España y la ciencia no siempre se han llevado bien, ni ahora, ni hace siglos. Aunque hemos tenido grandes científicos, pocos han logrado perdurar en la memoria colectiva. Conquistadores, soldados y políticos han sustituido a investigadores, intelectuales y pensadores como referentes de nuestro pasado. La imagen de una nación orgullosa y temperamental se ha sobrepuesto a la parte racional y teórica del Estado. Que no hayamos sabido honrar a nuestros sabios no significa, sin embargo, que no los hayamos tenido. La afirmación, muy extendida, de que nuestro país no ha dado al mundo grandes intelectuales es falsa y desconoce una realidad mucho más enriquecedora: hombres como Miguel Servet, Juan Caramuel, Santiago Ramón y Cajal, José Celestino Mutis, Félix de Azara, Arnau de Vilanova, Jorge Juan o Blas Cabrera han contribuido al progreso científico de la humanidad y deberían conocerse y respetarse tanto como Hernán Cortés, el Gran Capitán, Núñez de Balboa, Blas de Lezo, el Cid, el marqués de Santa Cruz o don Juan de Austria.
En el listado de científicos injustamente olvidados ha de figurar Alejandro Malaspina (Mulazzo, 1754 – Pontremoli, 1809). Si bien no nació en la Península Ibérica (fue italiano de origen), su vida se asocia a la Marina española, en la que se alistó a los veinte años. Su progresión en la jerarquía militar fue extraordinaria y recién cumplidos los treinta años ya tenía a su cargo una fragata. Sorprendentemente, su fama y su reconocimiento internacional no le llegaron por hazañas bélicas, sino por la expedición científica que capitaneó en 1789 y que le llevó a recorrer gran parte de las posesiones españolas en el planeta. Cinco años estuvo surcando los mares, en una gesta que hoy se reconoce como una de las expediciones más importantes del siglo XVIII. Por desgracia, su regreso se vio enturbiado por la política y por su enemistad con Manuel Godoy, quien acabó encarcelándolo y provocando su exilio y posterior olvido. Una vez más, la política se interpuso en el camino de la ciencia.
Coincidiendo con el segundo centenario de la muerte del marino italiano se llevaron a cabo distintos actos conmemorativos y se iniciaron varios proyectos de investigación. Uno de estos último corrió a cargo de un grupo de expertos (La expedición Malaspina: ciencia y política allende los mares) que ahora ha puesto por escrito, bajo la coordinación de Andrés Galera y Víctor Peralta, algunos de los trabajos acometidos, bajo el título Historias malaspinianas*. Como se afirma en la presentación de la obra, “El primer objetivo del programa era evaluar el impacto socio-político de la Expedición en territorio americano (la mirada americana); análisis elaborado mediante aproximaciones temáticas distintas, divergentes, comparativas. Un segundo propósito consistió en realizar una revisión historiográfica del viaje, fundamentada en la producción malaspiniana reciente: tesis doctorales, monografías, libros colectivos, artículos. Historias malaspianas aúna ambas opciones, conformando la penúltima contribución del equipo de investigación en torno a la figura del comandante Malaspina y su pasado viajero”.
Antes de describir, a grandes rasgos, las distintas aportaciones de la obra, pongámosla en su contexto. La expedición, tras un año de gestiones y preparativos, partió de Cádiz el 30 de julio de 1789 bajo el patrocinio del monarca Carlos III. La componían dos corbetas: Descubierta y Atrevida. La idea original era circunvalar el globo (algo que finalmente no se logró) y su propósito era eminentemente científico (“componer una visión completa del globo junto a sus moradores”). Por esa razón embarcaron astrónomos, médicos, naturalistas, matemáticos, entre otros tantos hombres de ciencia. Cinco años duró la travesía, durante la que viajaron desde la Patagonia hasta Filipinas, de China a México e incluso alcanzaron Alaska, para volver a la bahía gaditana el 21 de septiembre. A su regreso, Carlos III había muerto y su sucesor Carlos IV, menos propenso a las artes y las ciencias que su predecesor y más preocupado por otros avatares políticos, apenas prestó atención a los hombres de Malaspina. El olvidó se cernió sobre una de las grandes gestas de la ciencia española.
Podemos dividir la obra, siguiendo la pauta marcada por los editores del libro en su introducción, en dos grandes bloques. El primero engloba las contribuciones dedicadas a estudiar el carácter político-cultural de la expedición y comprende los epígrafes: “Descubierta y Atrevida, representación de un viaje” a cargo de Andrés Galera, que sintetiza los principales hitos de la expedición e incluye una breve biografía de Malaspina y un resumen cronológico de la expedición; “El Real Observatorio de Cádiz y las expediciones marítimas del último tercio del siglo XVIII. Hombres e instrumentos para la cartografía náutica” de Francisco José González, quien estudia la relevancia que tuvieron las matemáticas y la astronomía en la formación de los marinos españoles, así como la importancia del Real Observatorio de Cádiz como centro de enseñanza; “Relatos de primeros encuentros: ¿arqueológicamente aprovechables o descartables?” se aproxima a los datos etnográficos recabados por la expedición desde un punto de vista arqueológico; y, por último, “La proyección médico-política de la Expedición Malaspina: Francisco Flores Moreno y el plan de reforma de las instituciones sanitarias americanas” de Pepa Hernández Villalba, cuyo título da buena cuenta de su contenido.
El segundo bloque, más centrado en los aspectos historiográficos, está compuesto por tres capítulos: en “La Expedición Malaspina: un epílogo” Luis Martín-Merás Verdejo recorre las fuentes documentales, inéditas y publicadas, en torno a la travesía de los hombres del marino italiano; en “’La Meditación sobre lo bello en la naturaleza’ de Alexandro Malaspina” John Black explora, desde diversos ángulos, el texto que el comandante escribió durante su confinamiento al finalizar la expedición; y en “Malaspina entre Yakuta y Nutka (1791-1792). Historiografía española sobre la costa noroeste” Víctor Peralta Ruíz recoge la historiografía sobre la presencia de la expedición en las costas del norte de América, publicada entre 1980 y 2010.
Como todo trabajo coral, las contribuciones divergen tanto en su materia como en el punto de vista adoptado. Quizás estas diferencias se acentúen en este caso, pues se intenta dar un enfoque pluridisciplinar al libro. La obra está destinada a un público más especializado, lo que no impide que el lector profano encuentre información muy interesante entre sus páginas. No tanto sobre la expedición, que sólo se trata de forma específica en el primer capítulo, sino sobre otros aspectos relacionados con ella, como su repercusión y el tratamiento historiográfico que se le ha dado.
*Publicado por la editorial del CSIC, diciembre 2016.