La caída del Muro de Berlín
Ricardo Martín de la Guardia

Los avances tecnológicos han contribuido a transformar nuestra sociedad de manera hasta hace poco impensable. En muchas facetas, nuestro modo de vida apenas guarda relación con el de nuestros abuelos o bisabuelos y mucho menos con el de los hombres del siglo XIX o de las centurias anteriores. Si los cambios han afectado a todos los sectores sociales, algunos se han visto más condicionados que otros, y así ha sucedido con los medios de comunicación. Aunque la transmisión de noticias es tan antigua como el hombre, la inmediatez que ofrecen la televisión o internet y la fuerza que despliegan las imágenes en la conciencia popular, considerablemente mayor que cualquier texto o relato, los convierte en algo codiciado y utilizado.

Uno de los acontecimientos más importantes del siglo XX fue la caída del muro de Berlín, retransmitido casi en directo por todas las cadenas de televisión. El mundo pudo contemplar cómo el principal símbolo de la Guerra Fría se hacía añicos. Durante cuarenta años, el planeta había contenido el aliento, temeroso de que cualquier disputa, por insignificante que fuera, desembocase en un conflicto nuclear entre las dos grandes superpotencias. Con la destrucción del muro, el régimen bipolar que había condicionado la política durante medio siglo se desvaneció y Estados Unidos emergió como gran vencedor. Lo que sucedió en Berlín quizás no fuese el desencadenante, o la causa, de la desaparición de la Unión Soviética, pero sí la metáfora más ilustrativa de lo que estaba sucediendo. El deterioro de la economía, el inmovilismo de las autoridades y el hartazgo de los ciudadanos tuvieron como resultado la movilización popular que con manos, picos o palas se lanzó a derribar los cimientos del régimen comunista.

Los lectores más jóvenes apenas tendrán conciencia de lo que supuso este hito y de su relevancia. Para otros, se tratará de algo olvidado o poco conocido, que percibirán como una fecha más de la historia (aunque apenas hayan transcurrido tres décadas). Por estas razones, el libro de Ricardo Martín de la Guardia La caída del Muro de Berlín. El final de la Guerra Fría y el auge de un nuevo mundo* es tan interesante y tan pertinente. De vez en cuando es preciso echar la vista atrás y detenernos en nuestro pasado reciente, que nos ayudará a comprender mejor el presente.

Así lo apunta el autor: “Noviembre de 1989 fue, sin duda alguna, el mes que abrió definitivamente las puertas al fin del sistema internacional surgido después de la Segunda Guerra Mundial. La caída del Muro de Berlín el día 9 trascendió el símbolo de una ciudad, de un país y de un continente divididos por mor de las circunstancias vividas varias décadas atrás para ofrecer un futuro incierto pero esperanzador, el de un escenario radicalmente distinto de la Guerra Fría en el que los actores principales y secundarios deberían reconsiderar sus respectivos papeles. Desaparecía la gran frontera del mundo moderno”.

Escrita con agilidad y claridad, la obra de Martín de la Guardia ahonda en los entresijos de la caída del muro de Berlín. No solo se detiene en el 9 de noviembre de 1989, sino que explora las causas que condujeron a los sucesos de aquella fecha y qué ocurrió en las semanas y en los meses siguientes. Pensado para un público amplio, el autor sintetiza en su libro los puntos más destacados de la compleja relación entre la Alemania occidental y la oriental, el papel que jugaron los dirigentes soviéticos (en especial, Mijaíl Gorbachov) o el sentir de la sociedad alemana. Siguiendo un eje cronológico, aunque en algunos capítulos esta linealidad se interrumpe para centrarse en la situación política de las dos Alemanias, nos ofrece un vivo relato que va desde la conclusión de la Segunda Guerra Mundial hasta hoy.

A lo largo de las páginas de la obra, comprobamos el origen del muro y los motivos que llevaron a Walter Ulbricht y a su gabinete a erigirlo (incluso con la desaprobación de Moscú). Berlín, que ya había sido un punto de fricción entre la Unión Soviética y Estados Unidos, se convirtió, a partir de entonces, en una cuestión permanente de las rondas diplomáticas de ambas potencias. Con el paso de los años, se intentaría normalizar la situación y alcanzar algún tipo de convivencia entre los berlineses, pero el muro siempre fue un recordatorio de dos maneras antagónicas de ver el mundo. Su caída no se produjo de un día para otro, aunque, llegado el momento, todo se precipitase con pasmosa rapidez. El trabajo de Martín de la Guardia muestra cómo el fracaso del régimen comunista fue deteriorando las instituciones. Cuando se produjeron tímidas aperturas a la libertad o se constató la debilidad de los gobiernos del Este, la democracia se impuso apabullantemente

El autor trata tanto acerca de la etapa anterior al muro, como de las gestiones llevadas a cabo por las autoridades alemanas e internacionales para su desaparición. La decadencia de la Alemania oriental y la pervivencia de núcleos afines al comunismo obligaban a la cautela y a no forzar la situación, aunque la victoria de la CDU en las primeras elecciones libres y los ulteriores pactos postelectorales condujeron al país, que pronto se reunificaría, por la senda de la democracia. En 1991, tan solo dos años después de la caída del muro, Berlín volvió a ser la capital de una nación unida.

Concluimos con esta reflexión del autor: “Por muchas y oscuras que sean las sombras proyectadas en el proceso reunificador alemán (coste económico, dificultades para la integración Este-Oeste y para la asimilación de inmigrantes, ajuste de cuentas con el pasado inmediato), no bastan para desviar la atención del significado verdaderamente histórico que supone un éxito. La caída del Muro de Berlín y el fin de la Guerra Fría abrieron las puertas a una nueva era. En este caldo de cultivo favorable al cambio, el empeño político y el ingente esfuerzo económico condujeron, bajo la sabia batuta de Helmut Kohl, a lo que hasta entonces había parecido un imposible: la reunificación de Alemania”. Y en relación con el presente, añade: “En definitiva, la caída del Muro y los acontecimientos desencadenados en los años inmediatamente posteriores albergaron la esperanza de generar un orden más democrático y, en consecuencia, más pacífico; por el contrario, el presente muestra cómo, en buena medida, tales expectativas se han visto frustradas”.

Ricardo Martín de la Guardia es catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Valladolid, de cuyo Instituto de Estudios Europeos (centro de excelencia Jean Monnet) fue director entre 2009 y 2013. Ha sido Senior Visitor y Senior Associate Member del Centro de Estudios Europeos de Saint Antony’s College de la Universidad de Oxford. Su línea de investigación se centra en la historia de las relaciones internacionales. Es autor, coautor o coordinador de varias decenas de artículos y de una treintena de libros, entre los que se hallan La Unión Soviética: de la perestroika a la desintegración (1995), La Europa báltica. De repúblicas soviéticas a la integración en la Unión Europea, 1994-2004 (2010), 1989, el año que cambió el mundo (2012), El europeísmo, un reto permanente para España (2015) o Conflictos postsoviéticos. De la secesión de Transnistria a la desmembración de Ucrania (2017).

*Publicado por Esfera de los Libros, enero 2019.