¿Por qué nos fascina tanto la historia militar? ¿Por qué los libros de guerras y de batallas suelen ser los más vendidos en la sección de historia, junto a las biografías? Es difícil dar una respuesta completa y certera a estos dos interrogantes, pero quizás podría hallarse en el gusto que tenemos por lo épico, por lo heroico (y, para algunos, incluso por lo violento, como atestiguan las listas de películas más taquilleras). Al final, una guerra tiene algo de primario: dos adversarios se enfrentan en un campo de operaciones más o menos definido y, normalmente, uno sale victorioso y otro derrotado. Incluso se puede dibujar como un combate entre buenos y malos. Aunque probablemente simplifiquemos en exceso el contenido real de una contienda, para el lector profano es más sencillo este planteamiento que los complejos análisis socioeconómicos y políticos habituales en los ensayos de historia.
La guerra es una constante en la vida del hombre sobre la tierra. Nos guste o no, ha modelado, junto con la tecnología (muchas veces asociada a las necesidades bélicas), el mundo que hoy conocemos, de forma mucho más radical que cualquier otro elemento de nuestro pasado. Es imposible entender cómo han evolucionado una nación o un período concreto sin tener en cuenta el componente bélico: una guerra afecta de forma directa a todas las estructuras de la sociedad. De un lado, una gran parte de la población sufre sus consecuencias en primera persona, ya sea combatiendo, ya sea padeciendo daños, cuando no saqueos o masacres, causados por el contrincante. De otro lado, la economía y la cultura de un Estado se ven condicionadas por la guerra y sus efectos. La historia militar suele ser clave para tener una imagen completa de lo sucedido en un momento concreto.
La Edad Media se percibe, quizás como fruto de prejuicios muy asentados, como un período de nuestro pasado sombrío y dominado por la violencia. A pesar de englobar varios siglos y fases distintas, la percepción común es la de una etapa convulsa, en la que el caos campaba a sus anchas. Es cierto que la guerra tuvo entonces una relevancia sustancial, pero también la tuvo en otros períodos de la historia que no han gozado de la misma fama. El profesor Federico Canaccini en su interesante obra La Edad Media en 21 batallas* huye de los lugares comunes y busca ofrecer una imagen fidedigna de cómo condicionaron determinados combates el curso de esta época, además de contextualizar cada enfrentamiento para que el lector no especializado comprenda la estrecha relación entre la guerra y el resto de piezas que conforman una sociedad.
Como explica el propio autor, “las batallas, a menudo vistas con recelo por la historiografía, son hechos que han de considerarse entre los más significativos, precisamente porque pueden ser descritos y circunscritos en un período de tiempo y en un espacio precisos: un día elegido, un lugar, dos contendientes. Y deben ser considerados como la clave para acceder a un mundo mucho más amplio. Se llega a una batalla por razones que conciernen a los asuntos más variados: políticos, sociales, económicos, religiosos; y si los protagonistas parecen ser reyes o emperadores, lo son en realidad los miles de personajes anónimos que muchas veces contribuyeron al resultado final, tanto en caso de victoria como de derrota. En definitiva, el contenido de este largo relato de la Edad Media sigue como una ola los avatares de distintas masas de hombres que se desplazaron por el planeta, atravesando fronteras que quizá solo percibamos los europeos, arbitrariamente detentores de una Edad Media imaginada, formada por castillos, papas y emperadores. Flujos que dieron lugar a feroces enfrentamientos, como el que opuso a romanos y bárbaros y con el que se abrió la Edad Media, pero también a inesperados encuentros de civilizaciones, sin los cuales la historia de nuestra Europa hubiera sido monótona y gris”.
Como sucede con toda selección, habrá quien cuestione las batallas elegidas y las omitidas. Cuando se hace una lista, así suele ocurrir y rara vez todo el mundo coincide. Esto no preocupa al autor, que opta por seleccionar veintiún enfrentamientos con el fin de ofrecernos una panorámica general y global de la Edad Media. Los combates escogidos tienen lugar en casi todos los continentes, desde Despeñaperros hasta Japón, pasando por el norte de la India, el mar Báltico, Oriente Próximo e incluso cruzamos a la orilla americana del océano Atlántico. Mongoles, hunos, vikingos, mamelucos… las grandes civilizaciones medievales se hallan representadas en este mosaico militar. Su descripción resulta sumamente interesante, pues nos permite alejarnos de la “conocida” Europa (aunque la mayoría de las batallas seleccionadas tienen lugar en este continente) y descubrir la historia y el comportamiento militar de otros pueblos que tuvieron una gran relevancia en el Medievo.
Si el ámbito especial se escapa de los límites habituales, el temporal también. Solemos situar el inicio de la Edad Media en el año 476 (derrocamiento del último emperador romano, Rómulo Augústulo) y su punto final en la caída de Constantinopla (1453). El profesor Canaccini expande esos hitos temporales y su primera batalla es la de los Campos Cataláunicos (451) para concluir con la toma de Tenochtitlan por los hombres de Hernán Cortés (1521). En esos mil cien años desde un enfrentamiento a otro, observamos los cambios en el armamento y en las tácticas militares, además de las transformaciones que se suceden en el mundo medieval. Contamos con un par de batallas por siglo, por lo que esa evolución se percibe de forma nítida.
La estructura de cada uno de los capítulos del libro es relativamente similar y está en sintonía con el objetivo divulgativo de la obra. Comienza con una introducción que sirve para situar la batalla, le sigue un análisis histórico que ofrece el contexto de la batalla y las coordenadas en las que tiene lugar. A continuación, se describe el desarrollo de los combates y su desenlace y, por último, se analizan sus consecuencias. Cada enfrentamiento presenta sus propias peculiaridades, sobre todo si las fuentes disponibles facilitan más o menos información sobre la batalla, pero en general el esquema se mantiene intacto. Además, los textos están escritos de forma sencilla y accesible.
Este tipo de libros, pensados generalmente para una lectura rápida, pueden carecer de rigor, si están escritos a vuelapluma sin un estudio histórico serio que los respalde. No sucede así con el trabajo que reseñamos, cuyo autor es capaz de unir lo mejor de la alta divulgación y el trabajo académico para construir un recorrido sobre la Edad Media a través de sus contiendas más relevantes.
Federico Canaccini es medievalista. Durante años se ha ocupado de la historia italiana, con atención especial al conflicto entre güelfos y gibelinos. Tras haber impartido cursos de Historia de la guerra en la Edad Media en la Universidad Católica de América (Washington), Paleografía Latina en la LUMSA (Roma), actualmente enseña Paleografía y Filosofía Medieval en la Universidad Pontificia Salesiana (Roma). En calidad de investigador en la Universidad de Princeton ha participado en la edición crítica de las Questioni quodlibetali y de otros tratados inéditos. Asiduo colaborador de la revista Medioevo, es autor de Ghibellini e ghibellinismo in Toscana da Montaperti a Campaldino (2007), Matteo d’Acquasparta tra Dante e Bonifacio VIII (2008), Al cuore del primo giubileo (2016), 1268. La battaglia di Tagliacozzo (2018) y 1289. La battaglia di Campaldino (2021).
*Publicado por Pasado&Presente, junio 2023. Traducción de Carlos Gumpert.