Decía Tolstoi en Guerra y Paz: “Habitualmente se piensa que cuanto mayor es el poder, mayor es la libertad. Los historiadores que describen acontecimientos históricos dicen que estos acontecimientos suceden por el deseo de una persona: César, Napoleón, Bismarck, etc. Aunque decir que en Rusia murieron cien mil personas matándose los unos a los otros porque así lo quisieron una o dos personas, es tan absurdo como decir que una montaña minada de un millón de puds se cae porque el último trabajador la golpea con la pala. Napoleón no llevó Europa a Rusia, pero los ciudadanos de Europa lo llevaron consigo forzándole a gobernarles. Para convencerse de esto solo hace falta pensar que se le atribuye a ese hombre el poder de obligar a cien mil personas a matarse los unos a los otros y a morir. […] Ni la voluntad de Alejandro, ni la voluntad de Napoleón, ni la voluntad de los pueblos y aún menos el sistema continental, el duque de Oldemburgo o las intrigas de Inglaterra, sino la innumerable cantidad de circunstancias convergentes de las cuales cada una podía ser llamada causa, llevó a aquello que debía suceder, a la guerra, la sangre y todo aquello que repugna al ser humano y que por tanto no puede provenir de su voluntad”.
Desde otra perspectiva, el historiador francés Marc Bloch afirmaba: “Detrás de los rasgos sensibles del paisaje, de las herramientas o de las máquinas, detrás de los escritos aparentemente más fríos y de las instituciones aparentemente más distanciadas de los que las han creado, la historia quiere aprehender a los hombres”.
La eterna (e incontestada) pregunta es qué factor mueve la historia y provoca las transformaciones que se producen a lo largo de los siglos. Hay quien lo cifra en la acción de algunos hombres de cualidades extraordinarias, cuyo influjo sobre el resto de la humanidad supuso un relevante punto de inflexión. Entre esos hombres se hallarían Alejandro Magno, César, Lutero o Carlomagno, por citar solo algunos. Por otro lado, están quienes, como Tolstoi, buscan una explicación de las transiciones de la historia en el contexto social, político o económico en el que se encuadran. Para ellos, la acción del hombre individual puede ser relevante, pero está siempre supeditada a unas condiciones impuestas por las circunstancias. Estas últimas permiten a un individuo, en particular, erigirse en cabeza visible de un cambio cuya contingencia resulta secundaria: de no haber sido él, otro lo hubiese desencadenado. Tanto el Renacimiento como la Revolución Francesa o la Primera Guerra Mundial serían fenómenos cuya explicación difícilmente puede atribuirse a uno o a varios individuos concretos.
El académico e historiador Juan Pablo Fusi aborda estas cuestiones en su obra Ideas y poder. 30 biografías del siglo XX*, decantándose en favor de la importancia del individuo. Para él, “la razón histórica es también la razón biográfica. Las experiencias de vida, los estudios de casos, los tipos de liderazgo, autoridad y poder, las trayectorias individuales, las vidas exitosas, las vidas fallidas (la vida como naufragio, por usar una última referencia orteguiana), todo ello nos enseña lo mismo: el hombre enfrentado a una situación concreta (que no otra cosa es, como sabemos, la vida)”.
Los treinta personajes que aparecen en el libro son figuras clave (sin llegar a ser calificados de arquetipos) del siglo XX, aunque alguno nació en las postrimerías del XIX. Sus biografías condicionaron indudablemente el devenir del mundo y sin ellos el presente que hoy conocemos sería probable y considerablemente diferente. Para mejor o para peor, nunca lo sabremos con certeza.
Como sucede con la confección de cualquier lista, habrá quien critique la selección llevada a cabo por Fusi, propugnando que debería haber incluido a un personaje o excluido a otro. Es inevitable. El propósito del autor, sin embargo, no es reunir a las treinta personas más relevantes de la pasada centuria, sino ofrecer un abanico de hombres y mujeres que, de una forma u otra, contribuyeron decisivamente a la conformación del siglo XX. La mayoría son ampliamente conocidos por el gran público o, al menos, por todo aquel que tenga un mínimo interés por la historia. Entre ellos hallamos a políticos (Hitler, Churchill, Mao Zedong, Jean Monnet, Ben Gurión), intelectuales (Ortega y Gasset, Sartre, Simone de Beauvoir, Hannah Arendt, Isaiah Berlin, Freud), activistas (Pankhurst, Martin Luther King, Mandela, Gandhi, Trotsky) y otras grandes figuras como Einstein, Pablo VI o Albert Camus.
Juan Pablo Fusi tiene la habilidad de combinar una sabiduría enciclopédica con una gran capacidad divulgativa. En menos de una docena de páginas consigue captar la esencia del biografiado y describir, a vuelapluma, sus rasgos más característicos. No estamos ante relatos detallados de cada personaje, ya que el autor prefiere esbozar solo los sucesos que mejor contextualicen la vida del protagonista. Al ser figuras con tanta proyección pública, la historia del siglo XX y sus biografías se entremezclan, sin dejar apenas resquicios para la intimidad. Fusi no se limita a narrar hechos en los que participan los diversos personajes, sino que intenta explorar su psique al ofrecernos un retrato psicológico de cada uno. La condición humana sale a relucir en cada una de las páginas del libro: aunque extraordinarios, no siempre fueron hombres ejemplares.
Concluimos con estas palabras del autor con las que sintetiza el propósito de su trabajo: “Los ensayos que aquí se recogen […] aspiran así a explicar, de forma fragmentada, la historia del siglo XX o, por lo menos, a plantear y entender perspectivas fundamentales del mismo: el poder del pensamiento y las ideas, el valor de la personalidad y el liderazgo en la historia, las circunstancias (muchas de ellas) políticas, intelectuales y sociales del siglo, las distintas estructuras y formas de vida pública, la pluralidad y complejidad de la vida histórica, la creciente globalización del orden mundial”.
Juan Pablo Fusi, catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad Complutense de Madrid y doctor en Historia por la Universidad de Oxford, es miembro de la Real Academia de la Historia desde 2015. Ha sido director del Centro de Estudios Ibéricos de St. Antony’s College (Oxford) y de la Biblioteca Nacional de España.
*Publicado por la editorial Turner, diciembre 2019.