La construcción del poder real en la Monarquía castellana (siglos XI-XV)
José María Monsalvo Antón

Al abordar la Edad Media, solemos tener una imagen confusa de la organización política de aquella época. Prevalece la idea de unos reinos difusos, con monarcas débiles y señores feudales poderosos que imponían su voluntad a la Corona. Probablemente por ese motivo es escaso el recuerdo, entre el gran público, de los reyes leoneses, castellanos o aragoneses que hayan alcanzado cierta fama. Las nociones sobre el Medievo español son muy tenues y parece como si solo a partir de los Reyes Católicos los monarcas de la Península hubiesen contado con una auctoritas real, o que debamos a Fernando e Isabel la creación de una organización institucional sólida y jerarquizada. La creencia generalizada es que, hasta ese momento, el desorden, si no el caos, imperaban libremente en las cancillerías.

La realidad, como suele suceder, es bastante más compleja y hay importantes matices que deberíamos tener en cuenta. La figura del rey en la Edad Media es sumamente interesante, especialmente si se advierte que en la Península las futuras casas dinásticas llegaron al trono sin una legitimidad hereditaria que las amparase y en constante lucha contra los musulmanes y contra sus vecinos. Durante la Reconquista se aunaron tres corrientes o impulsos de relevancia: la recuperación del territorio peninsular, la conformación de los reinos cristianos peninsulares y los prolegómenos del Estado moderno. En la cúspide de esos procesos se situaba el rey, que hubo de dirigirlos durante siglos con medios exiguos y en circunstancias no siempre fáciles. El poder real era frágil y requería de cierta habilidad para consolidarse. Los escasos instrumentos para imponer la voluntad del monarca se enfrentaban a amenazas potenciales y a voces discordantes que intentaban aprovechar su debilidad para doblegarla.

José María Monsalvo Antón, catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Salamanca, analiza en La construcción del poder real en la Monarquía castellana (siglos XI-XV)* la evolución que sufrió la Corona de Castilla durante la Baja Edad Media. En palabras del autor, “Innumerables páginas podrían narrar los acontecimientos o hechos más notables de todos y cada uno de los reinados. Nuestro objetivo no es recorrer, sin embargo, la historia política, sino analizar las transformaciones del poder. Y no en todos los ámbitos que nos gustaría. Así, por ejemplo, la relación del poder regio con la Iglesia o las órdenes militares, o la diplomacia y política exterior de la Monarquía castellana, o el específico papel de las mujeres en la corte y en la sociedad política. Eso por citar tan solo unas pocas temáticas apasionantes, pero no contempladas. Podrían ser, sin duda, objeto de otros tantos libros. La selección de contenidos aquí se ciñe a un gran hilo conductor: la construcción del poder regio. Desde una perspectiva estructural, resultan asombrosos los procesos históricos que transformaron una «Monarquía feudal» en una «Monarquía centralizada». Es el gran tema de este libro. Equivale a observar cómo se fue construyendo un Estado entre los siglos XI y XV”.

El trabajo de Monsalvo Antón tiene, pues, al poder regio como protagonista. El objeto de estudio es el monarca en cuanto institución, de modo que sus sucesivos titulares sirven, más bien, para contextualizar la transformación, lenta pero inexorable, de la Corona a lo largo de la Baja Edad Media. La personalidad de los reyes influye, in duda, en el curso de la historia, pero el proceso de “centralización” y “reforzamiento” que tuvo lugar en los reinos cristianos se superpone a las decisiones individuales. De este modo, la obra no se centra tanto en los avatares de cada reinado, sino en las mutaciones legales, administrativas, territoriales o fiscales que acaecieron en aquella época, así como en las ideas y en las culturas políticas subyacentes. Si este enfoque, de carácter más bien técnico y académico, podría en principio intimidar al lector poco habituado a textos especializados (el volumen de información que ofrece el catedrático salmantino es formidable), la lectura de la obra no es en absoluto inabarcable, sino accesible y sumamente interesante.

Para acometer su análisis, Monsalvo Antón divide el libro en tres grandes bloques temporales: el primero engloba el período comprendido entre 1035 y 1252, es decir, desde la llegada al trono de Castilla y de León de Fernando I hasta la muerte de Fernando III el Santo y la proclamación de su hijo Alfonso X el Sabio. El segundo analiza los reinados de Alfonso X, Sancho IV, Fernando IV, Alfonso XI y Pedro I, que transcurren entre 1252 y 1369. Y el último abarca desde el asesinato de Pedro I y el advenimiento de la casa de Trastámara, de la mano de Enrique II, hasta los Reyes Católicos (sin incluir a estos). El reforzamiento progresivo del poder real se puede observar en los títulos de cada uno de estos bloques: El apogeo de la ‘monarquía feudal’, El despegue de la soberanía regia y El triunfo de la monarquía centralizada.

Cada bloque, a su vez, cuenta con divisiones internas, que reflejan otras tantas parcelas no cronológicas sino temáticas (muy similares en las tres unidades). Con este proceder, el autor busca mostrarnos los cambios que se iban produciendo de un período a otro. Los sucesivos  epígrafes abordan cuestiones tan dispares como la composición de los círculos de gobierno; las instituciones o los órganos que tomaban las decisiones políticas; los centros de creación y los métodos de elaboración de las normas estatales; la forma en que se administraban los diferentes territorios; los órganos encargados de impartir justicia y de recaudar impuestos; la ideología y los discursos políticos que legitimaban a reyes o dinastías, o la incidencia de la guerra en la organización del reino.

Al examinar estas cuestiones, la investigación gira en torno a la posición y a las funciones del monarca. Como explica Monsalvo Antón, “en el caso que nos ocupa se trata de una Monarquía en cuyo vértice se hallaba el rey. Su posición cambió profundamente entre el siglo XI y el XV. Tendremos ocasión de comprobarlo. Por otra parte, la relación del rey con el reino resulta tan importante para la evolución de la Monarquía como el progresivo incremento de atribuciones y prerrogativas por parte del monarca propiamente dicho, así como de lo que podemos considerar órganos centrales, que acompañaron al afianzamiento de los poderes del rey”.

A lo largo de más de 450 páginas, José María Monsalvo nos introduce en los fundamentos del poder real durante la Edad Media a través de un pormenorizado estudio de las instituciones o elementos que lo sostenían. Resulta muy llamativo observar las poliédricas relaciones entre el monarca, la nobleza señorial y las ciudades: unos y otros no dudaban en tejer alianzas e intrigar para debilitar a sus adversarios. El paulatino afianzamiento de la Corona provocó la aparición de una administración, primero exigua e informal y posteriormente de cierta entidad y más organizada, que contribuyó a vertebrar el reino y a acentuar su centralización. Las consecuencias de este proceso gradual se verán con los Reyes Católicos, momento que “puede entenderse como la culminación de muchos fenómenos que ya estaban en marcha en el siglo XV”.

José María Monsalvo Antón, premio extraordinario de Licenciatura en Geografía e Historia por la Universidad de Salamanca en 1982 con una tesina sobre antisemitismo en Castilla, es catedrático de Historia Medieval de esa Universidad. Miembro de número de la Institución Gran Duque de Alba, del Centro de Estudios de la Diputación de Ávila, de la Asociación de Historia Social y de la Sociedad Española de Estudios Medievales, entre sus obras destacan La Baja Edad Media en los siglos XIV-XV: política y cultura (2000), Las ciudades europeas del medievo (1997) o El Sistema político concejil (1988).

*Publicado por Marcial Pons Ediciones de Historia, abril 2019.