ACANTILADO - LA ETERNIDAD DE UN DIA

La eternidad de un día. Clásicos del periodismo alemán (1823-1934)
Francisco Uzcanga Meinecke

Quizás sea algo exagerado afirmar que el gran logro del siglo XIX fue la libertad de prensa, tantas cosas sucedieron en esa centuria que aseveraciones como la anterior podrían parecer sin fundamento. Sin embargo, no es tan descabellada. La prensa decimonónica fue el principal instrumento de creación de la opinión pública y sus páginas terminaron por convertirse en el escaparate del mundo para gran parte de la sociedad. Ya fuesen “facciones” (es difícil hablar todavía de partidos políticos) asentadas en el poder, o minorías batalladoras y reivindicativas, sus programas se canalizaron a través de los periódicos. Todos los grupos políticos, por muy marginales que fuesen, contaban con un diario de cabecera al que seguidores y simpatizantes acudían para informarse y contrastar sus opiniones. Prueba de la influencia que llegaron a ejercer es que, en los momentos de tensión, una de las primeras medidas que adoptaba la autoridad amenazada era clausurar las sedes y restringir la circulación de periódicos. La aparición del cuarto poder se gestó en aquellos años.

¿Han cambiada mucho la prensa desde hace doscientos años? Sí y no. Los avances técnicos, los medios disponibles, la profesionalización de los periodistas, la difusión, los lectores… han variado sustancialmente pero, al menos esta es nuestra opinión, permanece inalterable su esencia, es decir, la plasmación de una visión del mundo a través de las noticias. Los periódicos siguen siendo modeladores de la sociedad y altavoces de una determinada concepción política. Donde mejor se percibe esa continuidad es en los artículos de opinión (lo que llamaríamos “columnas”) que, hoy como antes, siguen siendo el pilar central y el reflejo de la identidad propia de cada medio.

Pocas figuras de la literatura universal contemporánea no han sucumbido a la tentadora llamada de los diarios. La simbiosis entre prensa y literatura ha sido una constante desde hace siglos y, junto a novelas inmortales, grandes escritores nos han regalado pequeñas obras de arte en sus columnas. La editorial Acantilado, de la mano de Francisco Uzcanga Meinecke (quien hace de prologuista, seleccionador y traductor), ha recuperado algunas de estas joyas y las ha reunido en una excepcional e imprescindible antología, bajo el título de La eternidad de un día. Clásicos del periodismo alemán (1823-1934)*.

Como explica el propio Francisco Uzcanga, “La presente antología reúne artículos literarios publicados desde los comienzos del feuilleton hasta poco después de la toma de poder por los nazis. En la medida de lo posible —hay autores de los que se aporta más de un artículo—, se ha seguido un orden cronológico, lo que permite constatar la adscripción del género a la historia de la literatura alemana; porque, independientemente de los rasgos genéricos y del estilo del autor, el folletín alemán participa de corrientes o movimientos literarios como Vormärz, Realismo, Naturalismo, Jung-Wien, Impresionismo, Expresionismo incluso. A su vez, al tratarse de textos periodísticos que se ocupan en muchos casos de la actualidad inmediata, el libro puede leerse también a modo de recorrido que abarca un período crucial de la historia Centroeuropea”.

Los textos reunidos corresponden a ese difuso e indeterminado género que es el folletín. Un estilo que, como queda recogido en el prólogo de la presente obra, nació en Francia allá por 1800 cuando el periódico parisino Journal des Débats incluyó un cuadernillo que contenía noticias y críticas de conciertos, óperas u obras teatrales. La buena acogida que le brindó el público hizo que otros medios adoptasen el mismo formato. Poco tiempo tardó en convertirse en una de las secciones más populares de la prensa y, tras su éxito, llegó la heterogeneidad de sus contenidos.

Si en Francia fueron los relatos novelescos los que triunfaron, en Alemania predominaron artículos literarios breves, escritos con un tono distendido. En ciudades como Fráncfort, Múnich, Praga, Berlín o Viena, el folletín se convirtió en un género mayor, especialmente en la capital austríaca, donde apareció un grupo de folletinistas profesionales que fijaron sus rasgos identitarios: “estilo ligero y coloquial, gusto por el juego de palabras y la ocurrencia, mezcla de lo concreto y lo difuso, de mundanidad y trascendencia, marcado subjetivismo, libre divagación, búsqueda de la complicidad del lector, aptitud para tocar su fibra nostálgica y localista —a semejanza del costumbrismo en España—, y a su vez para enfrentarle con los temas actuales y candentes, sin rehuir asuntos espinosos como las disputas políticas o los conflictos sociales”.

La pléyade de escritores de habla alemana (que no alemanes) que aparecen en el libro es, por sí sola, motivo suficiente para hacerse con él. Stefan Zweig, Joseph Roth, Herman Hesse, Walter Benjamin, Thomas Mann, Robert Musil, Ernst Bloch, Franz Hessel, Alfred Döblin… son solo alguna de las ilustres plumas que se atrevieron con el folletín y cuyos artículos, menos conocidos que sus novelas o ensayos, ahora tenemos la oportunidad de disfrutar. La calidad de los textos es, obviamente, incuestionable. Junto a estos escritores consolidados, hay otras tantas firmas, menos conocidas por el público español, que también dejaron su impronta en la literatura y en el periodismo alemán, como Heinrich Heine, Else Feldmann, Robert Walser, Siegfried Kracauer, Alfred Polgar o Alfred Kerr. Si a alguno de ustedes estos nombres no les dicen nada, no se preocupen pues, antes de cada artículo, Francisco Uzcanga nos ofrece un breve repaso biográfico del autor.

El tono desenfado del folletín nos acerca de manera amena a la sociedad germana de los siglos XIX y XX y, simultáneamente, a las tribulaciones de unos escritores que veían el mundo a través de la literatura y trataban de poner por escrito su percepción de la realidad. Fueron capaces de combinar la trivialidad de la columna con la severidad de la vida. Pequeñas anécdotas, como la que cuenta Joseph Roth cuando llega a su hotel favorito, o la competición de baile que relata Ernst Bloch, encierran realidades más profundas sobre la vida en aquellos años. La mayoría de los autores son judíos y muchos de ellos, por no decir todos, tuvieron que emigrar ante la llegada del nazismo. Aunque el libro abarca hasta 1934, alguno de ellos ya anticipó las desgracias que se abatirían sobre el continente. Es el caso, por ejemplo, de Heinz Pol que, en el artículo Goebbels como escritor, disecciona el libro del ministro de propaganda nazi y realiza un alegato muy lúcido sobre el sinsentido de su ideología y de sus aspiraciones.

Ahora bien, no todos los artículos abordan temas de actualidad política (aunque, de un modo u otro, ésta siempre se halla implícita). Están presentes asimismo las críticas culturales, los simples ejercicios estéticos o los artículos autorreferenciales sobre el folletín. Hay textos, por ejemplo, sobre la muerte de Ibsen (Alfred Kerr), sobre la bailarina Fanny Elbler (Ludwig Speidel), sobre El proceso de Kafka (Kurt Tucholsky), sobre el cine (Thomas Mann) y también sobre las bondades de pasear (Franz Hessel) o sobre las agencias de viaje (Stefan Zweig). La rutina, la oferta cultural o cualquier incidente, por nimio que sea, sirve a los autores como inspiración.

Concluimos con estas exquisitas palabras del prologuista en las que sintetiza, una vez más, los rasgos del folletín: “De ahí que a lo largo de sus muchos años de existencia sólo haya podido ser descrito de manera tangencial, recurriendo a metáforas y paráfrasis de ingenio dispar: pensamiento al vuelo, esbozo impresionista, estampa callejera, viñeta cotidiana, camaleón, escaparate, impromptu, medallón, acrobacia, panóptico, caleidoscopio, adoquín, canto rodado, pompa de jabón, gota de rocío, prosa en miniatura, ensayo sentimental, literatura de bolsillo, estenograma de la realidad, poesía de ocasión, y la más célebre de todas ellas: la eternidad de un día”.

Francisco Uzcanga Meinecke es licenciado en Filología Germánica y Románica por la Universidad de Tubinga y doctor en Filosofía y Letras por la Universidad de Constanza. Ha enseñado en diversas universidades europeas y actualmente dirige los departamentos de Español y Estudios Culturales en el Centro de Idiomas y Filología de la Universidad de Ulm. La mayor parte de sus publicaciones se centran en el articulismo literario como género, y entre ellas cabe destacar la antología de artículos de El censor, uno de los diarios de la ilustración española más emblemáticos.

*Publicado por la editorial Acantilado, mayo 2016.