Hay personajes que, famosos o conocidos en un momento de nuestra historia, con el tiempo se desvanecen del recuerdo colectivo. Sus nombres pasan inadvertidos para los libros de texto y su legado cae en el olvido. La fama es muy esquiva y cualquiera puede ser fácilmente borrado de la memoria del gran público ¿Cuántos de nuestros lectores sabrían enumerar tres datos de Fernando VI, de Enrique IV o, incluso, de Alfonso XII? Si hasta la memoria de los monarcas es relegada de la historia, más aún sucede con otras figuras que no llegaron a reinar, aunque perteneciesen a importantes casas reales. Así ocurre en España: cuando contemplamos, hoy, Las Meninas de Velázquez o La familia de Carlos IV de Goya, desconocemos cuál fue la suerte de la mayoría de los infantes que allí aparecen retratados, aunque en su día alcanzaron cierto renombre en el continente europeo.
La monarquía se ha sustentado desde tiempos inmemoriales en un complejo juego de legitimación, mercadotecnia y alta diplomacia. Los matrimonios reales eran, hasta hace bien poco, uno de los instrumentos más relevantes en las relaciones internacionales. Una buena política matrimonial podía conducir a crear un gran Imperio, y así sucedió en el caso español. Los monarcas jugaban con precaución y habilidad estas cartas y no pocos acuerdos de paz se sellaron con una boda. Los Habsburgo (tu, felix Austria, nube) fueron los máximos exponentes de las ventajas de esta práctica, con la que lograron controlar el centro de Europa durante centurias. De este modo, una princesa o un infante se convertían en un arma igual de poderosa que un ejército bien pertrechado. Si echamos la vista atrás, la mayoría de las Cortes europeas contaban entre sus miembros con algún Habsburgo. La protagonista de esta reseña se halla entre ellas.
Isabel de Austria, hija de Juana la Loca y Felipe el Hermoso, fue reina consorte de Suecia, Noruega y Dinamarca, como consecuencia de su matrimonio con Cristián II. Su vida no fue sencilla y la muerte se la llevó a una temprana edad (25 años) mientras se hallaba en el exilio. Hermana de Carlos I, la historiografía española apenas le había prestado atención, en gran parte porque su relación con España es prácticamente inexistente. El profesor Manuel Lobo Cabrera la ha rescatado del olvido en su obra Isabel de Austria. Una reina sin ventura*.
El trabajo, breve y ameno, nos sumerge en la política europea del siglo XVI. En palabras del autor: “En esta obra se intenta desentrañar un personaje tan enigmático y tan poco estudiado, al elaborar una biografía que sigue una secuencia cronológica desde su nacimiento en Bruselas hasta su muerte en la última residencia flamenca […]. Partiendo de ese recorrido documental y bibliográfico, el objetivo ha sido ofrecer una semblanza individualizada, de cierto interés, de la hermana menor del emperador Carlos, pero a la vez conformada por aquellas personas que estuvieron junto a ella en el curso de su vida, algunas de las cuales influenciaron en su comportamiento, tanto en Flandes como en Dinamarca, intentando conseguir así una síntesis de los resultados de la investigación”.
El trabajo acometido por Manuel Lobo es de gran complejidad, dadas la escasez de fuentes sobre Isabel de Austria. Por esta razón, el historiador ha debido rastrear en los archivos de media Europa para encontrar alguna información sobre la vida de la hermana del emperador Carlos. Una vida, por cierto, algo desgraciada, como se desprende del libro y recoge el autor en el subtítulo. Pertenecer a una de las casas reales más poderosas de la época no aseguraba la felicidad. Apenas conoció a sus padres y su matrimonio con Cristián II fue complicado, entre otras razones, porque el monarca nórdico vivía en una situación casi de amancebamiento con una joven noble (que murió en extrañas circunstancias). Además, el reinado de su marido fue turbulento y terminó con una revuelta que obligó a la pareja a exiliarse en Flandes y a vagar durante años por Europa, en busca de ayuda para recuperar el trono.
Manuel Lobo estructura su obra en siete capítulos. Los cuatro primeros giran en torno a la infancia, juventud, matrimonio, estancia en Dinamarca y exilio de Isabel de Austria. En sus páginas descubrimos el ambiente familiar en el que se educó y comenzamos a vislumbrar su carácter (parece que fue una mujer inteligente, curiosa, culta y comprensiva). Nos describen asimismo el papel que Isabel jugó en la política europea del momento, durante los ochos años que vivió en Dinamarca junto a su marido, en las postrimerías de la conocida como Unión de Kalmar. Finalmente, asistimos a los tres años de exilio, tras el levantamiento encabezado por el tío de Cristián II. La aproximación a estas cuestiones se realiza de forma ordenada, sintética y muy accesible para el gran público, intentando separar lo que hay de verdad y lo que es leyenda en el recuerdo de la joven reina.
Los tres últimos capítulos abordan temas dispares. Por un lado, el reinado de Cristián II desde la muerte de Isabel de Austria: el monarca danés vivió treinta años más, la mayoría de ellos recluido en los castillos de Sønderborg y de Kalundborg. Hubo un par de tentativas para que recuperase el trono, pero acabaron en sonados fracasos. Por otro lado, se indaga en el destino de los hijos de la biografiada que superaron la infancia: Juan, el heredero, murió a los catorce años, Dorotea contrajo matrimonio con Federico II del Palatinado y Cristina, casada en primeras nupcias con un Sforza y posteriormente con el duque de Lorena, se convertiría en una pieza clave de las negociaciones entre España y Francia en 1559. El último capítulo analiza los distintos retratos de Isabel y de la familia real danesa.
Nos hallamos ante un libro sencillo (son apenas 150 páginas), pero sumamente interesante. El trabajo de Manuel Lobo nos permite recuperar la figura de una reina olvidada y relegada a un plano secundario, cuya relevancia en el escenario político europeo fue innegable. Pese a su muerte prematura. Isabel de Austria dejó una impronta de inteligencia y perspicacia que no pasó desapercibida en su época. Además, junto a su imagen, descubrimos el sistema político del norte del continente y el engranaje de unas relaciones internacionales en las que los matrimonios eran una pieza esencial.
Concluimos con esta reflexión del autor, a modo de síntesis de su obra: “Isabel de Austria es una importante figura histórica, miembro de la familia real española, de la que existen pocas noticias, a pesar de haber sido hija y nieta de reyes, hermana de emperadores y ella misma reina de tres estados: Dinamarca, Noruega y Suecia; por ello extraña que en nuestro país no se le haya dedicado al menos alguna monografía a este personaje que brilló con luz propia en aquellas monarquías de Europa. En España faltan estudios biográficos que se ocupen de su actividad política durante los años que reinó en los países nórdicos, así como sus venturas y desventuras personales, relacionadas con su matrimonio, al igual que por el hecho de ser una pieza fundamental en el engranaje estratégico realizado por sus padres: Juana la Loca y Felipe el Hermoso, cuya política matrimonial de enlaces entre las estirpes reinantes habían culminado los Reyes Católicos. Es como si una tupida alfombra hubiese ocultado su persona durante siglos; sin embargo, hay que señalar que, por su nacimiento, por su formación y por sus orígenes familiares, el discurrir de esta princesa de la Casa de Austria está inmerso en el escenario de la política imperial de la época”.
Manuel Lobo Cabrera es catedrático de Historia Moderna en las universidades de la Laguna y de Las Palmas de Gran Canaria.
*Publicado por Cátedra Ediciones, enero 2019.