales. Elliott combate esta interpretación y reivindica la importancia del individuo y de las decisiones que adopta, recuperando el interés del “acontecimiento” como objeto de estudio.

El historiador británico también defiende en el prólogo a la segunda edición del libro la vigencia de su trabajo. Las diversas corrientes historiográficas que florecieron durante la segunda mitad del siglo XX han prestado atención a la historia cultural, a la microbiografía, a la historia de las instituciones, a la interacción con disciplinas como la antropología o a la historia nacional, entre otras cuestiones, olvidándose de una historia global que explique los distintos procesos que tuvieron lugar en el siglo XVI. Elliott mantiene que las nuevas escuelas aportan elementos beneficiosos al conocimiento de nuestro pasado, pero al mismo tiempo cree indispensable un trabajo de síntesis como el que ahora reseñamos. Por decirlo nuevamente con sus palabras: “Aunque la bibliografía es ahora mucho más abundante de lo que era incluso en la década de los sesenta y desde entonces se han producido obras de gran calidad, las corrientes historiográficas dominantes han favorecido algunos aspectos de la historia del siglo XVI sobre otros, lo cual ha producido pérdidas, además de ganancias”.

TIZIANO CONCILIO DE TRENTOEl objetivo de Elliott es sencillo dentro de su complejidad. Se propone narrar los “hechos políticos” más destacados de la segunda mitad del siglo XVI, atendiendo también a los fenómenos económicos y sociales (aquí se aprecia la influencia de Braudel) que condicionaron el desarrollo de los acontecimientos en todo el continente. Frente a la proliferación de estudios nacionales, el historiador inglés exhorta a construir un relato global que ponga en relación al conjunto de los estados europeos. Toda su obra está orientada a mostrar la interacción y correspondencia que hubo entre los sucesos que se producían a lo largo y ancho de occidente. Por ejemplo, el retraso en la llegada de los galeones cargados de plata a Sevilla tenía consecuencias desastrosas en las costas del mar del Norte o la lucha por la sucesión en el trono de Polonia podía provocar una crisis en Francia.

La obra comienza en 1559 tras la firma de la Paz de Cateau-Cambrésis que puso fin a la guerra entre España y Francia (no se volverán a enfrentar hasta décadas más tarde) y la llegada a España de Felipe II; y concluye en 1598 cuando fallece Felipe II. Treinta y nueve años que Elliott decide dividir en tres bloques de trece años cada uno (partición marcada por la relevancia de los años 1572 y 1585, no debida a un criterio simbólico), a los que se suma una breve introducción que contextualiza cómo se hallaba Europa en la mitad del siglo XVI y una conclusión sintética. El libro sigue, por tanto, un eje cronológico aunque, como suele suceder cuando se abarca un marco territorial tan amplio, introduce pequeños saltos temporales para dar coherencia al relato.

Que Elliott escoja el año 1559 como punto de partida de su estudio no es aleatorio. El historiador inglés considera que la llegada a España de Felipe II supuso un momento de inflexión en Europa (“De un lado estaba la época de Carlos V; de otro, la de Felipe II”). La monarquía española ya asentada verá cómo en las generaciones posteriores su poder deberá hacer frente a considerables peligros, siendo el religioso el más importante de ellos (“El amargo conflicto confesional llegó a tiempo para ensombrecer los otros aspectos de la vida europea. Los individuos y las naciones se encontraron enfrentados a problemas de lealtad que crearon dolorosos dilemas y torturaron las conciencias sensibles”). En estos años la idea de cristiandad como unidad se había convertido en un recuerdo y la nueva Europa terminó por fracturarse.

BATALLA ARMADA INVENCIBLE FELIPE IIEn las páginas siguientes el historiador inglés aborda los hechos más significativos de aquel período: las guerras de religión en Francia, la rebelión holandesa, la lucha contra el Turco, la aparición de la Contrarreforma (“La sutil y compleja interrelación de la reforma y la contrareforma católica debe buscarse en cada esfera de la vida de la iglesia, y no menos en el dominio del arte”), la economía europea, la nueva influencia del papado, el sistema político imperante y la legitimidad de los reyes (“El monarca del siglo XVI era, después de todo, poco más que un primus inter pares al estar su autoridad constantemente expuesta a la amenaza de los nombres” y “Por toda Europa, los príncipes se encontraron frente a unos Parlamentos cuyos poderes podían variar pero todos coincidían en su capacidad para obstaculizar en algún grado los cálculos políticos de la corona”) o los cambios que se estaban produciendo al Este del continente, entre otros muchos.

Transcurrido estos turbulentos cuarenta años el continente europeo permanecía, al menos en apariencia, inalterado- El prestigio español se mantenía intacto y seguía siendo la principal potencia, mientras las artes y la cultura mediterránea continuaban deslumbrando al continente. Elliott concluye, sin embargo, con una afirmación trascendental: “La derrota de España, pues, fue parte de una más amplia derrota de la Europa del sur por la del norte. Los países mediterráneos, que durante tanto tiempo habían marcado la pauta en Europa, parecía que entraban ahora en una nueva fase que se distinguía por la subordinación económica a los estados del norte de Europa”.

La obra de John Elliott poca necesidad de recomendación tiene, y menos de una modesta página como la nuestra. Su prestigio y trayectoria son la prueba fehaciente de la calidad de sus trabajos. Reconocido como uno de los grandes hispanistas del siglo XX (aunque dicho término no le guste), este libro, uno de sus primeros estudios, revela una mente lúcida y una gran capacidad de síntesis que le permite retratar, en apenas cuatrocientas páginas, la esencia de la segunda mitad del siglo XVI, período de grandes transformaciones políticas, religiosas y económicas que condicionará el devenir de las centurias siguientes.

Sir John H. Elliott (Reading, Reino Unido, 1930) es Regius Professor emérito de Historia en la Universidad de Oxford. Educado en Eton College y doctor en Historia por la Universidad de Cambridge (Trinity College, 1952), fue durante diecisiete años profesor en la School of Historical Studies del Instituto de Estudios Avanzados de Princeton (Estados Unidos). Miembro correspondiente de la Real Academia de Historia de Madrid y miembro de la Academia Británica, pertenece también a la Academia Americana de las Artes y las Ciencias y a la Sociedad Filosófica Americana. Entre sus numerosos trabajos destacan La España imperial (1963), La rebelión de los catalanes (1963), El viejo y el Nuevo Mundo (1970), El Conde-Duque de Olivares (1986), Imperios del mundo atlántico (2006) y, más recientemente, Haciendo historia (2012).

*Publicado por la editorial Siglo XXI, septiembre 2015.