UNIZAR - ANTIGUEDAD COMO PARADIGMA

La Antigüedad como paradigma. Espejismos, mitos y silencios en el uso del mundo clásico por los modernos
Laura Sancho Rocher (Coord.)

La historia, o la memoria que tenemos de ella, ha sido utilizada en incontables ocasiones como instrumento político. Acudir al pasado para encontrar la legitimación que el presente les niega es una práctica habitual de muchos dirigentes políticos. Repasen las noticias de los últimos días, ahora que estamos en campaña electoral, y verán como las referencias a nuestra historia (ya sea cercana o remota) son constantes. Por desgracia, este uso es partidista y se apoya en imágenes preconcebidas obviando la realidad histórica. La memoria colectiva crea una iconografía muy poderosa que, hábilmente manipulada, se convierte en instrumento mucho más influyente que cientos de páginas de programas electorales.

Este proceder no es, además, algo novedoso que los prolíficos asesores de imagen hayan inventado recientemente sino que viene utilizándose desde tiempos inmemoriales. Sus riesgos están a la vista cuando tienden a crear mitos y leyendas que nada tienen que ver con la realidad, o a construir arquetipos de imposible reproducción. Utilizar el pasado como herramienta de legitimación puede degenerar en un peligroso juego de medias verdades e ideas proyectadas que poco tienen que ver con la historia y mucho con la manipulación.

Quizás en los últimos años las alusiones a la Antigüedad hayan disminuido en la arena política si las comparamos con los siglos anteriores, fenómeno provocado en gran parte por el desconocimiento, hoy generalizado, de aquel período. Roma y Grecia fueron el punto de referencia de un considerable número de políticos que vieron en la Esparta de Leónidas, en la Atenas de Pericles o en la Roma de Cicerón los modelos ideales de sociedad. Ya en el siglo XVIII, la conocida como “querella de los antiguos y modernos” ahondó en la controversia entre la imagen idealizada de un pasado inigualable frente a los avances alcanzados bajo la Ilustración.

La obra colectiva La Antigüedad como paradigma. Espejismos, mitos y silencios en el uso del mundo clásico por los modernos*, coordinada por la catedrática de Historia Antigua de la Universidad de Zaragoza, Laura Sancho Rocher, analiza el uso tergiversado e interesado que se ha hecho del mundo clásico por polemistas, teóricos, políticos y, lo más preocupante, por los propios historiadores. Como explica la profesora Sancho en el prólogo del libro, “Las contribuciones recogidas en este libro siguen la pista tanto a los resultados de las construcciones conscientes que desde el poder fabrican quimeras modélicas que ubican en el pasado o dan pie a memorias colectivas […] como a la tendenciosidad de los profesionales que modelan sus lecturas historiográficas al servicio de un objetivo político o ideológico concreto”.

MUSSOLINI HITLER ANTIGUEDAD COMO PARADIGMALa obra tiene su origen en las conferencias impartidas durante el curso de verano celebrado en la Universidad de Zaragoza en septiembre de 2013. Como toda obra colectiva prima la disparidad de sus contribuciones, tanto en calidad como en contenido. El eje, obviamente, lo constituyen las particulares interpretaciones que se han hecho de la Antigüedad en diferentes momentos de la historia (durante la Ilustración o durante el apogeo del fascismo, por ejemplo). El marco temporal es bastante dilatado y abarca desde el siglo XVIII hasta nuestro días. Los temas estudiados abordan cuestiones heterogéneas y el enfoque que cada autor da a su aportación difiere del resto de colaboraciones. A pesar de estar escritos por especialistas, la mayoría de los trabajos son bastante accesibles para cualquier lector, además de interesantes.

Detrás de cada capítulo se encuentra el eterno litigio entre mito, leyenda, memoria e historia. Citando nuevamente a la coordinadora de la obra, “De lo que en este volumen nos ocupamos, no obstante, no es exactamente del estatuto de la historia como ciencia, sino de las circunstancias en las que incluso muchos historiadores profesionales, conscientemente, ejercieron y siguen ejerciendo de creadores de relatos ‘míticos’, de contenido moral o ejemplar, con la intención, ante todo, de que la historia sea ‘útil’ de forma inmediata a la idea o proyecto que representan, a los poderes existentes, o a algunos personajes contemporáneos”. La construcción de estas ficciones —no se les puede llamar de otra forma— tiene como objetivo distorsionar el pasado para adecuarlo a unos intereses del presente. Normalmente este proceder es intencionado, pero también puede suceder que el historiador, condicionado por sus propias creencias y entorno, construya un relato irreal o parcial pero que él considere verídico.

El uso torticero de la historia fue una práctica muy habitual durante la primera mitad del siglo XX. El fascismo se apoyó en la Antigüedad para construir su iconografía y su propaganda. Dos trabajos de la obra (“La Roma del fascismo” de Antonio Duplá Ansuategui y “Roma nacionalsocialista” de Salvador Mas Torres) ahondan en las pretensiones de los regímenes totalitarios por transmitir una imagen sesgada del pasado que se ajustase a las de su ideología y la legitimase. Pero no solo el fascismo aprovechó la historia para justificar sus reivindicaciones. Pedro López Barja de Quiroga explica en el capítulo Leo Strauss y la Antigüedad neocon cómo la escuela neoconservadora nacida en los años treinta del siglo XX en el City College de Nueva York retorció el mundo clásico para ajustarlo a sus ideales y cómo todavía hoy lo sigue tergiversando. En los últimos años ha aparecido también una corriente que quiere recuperar una cierta herencia céltica, más mítica que real, como signo de identidad propio frente al multiculturalismo imperante: Silvia Alfayé aborda este fenómeno en el capítulo Imposturas célticas: celtismo, estereotipos salvajes, druidas, megalitos y melancolías neoceltas.

LA APOTEOSIS DE HOMERO ANTIGUEDAD COMO PARADIGMAFrente a la burda manipulación de la historia, a veces nos acercamos a ella de buena fe pero de forma sesgada, resaltando aquellos pasajes que nos beneficien y obviando el resto. Los capítulos Esparta como modelo y contramodelo en la Ilustración de César Fornis; El legado confederal griego en la Constitución de los EE.UU. de Clelia Martínez Maza; y La Historia de Grecia de Georges Grote y la Atenas de los liberales de Laura Sancho Rocher, exploran cómo a lo largo de los siglos XVIII y XIX la imagen idealizada de la Grecia clásica, ya sea la recia Esparta o la majestuosa Atenas, sirvió para modelar algunas de las nuevas corrientes de pensamiento que empezaron a surgir frente al despotismo. Hoy se ensalza la democracia ateniense pero hasta bien entrado el XIX Esparta fue el ejemplo a seguir por gran parte de los conservadores de la época, gracias a su recia disciplina, su rigor moral y su militarismo.

Los historiadores no están exentos de esta nociva práctica y muchas investigaciones, en apariencia serias, terminan por viciarse de los prejuicios propios. Tres artículos —Los mitos de Pompeya: arqueología y fantasía de Mirella Romero Recio, Cuando Hércules le espantaba las moscas a Buda. Negando el mundo grecorromano en la India de Fernando Wulff Alonso y Mujeres en el cristianismo primitivo: entre la historia y el mito feminista contemporáneo de Gonzalo Fontana Elboj— muestran que algunos investigadores acaban por imbuirse de los mitos y leyendas objeto de su estudio y obvian la realidad histórica que tienen ante sí, estirando sus conclusiones para ajustarlas a sus propias creencias. De las tres contribuciones, quizás la más llamativa sea la de Gonzalo Fontana sobre las historiadoras feministas cristianas y su esfuerzo por recomponer la imagen de la mujer en la Iglesia primitiva.

Concluimos con las últimas palabras que recoge Laura Sancho Rocher en el prólogo de la obra y que sintetizan la finalidad de ésta, a saber, la recuperación de la esencia del trabajo historiográfico: “En momentos en los que, por tantas razones, se invoca la historia con el ánimo de legitimar la consecución de objetivos disparatados, separar la historia del mito, la fábula, la leyenda o el montaje ideológico significa muchas veces desenmascarar los objetivos espurios o las vías ilegítimas de resolver problemas reales”.

*Publicado por Prensas de la Universidad de Zaragoza, noviembre de 2015.