Los españoles tenemos una relación ciclotímica con nuestro pasado. Pasamos con facilidad de la fervorosa admiración a la reprobación radical. Nos cuesta mantener cierto equilibrio a la hora de valorar nuestra historia: o fuimos los mejores o los peores, sin admitir términos medios. Y, una vez que tomamos postura en favor o en contra algo, difícilmente cambiamos de opinión. Nos solemos decantar por la interpretación más sencilla, sin profundizar en los matices, ni el contexto en el que se produce.
Hay ciertos episodios o personajes tan asentados en el imaginario popular que resulta ya difícil alterar su significado o su alcance. El Cid, los Tercios, la conquista de América, la Armada Invencible, el atraso cultural, la decadencia del Imperio… son episodios de una importancia superlativa en la historia española, de los que, por lo general, tenemos un conocimiento superficial y poco ajustado a la realidad. Un claro ejemplo de esta actitud lo hallamos en la compleja relación del español con su Armada.
A diferencia de las empresas terrestres, conocemos mejor nuestras derrotas (la Gran Armada, los ataques de los piratas ingleses o Trafalgar) que nuestras victorias navales, quizás con la excepción, honrosa, de Lepanto y de la batalla de Cartagena de Indias. Este fenómeno resulta sorprendente, pues el Imperio español fue, en cierto modo, un imperio marítimo que se construyó en torno a los océanos y dependía del comercio transoceánico. No estamos particularmente orgullosos de nuestras fuerzas navales ni consideramos que hayan contribuido tanto al desarrollo de la Monarquía Hispánica como, por ejemplo, los Tercios. La realidad es, sin embargo, bien distinta: la flota española fue, durante varios siglos, si no la primera potencia náutica, una de las tres más importantes (sentir quizás no unánime, pero bastante generalizado).
Si la Armada es, de suyo, poco conocida entre nosotros, al alejarnos de los siglos XVI y XVII su imagen se vuelve más oscura y se liga a la decadencia. Muchos creen que, tras 1648 o incluso antes, el Imperio se derrumbó y entró en una fase de repliegue o retroceso (visión discutible, pues se mantuvo hasta principios del XIX). Esta percepción se aplica a la flota española, con la consecuencia de admitir que había llegado a su ocaso y que apenas podía hacer frente a enemigos más poderosos, que terminarían por controlar los mares. La realidad, repetimos, fue otra y a aquella visión pesimista se enfrenta el historiador Rafael Torres Sánchez en su obra Historia de un triunfo. La Armada española en el siglo XVIII*, trabajo que busca revertir la idea que tenemos de nuestra flota y explicar su importancia y su organización.
Como indica el autor, “este libro quiere precisamente dejar atrás esta visión finalista —y fatalista— de que Trafalgar tenía que ocurrir y tenía que ser una derrota española, con la irremediable vuelta al retraso. Si nos alejamos de esa interpretación determinista y nos limitamos a explicar la realidad histórica, a profundizar en su contexto histórico preciso, surge un mundo diferente y aparece ante nosotros una poderosa Armada, propia de una superpotencia global. Una Armada que era capaz de sostener un imperio que no decaía y que seguía extendiéndose por todos los mares del mundo. Una Armada que estuvo en vanguardia tanto por el número de buques operativos como por la tecnología con la que se construían y los oficiales y tripulaciones que la gobernaban. Son muchos los investigadores que, en los últimos años y desde puntos de vista incluso contradictorios, comienzan a mostrar otra imagen: la de una verdadera Edad de Oro de la Armada. Nunca antes en la historia de España, ni tampoco después, España logró disponer de una Armada como la que la sociedad española logró crear en el siglo XVIII”.
Es de rigor felicitar a Desperta Ferro por la espectacular edición de la obra. Pocas editoriales se atreverían a publicar un libro tan ambicioso (y costoso) sobre un tema tan poco conocido. Las infografías, las ilustraciones y las imágenes que acompañan al texto del profesor Torres son magníficas y ayudan a contextualizar las tesis que defiende el libro. El volumen está cuidado hasta el mínimo detalle y es exquisito en su realización. Se nota que lo han llevado a cabo especialistas que saben lo que hacen y a quienes les gusta su cometido. No son muchas las obras en el mercado que alcancen tal grado de alta divulgación y trabajo artesanal.
El propósito de Rafael Torres queda claro desde sus primeras páginas: analizar cómo era la Armada española en el siglo XVIII, a tenor de las nuevas interpretaciones historiográficas, y demostrar cómo mantuvo (e incluso incrementó) su poderío naval tras la pérdida de La Habana en 1762 y a lo largo de aquella centuria. Con este fin, estructura el libro en capítulos temáticos que exploran elementos de la marina hispana agrupados en tres grandes bloques (“Buques”, “Marinos” y “Trabajar, vivir y morir en la Armada”). Cada uno de ellos tiene su propia autonomía frente a los demás y ofrece una imagen parcial de lo que fue la Armada. No hay un orden secuencial, de manera que se puede empezar por el apartado que se prefiera, sin que ello adultere la información recibida.
A diferencia de otros trabajos en los que se solo se abordan batallas o decisiones políticas, la obra del profesor Torres es más compleja cuando se adentra en las entrañas de la Armada española. El libro desciende a detalles en apariencia insignificantes, pero de una enorme importancia: ¿de dónde se obtenía la madera para construir los buques? ¿cómo era la alimentación de la tripulación en una travesía? ¿dónde se botaban los navíos y qué consecuencias tenían en las ciudades con astilleros? ¿de dónde procedían los marineros? ¿cómo se desarrollaba un combate en alta mar? Estas y otras muchas preguntas conforman la esencia de la obra. Tesela a tesela, el autor va construyendo un ilustrador mosaico que nos ayuda a comprender cómo era la Armada en el siglo XVIII. A medida que avanza en este proceso, desvela la “gesta” que supuso la reconstrucción de la flota y el esfuerzo económico y social que implicó para la sociedad española. De ahí que, como el propio título de la obra recoge, se hable de triunfo.
Rafael Torres huye de cualquier estereotipo o lugar común y no cae en el elogio fácil o en la apología vana. Muestra los éxitos, las miserias y las debilidades de la Armada en el conocido como Siglo de las Luces (aunque se centra, sobre todo, en el período comprendido entre 1762, cuando los españoles son derrotados contundentemente en La Habana, y 1805, cuando vuelven a ser vencidos en Trafalgar). Su investigación y los datos que de ella extrae revelan los logros obtenidos en esos años, cuando, a pesar de aquellas dos derrotas, la flota española podía mirar de tú a tú a las otras grandes potencias marítimas del mundo.
Rafael Torres Sánchez (Cartagena, 1962) es catedrático en la Universidad de Navarra. Su investigación se ha centrado en la historia militar del siglo XVIII. En la actualidad coordina Red Imperial Contractor State, un grupo internacional de investigadores sobre la movilización de recursos para la guerra durante la Monarquía Hispánica del siglo XVIII. Entre sus monografías destacan El precio de la guerra: El estado fiscal-militar de Carlos III, 1779-1783 (2013), Constructing a Fiscal-Military State in Eighteenth-Century Spain (2015), Military Entrepreneurs and the Spanish Contractor State in the Eighteenth Century (2016).
*Publicado por Desperta Ferro, septiembre 2021.