Hitler: Solo el mundo bastaba
Brendan Simms

Pocos personajes del siglo XX han recibido tanta atención como Adolf Hitler. Las publicaciones que abordan su figura se cuentan por miles y todavía hoy se editan nuevos trabajos sobre el dictador nazi. Cabe preguntarse si, después de tanta tinta vertida sobre Hitler, aún se puede decir algo novedoso que haya pasado desapercibido a tantísimos especialistas. Entiéndase que nos referimos a cuestiones relevantes: banalidades se imprimen todos los días sin ningún fundamento. La respuesta a esa pregunta no es sencilla. Los hitos de su vida han sido analizados microscópicamente y, después de setenta y cinco años, es difícil (no imposible) que aparezca algún documento inédito que arroje algo de luz sobre los episodios más oscuros de su biografía. Lo que sí sigue habiendo es un cierto margen para el debate sobre la interpretación de sus actos y de sus decisiones: las posiciones historiográficas siguen enfrentadas y alientan nuevas teorías que mantienen viva la polémica sobre quién fue Adolf Hitler.

La biografía de Hitler tendría más interés en sí misma, si no fuese por las connotaciones trágicas que implicó su llegada al poder. El acenso a la jefatura de la nación germana desde unos orígenes humildes y desconocidos es un hito equiparable al acometido por figuras como Napoleón: hombres hechos a sí mismos que contaron con sus propias habilidades para prosperar y que se vieron favorecidos por el contexto que les tocó vivir. Qué duda cabe, de haber nacido en otra época, Hitler no hubiese logrado sus propósitos. Ahora bien, esa circunstancia no obsta a subrayar la capacidad que tuvo para sobreponerse a las adversidades y poner en jaque al mundo con sus demenciales proyectos. Todavía hoy sorprende y cuesta entender cómo un personaje tímido, huraño y poco atractivo pudo embelesar a un país como Alemania (posiblemente, la sociedad más culta de su época) y conducirlo a una espiral de violencia que acabó con la vida de millones de personas y con el exterminio de pueblos enteros.

Apuntábamos que la biografía de Hitler está muy trabajada y existe un relativo consenso sobre sus hitos más importantes. El debate actual versa sobre las motivaciones profundas de sus actos. ¿Qué llevó a un mediocre artista austríaco a abanderar un movimiento político totalitario? ¿Qué opinión tenía Hitler del mundo? ¿Cómo llegó a adoptar ese corpus ideológico? Aun cuando muchos ponen en tela de juicio la salud mental del dictador, las razones que subyacen en su comportamiento son, probablemente, más profundas. No se explica, en otro caso, el éxito que sus tesis aberrantes tuvieron entre la población alemana y en otras partes de Europa. Hitler se convirtió en portavoz de un sentir soterrado y visceral que recorría un mundo en plena transformación.

Prueba de que las discusiones en torno al pensamiento de Hitler siguen vivas es la nueva aproximación que realiza el profesor Brendan Simms en su obra Hitler. Solo el mundo bastaba*. Así expresa el autor el original enfoque de su trabajo: “Esta biografía reivindica tres nuevas premisas importantes e interrelacionadas. En primer lugar, que la principal preocupación de Hitler durante toda su trayectoria fue Angloamérica y el capitalismo global, más que la Unión Soviética y el bolchevismo. Segundo, que la visión de Hitler del pueblo alemán –incluso una vez expurgado de judíos y otros «indeseables»– fue muy ambivalente, reflejando un sentimiento de inferioridad respecto a los «anglosajones». Tercero, que por razones más que comprensibles nos hemos centrado demasiado en la homicida «eugenesia negativa» de Hitler contra los judíos y otros «indeseables» y no lo suficiente en lo que él consideraba su «eugenesia positiva», destinada a «elevar» al pueblo alemán a la altura de sus rivales británicos y estadounidenses. Como consecuencia, a todos se nos ha pasado por alto hasta qué punto Hitler se hallaba inmerso en una lucha mundial no solo contra los «judíos del mundo», sino contra los «anglosajones»”.

El trabajo de Simms es un monumental esfuerzo de setecientas páginas, con el que trata de desentrañar quién fue Hitler y cuáles eran sus aspiraciones y motivaciones. El historiador inglés es consciente, y así lo afirma, de no aportar datos novedosos sobre la biografía del dictador. Lo que plantea es una interpretación alternativa y, en cierto, rupturista con la historiografía tradicional, sobre quién era el verdadero enemigo (o la principal preocupación) de Hitler: Estados Unidos, Inglaterra y el capitalismo global. A medida que avanza en el relato de los distintos episodios de la vida del biografiado, el autor va describiendo la construcción del armazón mental del dictador germano y cómo elaboró un discurso enfocado a potenciar la raza alemana y a acabar con sus adversarios. Este proceso, más que originarse en ideas preconcebidas, se fue conformando con el paso del tiempo y a través de sus propias experiencias vitales. Hitler no tenía una seguridad ciega sobre la capacidad de pueblo alemán, sino dudas y temores frente al potencial anglosajón.

Una constante del trabajo de Simms es la relación de “amor-odio” que el biografiado muestra con el continente americano y con su sistema de vida, así como con Gran Bretaña. Esa relación se refleja, por ejemplo, en los sinceros intentos por llegar a algún tipo de alianza con el Imperio británico. Para el autor, la estrategia política y bélica nazi se orientaba a crear un Estado que, llegado el momento, pudiera hacer frente a los anglosajones. Con este fin, Hitler acomete un programa de transformación racial de Alemania que, por una parte, depure a la sociedad de elementos “dañinos” (judíos, principalmente) y, por otra parte, expanda las fronteras germanas para dotar al pueblo de un espacio y comodidades equiparables a las de más allá del Océano Atlántico. Para lograr estos objetivos, Hitler no dudaría en emplear cualquier tipo de acción, ya fuera diplomática, militar o genocida.

Concluimos con estas palabras del autor sobre el diseño de su obra: “Esta biografía rompe por tanto con gran parte de la idea o ideas dominantes sobre Hitler. Hitler no había puesto al pueblo alemán en un pedestal racial, sino que le obsesionaba el temor de su permanente fragilidad. No creía que Estados Unidos hubiera quedado paralizado por el derrumbe de Wall Street y aquel país siguió constituyendo un factor clave en su pensamiento desde el inicio de la década de 1920 en adelante. El libro también refuta la arraigada creencia de que el principal motor de la visión del mundo de Hitler, y la fuente de su virulento antisemitismo, fuera el temor a la Unión Soviética o al bolchevismo. En consecuencia, no acepta la crucial importancia que se cree tuvo para él el frente del este en la Segunda Guerra Mundial. El libro no ve un «pluralismo conceptual» significativo en ningún área de la política nazi, interior ni exterior, que a Hitler realmente le importara. Hitler no fue prisionero de ninguna fuerza de la sociedad alemana, de unos centros de poder rivales. Si el gobierno alemán se encontró a menudo en un estado de «caos policrático» no fue desde luego resultado de ningún intento consciente del dictador por aplicar la máxima del «divide y vencerás»”.

Brendan Simms es catedrático de Historia de las Relaciones Internacionales en la Universidad de Cambridge (Reino Unido). Entre sus publicaciones destacan Unfinest Hour: Britain and the Destruction of Bosnia (finalista del Samuel Johnson Prize) y Europe: The Struggle for Supremacy, 1453 to the Present (2013).

*Publicado por Galaxia Gutenberg, febrero 2021. Traducción de Victoria Eugenia Gordo del Rey.