DESPERTA FERRO - BATALLA DE BORODINO

La batalla de Borodinó. Napoleón contra Kutúzov
Alexander Mikaberidze

La fama de Napoleón como general es imperecedera. Pocos han logrado alcanzar la aureola de invencibilidad que le acompañó a lo largo de su vida. Sus victorias se cuentan por decenas, lo que quizás explique que sus pocas derrotas sean tan conocidas y celebradas. Curiosamente, esas derrotas no se suelen achacar a él, sino a los errores de sus subordinados. Napoleón, cuyos éxitos en política son innegables, construyó su leyenda en los campos de batalla, en los que demostró su genialidad estratégica. Ninguno de sus homólogos consiguió alcanzar su destreza y se vieron obligados a reconocer su supremacía. Desde sus primeras gestas en la batalla de Tolón en 1793 hasta su derrota definitiva en Waterloo en 1815, Napoleón se convirtió en el dueño del escenario europeo. Si la Revolución Francesa transformó el mundo de las ideas, Napoleón, hijo suyo, fue quien la extendió y la puso en práctica por todo el continente.

Sin embargo, Napoleón fue derrotado en dos ocasiones y su Imperio acabó por sucumbir. Primero, en Leipzig en 1813, en la conocida como Batalla de las Naciones; dos años más tarde, ya de forma definitiva, en Waterloo. A pesar de que ambas batallas sean consideradas los puntos culminantes del declive napoleónico, lo cierto es que su descalabro se fraguó en otros dos escenarios bastante alejados de aquellos lances. Por un lado, en la Península Ibérica, donde el ejército anglo-español, dirigido por el duque de Wellington, y la guerra de guerrillas desangraron a las fuerzas galas. Por otro lado, en la fría Rusia, a cuya conquista se lanzó Bonaparte. En este último caso, el general invierno le privó de la gloria, además de destrozar a su curtido ejército.

En la campaña de Rusia sobresale la batalla de Borodinó, una de las más sangrientas de las guerras napoleónicas y del siglo XIX. En su obra La batalla de Borodinó. Napoleón contra Kutúzov*, el historiador georgiano Alexander Mikaberidze estudia con una minuciosidad impecable los pormenores de este combate, su encuadre dentro de las guerras napoleónicas y el punto de inflexión que supuso en la historia de Europa. Como queda recogido en la contraportada del libro: “En este provocador nuevo estudio, el historiador napoleónico Alexander Mikaberidze reconsidera la campaña de 1812 y vuelve a relatar la apasionante historia de la batalla de Borodinó, terrible y épica a partes iguales, en la que conjuga con espíritu crítico un abrumador compendio de fuentes francesas, alemanas, británicas y, por supuesto, rusas. Su original y meticulosa investigación de la batalla de Borodinó proporciona al lector una nueva perspectiva fresca de la batalla, así como una comprensión más amplia de las razones subyacentes para el eventual triunfo ruso en la campaña de 1812, el principio del fin del poderío napoleónico en Europa”.

La recreación que Mikaberidze hace de la batalla es encomiable. Traza los primeros movimientos del grueso de las fuerzas rusas y francesas en julio y agosto de 1812, describiendo sus acciones con mayor detalle a medida que se aproxima la hora de la verdad en Borodinó. El libro solo cubre las acciones en las que participaron fuerzas combatientes considerables y excluye los frentes septentrional y meridional, que quedan fuera de su área de atención. Advertimos al lector poco acostumbrado a este tipo de trabajos que la cantidad de información facilitada por el autor (unidades, escaramuzas, ataques y contraataques en distintos flancos…) puede abrumarle. De hecho, es incluso recomendable coger papel y lápiz y hacer un pequeño croquis de lo que está sucediendo en cada momento. Los mapas que acompañan al libro son de una gran utilidad para no perder el hilo.

Si bien gran parte de la obra se estructura en torno a la reconstrucción de la batalla, también ofrece una panorámica general de la situación política en Europa a principios del siglo XIX y de las causas de la guerra. Napoleón se hallaba, en el momento de iniciar la campaña rusa, en la cima de su poder, con Europa prácticamente sometida. Tan solo Inglaterra se mostraba beligerante y el bloqueo continental, una de las causas que llevó a la guerra a galos y rusos, intentaba socavar su economía. La guerra, no obstante, no supuso una sorpresa para muchos de sus contemporáneos, pues, después del Tratado de Tilsit de 1807, las relaciones entre Napoleón y el zar Alejandro I se habían ido tensado cada vez más, en especial, por el afán expansionista del emperador francés y la decisión de anexionar a Francia varios territorios centroeuropeos (Holanda, las ciudades hanseáticas y algunos Estados alemanes).

Una de las principales preocupaciones de Mikaberidze son las fuentes. La batalla de Borodinó ha sido muy importante en la tradición militar rusa, por lo que se ha tendido a la tergiversación de su desarrollo para ensalzar la actuación de Kutúzov, especialmente bajo la historiografía soviética. El trabajo de campo realizado por el investigador georgiano intenta separar el mito de la realidad y exponer de la forma más verídica posible qué sucedió aquel 7 de septiembre de 1812.

Así explica, por ejemplo, el autor sus problemas al abordar las memorias de algunos de los participantes: “La gran abundancia de fuentes primarias (se han consultado unas 150 para la elaboración de esta obra) revela también el valor limitado de los testimonios personales sobre las batallas, especialmente en aquellas tan complejas como Borodinó. Aunque los puntos fundamentales de la batalla son indiscutibles, el cotejo riguroso de las declaraciones y testimonios de los implicados en ella ha revelado un buen número de disparidades y contradicciones en los detalles. Esto es especialmente cierto en lo que respecta a las horas en las que se produjeron los diferentes ataques y maniobras, que varían ampliamente en los diferentes testimonios debido a la confusión imperante en el campo de batalla, o por lapsos en la memoria de participantes que escribieron años, cuando no décadas, después de la batalla. Esto no significa que se deban descartar las memorias personales, sino que se deben analizar de forma crítica. Nos proporcionan una mirada única sobre la experiencia humana de aquella guerra y la naturaleza espantosamente salvaje de la batalla de Borodinó, algo que fue completamente nuevo para los autores de dichas memorias”.

Las secciones finales del libro se centran en las consecuencias de la batalla, las bajas y la historia de la campaña de 1812 posterior al enfrentamiento. Aquí entra en juego la ruleta de la cifra de muertos, en la que cada ejército atribuye al otro un mayor número de muertos. Se calcula que murieron entre 60.000 y 110.000 hombres de ambos ejércitos, aunque la estimación de 75.000-80.000 le parece al autor más ajustada a la realidad. Las cifras son sobrecogedoras si se piensa que la batalla duró un solo día. A pesar de las bajas y del esfuerzo realizado, los dos contendientes continuaron la campaña. Los rusos se retiraron y permitieron a los franceses llegar a Moscú, que incendiaron para privar de refugio a un exhausto ejército galo. El invierno se cernió sobre Napoleón y el general corso hubo de retroceder en una retirada que a la postre resultó fatal.

Alexander Mikaberidze es profesor de Historia en la Universidad Estatal de Louisiana-Shreveport. Ha escrito diversos libros sobre las Guerras Napoleónicas, en particular, sobre la participación de Rusia en la pugna contra Francia, entre los que se hallanThe Napoleonic War: A Global History o The Burning of Moscow: Napoleon’s Trial By Fire 1812.

*Publicado por la editorial Desperta Ferro, junio de 2018. Traducción de Almudena Alba López.