GOTA A GOTA - JOVELLANOS

Jovellanos. La moderación en política
Manuel Moreno Alonso

La grandeza de un estadista se mide por sus principios y por sus acciones. Las palabras vacías y los eslóganes grandilocuentes tienen una vida muy efímera y suelen desaparecer, arrastrados por la marea del olvido. Los políticos y los hombres de Estado cuyo recuerdo permanece siglos, e incluso milenios, después de haber fallecido son quienes supieron trasladar a la realidad de su tiempo sus ideales y principios, actuando de manera resolutiva y dejando a un lado, cuando fuese necesario, sus propios intereses. Por desgracia, ese tipo de hombres parecen escasear hoy. Son pocos, por no decir ninguno, los políticos que prestan mayor atención a las inquietudes del país que a las encuestas y a los resultados de las próximas elecciones. Vivimos instalados en la inmediatez, en la resolución de los problemas a muy corto plazo, y olvidamos que las grandes transformaciones, de las que estamos tan necesitados, requieren tiempo y mucho esfuerzo pedagógico. Hoy más que nunca es necesario echar la vista atrás y buscar modelos de verdaderos hombres de Estado.

El siglo XVIII español es una fuente de inspiración para quienes quieran indagar en la grandeza perdida de España. Por supuesto, los avances fueron tímidos (no pocos quedaron en meros proyectos y en buenas intenciones) y, además, la inmensa mayoría de la población se mantuvo estática. A pesar de todo, algunas figuras, apoyadas por la corriente europea, supieron dinamizar una sociedad estancada y preparar el terreno para las novedades revolucionarias que traerá la centuria decimonónica. Sin personajes como el conde de Floridablanca, Macanaz, Feijoo, Mayans, Olavide o Aymerich no se entenderían las afirmaciones que después realizarían, en la Cádiz asediada, Agustín de Argüelles, Muñoz-Torrero o el conde de Toreno. Entre aquellos pioneros sobresale un escritor y jurista asturiano que llegará a ser, efímeramente, ministro de Gracia y Justicia. Hablamos de Gaspar Melchor de Jovellanos, figura central de la cultura y de la política hispanas de finales del XVIII y principios del XIX.

El catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Sevilla Manuel Moreno Alonso recupera la memoria del pensador ilustrado en la obra Jovellanos. La moderación en política*. Un sucinto pero intenso repaso a la vida del político asturiano, que resalta su sentido del deber y de la moderación. Como el propio autor señala, “Dado que estamos ante un auténtico pensador político empeñado en señalar los límites de las ‘virtudes públicas y privadas’ y con una obra ingente, cualquier intento de llegar a una generalización de su ideario está abocado de antemano a darnos una idea inexacta del personaje. Sobre todo, si nos olvidamos de que con frecuencia, en el caso de Jovellanos, el hombre dentro de su circunstancia también puede ser tan interesante como su obra escrita o su pensamiento en construcción de acuerdo con la realidad histórica, y su connatural espíritu de moderación. Aún cuando el historiador Gonzalo Anes lo consideró como ‘el ideólogo más coherente de la España del siglo de las luces’”.

Jovellanos se labró su carrera con tesón, inteligencia y un infatigable espíritu de trabajo. Su familia pertenecía a la nobleza asturiana, pero carecería de una fortuna reseñable, por lo que tuvo que ascender en el escalafón social del Antiguo Régimen contando únicamente con sus propios medios. Tras cursar sus estudios en distintas instituciones de Oviedo, Burgo de Osma y Ávila, concluyó su formación en la prestigiosa Universidad de Alcalá, donde entró en contacto con figuras de la talla de Campomanes o Cadalso. A los veinticuatro años (1768) y con una sólida educación, fue nombrado alcalde del crimen en la Audiencia de Sevilla. Su carrera jurídica y política (casi siempre fueron de la mano) comenzó en aquel momento y nuestro protagonista supo aprovechar su estancia en la ciudad andaluza, que se prolongaría a lo largo de una década, para introducirse en los círculos ilustrados, convirtiéndose, al poco tiempo, en uno de sus referentes.

JOVELLANOS - RETRATO DE GOYAManuel Moreno centra gran parte de su trabajo en demostrar el talante moderado de Jovellanos, su rasgo más característico y, quizás, su principal virtud. En palabras del catedrático de Historia Contemporánea: “Considerando la moderación como la virtud principal del arte de la política, Jovellanos siempre pensó que ésta, entendida como el ‘arte de gobernar los pueblos’, no podía tener otro fin que el de su felicidad. Así, al perseguir este propósito, la política tenía una finalidad similar a la instrucción, a la economía, a la moral y a otras ramas como la literatura, la historia, el derecho… Si bien, al ser un ‘arte’, no constituía principalmente una ciencia, no poseía principios generales válidos para todas las situaciones y sus ‘máximas pueden ser siempre ciertas en la teoría, pero no siempre en su aplicación’. De ahí su llamada a la sabiduría, a la experiencia histórica y a la prudencia, una idea tan arraigada desde la Antigüedad. Es decir, el concepto base de la moderación en la política”.

Destinado a ser uno de los grandes reformadores de la política española, sus proyectos y su carrera terminaron por estrellarse contra la férrea oposición de la Corte, poco propensa a cambiar el estado de las cosas y a dejar actuar libremente a un hombre de carácter tan independiente. Ya fuese María Luisa de Parma o sus adversarios políticos, lo cierto es que el paso de Jovellanos por los pasillos del poder fue efímero. El estallido de la Revolución francesa obligó a las autoridades españolas a crear un cordón sanitario y a “exiliar” de Madrid a personajes de ideas “peligrosas”. Jovellanos, uno de los perjudicados por estas medidas, tuvo que volver a su Asturias natal. Años más tarde, en 1797, Manuel Godoy le instó a aceptar la cartera del Ministerio de Gracia y Justicia, cargo que no llegó a conservar un año, pues volvió a Gijón en 1798. Sus cuitas con la Corona no terminaron aquí, pues, apenas dos años más tarde, fue detenido y encarcelado durante siete años en el castillo de Bellver, en Mallorca. El inicio de la Guerra de la Independencia le devolvió la libertad, pero, enfermo y decaído, falleció a los pocos años.

El levantamiento popular contra el invasor francés y la nueva realidad política que se impuso en España parecía ser una oportunidad excepcional para poner en práctica las ideas reformistas ilustradas, que Jovellanos defendía. No obstante, todo comenzó a torcerse muy pronto, muchos de sus amigos se pasaron al bando josefino y no pocos liberales españoles desconfiaban de él, a pesar de su reputación. La posición política del pensador asturiano, más ecléctica y menos revolucionaria que la de muchos de los diputados gaditanos, fue mal recibida y su labor en la Junta Central muy cuestionada. La caída de la Junta supuso el punto y final de la vida política de Jovellanos, quien, fiel a sus principios, tuvo como adversarios tanto a reaccionarios como a revolucionarios.

Manuel Moreno también analiza sucintamente los escritos de Jovellanos. En la introducción de la biografía, lamenta la ausencia de una obra que condense todo el pensamiento del ilustrado asturiano y que le catapulte, como bien merecía, a la fama internacional. El Informe sobre la Ley Agraria o la Memoria en defensa de la Junta Central, sus trabajos más completos, reúnen gran parte del ideario político de Jovellanos, pero, aun siendo textos técnicos o jurídicos de una erudición incuestionable, solo dejan entrever parte de su extraordinaria mentalidad, No debemos olvidar que el biografiado cultivó distintos géneros literarios como poesía, teatro y ensayos de economía, de política, de agricultura, de filosofía y de costumbres. Únicamente juntando las piezas diseminadas por incontables páginas podríamos tener una idea completa del pensamiento de nuestro protagonista.

Concluimos citando nuevamente a Manuel Moreno: “Representante de lo que se ha llamado la ‘Ilustración liberal’ española con aspectos propios del liberalismo como la defensa de las libertades y la división de poderes, Jovellanos fue el padre del liberalismo español, el precursor de la generación española de 1808. Si bien, a lo largo de una evolución política sucesiva encontramos connotaciones diferentes que van desde la época del despotismo ilustrado, como partidario de las antiguas constituciones, a las del primer liberalismo, todavía cargado de temas y términos ilustrados. Para convertirse, finalmente, en inspirador del liberalismo doctrinario posterior, cuando éste se transforma en una ideología y en un proceso político”.

Manuel Moreno Alonso es catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Sevilla y miembro de la International Napoleonic Society. Es autor de La Generación española de 1808 (1989), La forja del liberalismo en España: los amigos españoles de Lord Holland, 1793-1840 (1997), La Junta Suprema de Sevilla (2001), La batalla de Bailén (2008), Napoleón. De ciudadano a emperador (2008), José Bonaparte, un republicano en el trono de España (2008), El nacimiento de una nación (2010), La verdadera historia del asedio napoleónico de Cádiz (2011), El clero afrancesado en España: los obispos, curas y frailes de José Bonaparte (2014) y Proceso en Cádiz a la Junta Central (1810-1812) (2014).

*Publicado por la editorial Gota a Gota, marzo 2017.