Pocas veces en la historia un puñado de hombres conquistó tantos territorios en tan corto plazo de tiempo. Sólo los hunos con Atila, los mongoles con Gengis Khan o los musulmanes en el siglo VII pueden equipararse, en extensión, a la hazaña que los españoles culminaron en el siglo XVI. De los tres ejemplos citados ninguno tuvo que hacer frente a los obstáculos naturales y humanos que encontraron los exploradores castellanos en tierras del Nuevo Mundo, lo que convierte al descubrimiento y conquista de América en una de las gestas más extraordinarias realizadas por el ser humano. La aparente falta de modestia que parecen mostrar estas palabras constituye una muestra de la falta de conocimiento que los españoles tenemos sobre nuestra historia y lo que supuso para el mundo. Los abusos cometidos durante estos años (negarlos supondría rechazar una evidencia empírica) son el contrapunto negativo a una proeza sin parangón.
Frente a la ignorancia generalizada, y frente a los tópicos, de vez en cuando aparecen obras que buscan iluminar donde antes sólo había sombras. Una de ellas es La América de los Habsburgo (1517-
El libro de Ramón María Serrera no es una obra universitaria especializada al uso. Más bien busca ser, en palabras del autor, «¿Obra de investigación, manual universitario o monografía de síntesis sobre los dos primeros siglos de presencia institucional de España en el Nuevo Mundo? Sinceramente pienso que el presente libro participa, como su génesis y peculiaridades, de este triple carácter como tal aportación bibliográfica«. Estamos, por tanto, ante una obra de marcado carácter divulgativo, cuyo fin es servir de puente para ahondar en el estudio de una rama de la historia olvidada por muchas universidades.
A pesar de su finalidad didáctica, la calidad de la obra es incuestionable. En sus páginas encontraremos referencias a una abundante bibliografía y a las distintas interpretaciones que han realizado los expertos, junto a mapas y tablas explicativas. Hallaremos también numerosas citas de personalidades de los siglos XVI y XVII que conocieron de primera mano lo que sucedió en tierras americanas.
La estructura de la obra se compone de dos grandes bloques (uno por cada siglo) en los que se analizan todos los aspectos de la vida en el Nuevo Mundo: composición social, influencia de la Iglesia, desarrollo económico, cultura, levantamientos, conflictos políticos, etc. La división temporal en siglos es más artificial que real, aunque ciertamente a finales del XVI y principios del XVII se produjo una transformación en las relaciones entre la metrópoli y las tierras indianas, que se acentuó a medida que avanzaba el siglo. Asistimos a la evolución de una inmensa región arrebatada, casi siempre por la fuerza, a sus habitantes para acabar configurando, dos siglos más tarde, un nuevo marco político paulatinamente alejado de las directrices de Sevilla y de Madrid y que concluirá con la constitución de nuevos Estados con sus propias tradiciones, dirigidos por una clase criolla cuyos miembros se consideran ya americanos antes que españoles.
En los primeros capítulos del libro de Ramón María Serrera aparecen descritas las reacciones, tanto de indígenas como de españoles, ante la toma de contacto entre dos culturas tan dispares (el primer epígrafe lleva por título «La Conquista como choque cultural»). El mundo ensancha sus fronteras e incluye un nuevo continente aún por descubrir. Los españoles, conocedores de la existencia de otras civilizaciones diseminadas por el mundo, no esperaban encontrarse con tan vastas extensiones de tierra por descubrir y culturas tan diferentes. Para las civilizaciones precolombinas es evidente que, aisladas como estaban, la llegada del hombre blanco, a quien muchas veces se consideró un dios, tuvo un impacto extraordinario.
«La Conquista como proceso» se aborda en el segundo capítulo. La llegada de los españoles no obedeció a un plan preestablecido, antes al contrario, las primeras expediciones fueron un tanto caóticas y los descubrimientos se lograron gracias a la intuición de sus capitanes. La llegada al Nuevo Mundo fue, como afirma Ramón María Serrera, una empresa pública llevada a cabo por la iniciativa privada. La monarquía concedía facilidades de todo tipo a los aventureros que osasen embarcar, cuya recompensa era incierta y sujeta a grandes peligros. A medida que se suceden las conquistas y las noticias de los descubrimientos llegan a la península, empieza a construirse un entramado institucional y legal para dar legitimidad y orden a las acciones de los conquistadores. Las Leyes de Burgos de 1512 y la figura del «requerimiento» fueron un primer intento, más simbólico que efectivo todo sea dicho. Poco a poco fueron promulgadas otras medidas que acabarán por configurar un derecho propiamente indiano.
Las civilizaciones americanas sufrieron, obviamente, los cambios sociales, administrativos y culturales introducidos por los españoles. La sorpresa y una cierta ingenuidad inicial de sus habitantes, que facilitó la expansión hispana, dieron paso al desencanto general traducido en algunas revueltas y rechazo al conquistador. No obstante, poco pudieron hacer para frenar el avance español y en apenas cincuenta años casi todo el continente había sucumbido. A partir de entonces, la conquista pasará a un segundo plano y empieza un período de consolidación o «colonización» marcado en ocasiones por la lucha entre la monarquía –
No faltan los capítulos dedicados a «La explotación de los recursos continentales», a «El Poder Real en Indias» y a «La organización de la Iglesia indiana». Sobre estos tres pilares se erige la dominación española del Nuevo Mundo. Los metales preciosos obtenidos de los yacimientos americanos son el sustento del Imperio español, pero su alcance trasciende sus fronteras y generan un sistema económico global. Este valioso tesoro no escapará al control del burocratizado reinado de Felipe II, que ejerce un férreo control sobre él (o al menos lo intenta).
La segunda parte del siglo XVI está marcada por la figura de los virreyes, verdaderos alter ego del monarca español en tierras indianas, quienes construirán un entramado administrativo similar al de la metrópoli. La Iglesia, por su parte, jugó un papel muy activo en la colonización, y poco tiempo transcurrió hasta que la organización eclesiástica se estableció de forma paralela a la administrativa, con sus archidiócesis y diócesis repartidas por todo el continente. La actuación de los misioneros fue sin duda relevante, y buena parte de ellos presionaron para que se respetaran las condiciones de vida de los conquistados.
La segunda parte del libro no es tan heterogénea. Aunque se tratan los mismos temas (economía, sociedad, cultura), todos quedan subordinados a dos cuestiones claves: las relaciones entre la metrópoli y las colonias y la aparición de una nueva realidad social encabezada por los criollos. La imagen que ha perdurado del siglo XVII es la de una crisis generalizada, cuyo máximo exponente sería la radical disminución de la llegada de la flota americana, en un momento en que la monarquía necesitaba desesperadamente la plata indiana. Ramón María Serrera amplia esta interpretación y expone visiones alternativas. Nos muestra un continente cada vez menos dependiente de la península y consciente de su propia identidad. La aparición de nuevas potencias coloniales (las Provincias Unidas e Inglaterra) obligó a los gobernantes de la Colonia a desviar mayores recursos a su defensa y a crear un mercado autosuficiente.
A partir de ese momento, los criollos (descendientes de los conquistadores nacidos en el Nuevo Mundo y en muchos casos ennoblecidos) empiezan a cuestionar la autoridad española, desprestigiada por la corrupción endémica que corroe toda la Administración, y, gracias a la venalidad de los cargos públicos, acceden a posiciones más altas en la jerarquía social. Preparan de este modo el terreno para su independencia que tendrá lugar un siglo más tarde.
Ramón María Serrera (Sevilla, 1948) es catedrático de Historia de América de la Universidad de Sevilla y fue presidente de la Asociación Española de Americanistas desde 1989 a1992. Ha sido profesor en las universidades de Cádiz y Córdoba y catedrático en las de La Laguna y Granada. Es autor de más de un centenar de publicaciones americanistas, que incluyen veinte y cinco libros y monografías entre las que destacan Tráfico terrestre y red vial en las Indias Españolas, El Modelo de Organización y Administración del Espacio Colonial en el Nuevo Mundo o Las Cortes de Cádiz y la Imagen de América. La Visión Etnográfica y Geográfica del Nuevo Mundo.
*Publicado por el Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Sevilla (2º Edición), septiembre de 2013.