La historia de España está repleta de figuras legendarias. Curiosamente, muchas de ellas no siempre han representado lo mismo a lo largo del tiempo. En función del momento en el que se rememoran, pueden haber simbolizado una cosa y la contraria. Así ha sucedido con personajes tan conocidos como el Cid, Isabel la Católica, Cervantes, Manuela Malasaña, Prim… La lista sería interminable. Esta tendencia se asocia, normalmente y por desgracia, a los frecuentes intentos políticos de utilizar la historia como instrumento propagandístico o legitimador. Amoldar una percepción del pasado para que se ajuste a los intereses del presente es una de las prácticas habituales en la arena política, más vigente que nunca. También la literatura o las artes han utilizado estos ejemplos para trasladar sus propios mensajes.
Uno de los sucesos de nuestro pasado que se ha manipulado y tergiversado reiteradamente es la revuelta comunera. En función de quién y cuándo lo aborde, obtendremos una explicación u otra. Por lo demás, el conocimiento del gran público sobre sus causas y su desarrollo es bastante limitado. Más allá de unas nociones generales (por ejemplo, que sus líderes fueron Padilla, Bravo y Maldonado o que fueron derrotados en la batalla de Villalar y posteriormente ajusticiados), predomina una ignorancia generalizada. Y no es que carezcamos de fuentes, pues existe una copiosa documentación que narra con detalle (aunque también con contradicciones e incluso falsificaciones) lo sucedido a principios de 1520. Tampoco faltan estudios sobre el levantamiento: por el contrario, hay bastante producción académica sobre él.
El profesor Fernando Martínez Gil, en Juan de Padilla. Biografía e historia de un mito español*, se enfrenta a la figura de uno de los protagonistas de las Comunidades, quizás el que mejor represente este movimiento. El suyo es un trabajo exhaustivo, que ofrece una imagen muy completa tanto del marco personal como del contexto histórico en el que se desarrolló la vida del líder comunero. A la vez, presta atención a la creación de su leyenda y a cómo se ha perpetuado a medida que pasaban los siglos.
Así explica el autor la imagen que se tiene sobre su biografiado: “Juan de Padilla es uno de los personajes de obligada aparición en todas las historias de España, tanto en las divulgativas como en las más académicas, en las de cariz nacionalista y en las de corte crítico y analista. Todos los españoles saben, desde la escuela, que Padilla, Bravo y Maldonado, capitanes de las Comunidades de Castilla, fueron ajusticiados en la plaza de Villalar después de haber sido derrotados por los ejércitos de Carlos V. Pero, deshumanizada por su conversión en mito, es muy difícil deslindar la persona real del héroe, los datos históricos de las interpretaciones tendenciosas. A la natural disputa por la posesión del relato histórico verdadero en toda guerra civil, como lo fueron las Comunidades, habría que añadir la falsificación o, mejor, la composición de documentos supuestamente originales según las pautas literarias y retóricas con que historiadores y cronistas imitaban a sus modelos clásicos. Algunos documentos contenidos en las crónicas pueden ser cotejados con los papeles que aún custodian los archivos, pero de otros muchos sólo nos queda aceptar o no la fiabilidad de su relator. No puede ser ésta, como sí lo son otras más afortunadas, la biografía de alguien que dio su propia versión de sí mismo, pues Padilla no fue ni un escritor ni un intelectual, jamás publicó una obra impresa y solamente se conservan los textos de algunas cartas por él escritas. El grueso de la información que se tiene sobre su persona procede de testimonios interesados, de personas que le conocieron en algunos casos o que simplemente fueron sus coetáneos y antagonistas; y en igual o en todavía mayor medida, de fabulaciones posteriores, ora empeñadas en desmedrar su figura, ora en ensalzarla hasta elevarla a la categoría de símbolo, bandera o referencia utópica”.
Fernando Martínez estructura su obra en torno a tres grandes bloques. El primero ahonda en los orígenes y en el contexto familiar del protagonista; el segundo detalla el papel que Padilla jugó en las Comunidades y el tercero analiza la conversión en mito del personaje. A través de esta triple mirada se reconstruye la fascinante vida del biografiado que, sin pretenderlo, trascendió las fronteras temporales del siglo XVI para erigirse en figura clave de la historia moderna de España.
Los escasos datos de los que disponemos sobre la vida personal de Juan de Padilla contrastan con la abundante información sobre su linaje. Nuestro protagonista no era, como a veces se ha intentado trasladar, un humilde trabajador que se rebela conta el monarca para defender los privilegios castellanos. En el linaje de los Padilla figuraban distinguidos miembros que ocuparon cargos importantes, como el Adelantamiento Mayor de Castilla (que llegaron a patrimonializar) o el maestrazgo de la orden de Calatrava. Por supuesto, la obra también da cuenta de su estrecha relación con la ciudad de Toledo, de la que Padilla fue regidor y capitán de armas, y de su matrimonio con María Pacheco, también elevada a la categoría de mito. El autor dedica casi doscientas páginas a narrar el contexto familiar del personaje, antes de profundizar en el estallido de la revuelta comunera.
El relato de la participación de Juan de Padilla en las Comunidades sirve, al mismo tiempo, para enmarcar esta rebelión en los sucesos que se produjeron en España tras la llegada al trono de Carlos I. A través del estudio de las crónicas y de los documentos que se conservan (algunos de los cuales han de analizarse con bastante cautela, pues su verosimilitud es cuestionable), Fernando Martínez recorre los hitos más importantes de este acontecimiento. Analiza las causas del descontento castellano, el propio levantamiento, las luchas intestinas entre los sublevados, la reacción realista y los distintos combates hasta la derrota final en Villalar. Padilla fue una de hombres más visibles del conflicto y jugó un papel decisivo, aunque la obra contextualiza su labor sin caer en excesos, ni dejarse arrastrar por su legado.
Una vez construido el perfil de nuestro personaje, la obra se adentra en la elaboración del mito que ha perdurado hasta hoy. Fernando Martínez analiza cómo la figura de Juan de Padilla ha evolucionado en las artes o en los libros de historia, sobre todo en el siglo XIX, cuando se convierte en una verdadera leyenda. Muchas de estas representaciones tienen un trasfondo político, que ha perdurado hasta el siglo XXI. No sería de extrañar que, más pronto que tarde, algún partido político intente apropiarse, una vez más, de Juan de Padilla.
Fernando Martínez Gil, doctor en Historia Moderna y licenciado en Antropología y Etnología de América, ha sido profesor titular de Historia Moderna en la Facultad de Humanidades de Toledo (Universidad de Castilla-La Mancha). Ha investigado en diversos campos, como la historia de las mentalidades (Muerte y Sociedad en la España de los Austrias, 1993; La muerte vivida. Muerte y Sociedad en Castilla durante la Baja Edad Media, 1996), la historia sociocultural (El Corpus Christi y el ciclo festivo de la Catedral de Toledo, 2014), y la historia urbana y local, especialmente centrada en la ciudad de Toledo (Toledo y la crisis de Castilla, 1987; Historia de Toledo. El Antiguo Régimen, 1997 y 2010; La invención de Toledo. Imágenes históricas de una identidad urbana, 2008; o Una historia de Toledo, 2017). En los últimos años ha trabajado en las biografías de María Pacheco y de Juan de Padilla: a la primera dedicó la monografía La mujer valerosa. Historia de doña María Pacheco, comunera de Castilla, 2005, a la que se suma ahora la del caudillo comunero.
*Publicado por La Ergástula, diciembre 2020.