Para gran parte de la sociedad occidental, la civilización, tal como la entendemos hoy, surge en la Grecia Antigua, hace aproximadamente 2.500 años. Siguiendo esta interpretación, la aparición de la cultura clásica griega sería el punto de inflexión entre la Prehistoria (incluido el Neolítico) y la Historia Antigua. Sin embargo, esta es una apreciación en gran parte equivocada. Siglos antes de que deslumbrasen Pericles, Fidias, Sócrates, Sófocles… ya habían emergido culturas avanzadas y complejas que, sin llegar a equipararse a la brillantez de los helenos, habían alcanzado un notable grado de desarrollo. Esos pueblos, que llegaron a formar grandes imperios, se hallaban a no mucha distancia de la Hélade: en Oriente Medio (o Próximo Oriente, según el interlocutor ante el que estemos). Fue en esta región del planeta, hoy tan azotada por la guerra y por la sinrazón, donde apareció lo que llamamos civilización.
En aquellas tierras, a lo largo de tres mil años, se alzaron y se derrumbaron imperios y estados, integrados por pueblos heterogéneos. El abanico temporal en el que tuvo lugar su ascenso y su caída puede sorprendernos, acostumbrados como estamos a la rápida sucesión de los acontecimientos contemporáneos. Las horquillas que manejan los historiadores para analizar esos períodos son amplísimas y abarcan, en ocasiones, varios siglos. De este modo, lenta y paulatinamente se fueron configurando sistemas políticos e instituciones administrativas que permitieron controlar grandes extensiones de terreno. A la vez, se tejía una red de contactos diplomáticos y comerciales entre los distintos pueblos, que poco tenía que envidiar a nuestro actual sistema de relaciones internacionales. Por su parte, la organización social se hacía cada vez más compleja y jerarquizada. Como puede intuir el lector, esta imagen no concuerda con la que hoy tiene gran parte del público sobre aquel período.
Una excelente forma de comprender mejor aquella época y los sucesos que tuvieron lugar durante esos tres milenios es acudir a la obra de Marc van de Mieroop, Historia del Próximo Oriente antiguo (ca. 3000-323 a.n.e.)*. El suyo es un sobresaliente trabajo de síntesis que, en cuatrocientas páginas, nos relata la evolución de las civilizaciones que poblaron esta región. El profesor de Historia de la Universidad de Columbia aúna en su obra las principales líneas y resultados de la investigación historiográfica con un estilo sencillo y accesible para los menos avezados en la materia. El resultado es un repaso histórico sumamente interesante de uno de los períodos menos conocidos de nuestro pasado.
Así explica el autor el propósito de su trabajo: “Los historiadores son como guías de viajes: al afirmar que poseen una mayor familiaridad con los países extranjeros que sus lectores, señalan lo que les resulta interesante y formulan su entusiasmo en formas que les parecen lógicas. Esperan informar a los lectores a la vez que los invitan a explorar más. Éste es también el objetivo de este libro: aportar una introducción a una materia rica y fascinante que puede examinarse de muchas maneras y desde muchas perspectivas diferentes. Es una historia, no la historia. […] El propósito no es escribir una historia definitiva de esta región y era de la historia humana, sino inspirar a los lectores a que emprendan su propio viaje por este mundo del Próximo Oriente antiguo”.
La creación de las primeras ciudades de Mesopotamia como Uruk, Ur o Nippur; la influencia de la Babilonia de Hammurabi; el advenimiento de los reinos Hitita o Mittani; la invasión de los temibles y misteriosos “Pueblos del Mar”; las incógnitas de la conocida como “Edad Oscura”; la aparición y la caída del Imperio Asirio; la dominación persa de Oriente Próximo que concluyó con la llegada de Alejandro Magno… toda esta secuencia de acontecimientos es fascinante y está recogida en la obra de Marc van de Mieroop. Durante tres mil años, estos pueblos compitieron por controlar un mismo espacio, empresa en la que a veces triunfaron y a veces fracasaron. Desaparecían y volvían a resurgir de la mano de dirigentes cuyos nombres han pasado a la posteridad (Sargón I, Nabucodonosor II, Asurbanipal o Hammurabi, por citar solo a algunos de los más conocidos).
Llama la atención, al leer la obra de Marc van de Mieroop, la abundante información de la que disponemos sobre la historia de las civilizaciones de Próximo Oriente. Miles de tablillas encontradas, así como los cimientos de los edificios y de las ciudades u otros restos descubiertos en los yacimientos arqueológicos, ofrecen datos detallados sobre la historia de aquellos pueblos. Obviamente, no son equiparables a las fuentes (especialmente, literarias) con las que contamos para estudiar Roma o Grecia, pero resultan suficientes para elaborar una síntesis bastante completa de esos tres mil años de historia. Inevitablemente, algunos períodos están mejor documentados que otros y el historiador se ve forzado, en ocasiones, a entrar en el terreno de las suposiciones cuando carece de la información precisa.
A partir de estas referencias, el autor construye su relato siguiendo un orden cronológico, pero deteniéndose a analizar la organización política y social de las sociedades estudiadas y sus características culturales y religiosas. Acompaña su exposición de mapas, imágenes y documentos que facilitan la comprensión al lector. Por cierto, Egipto no es objeto de análisis (el autor así lo advierte desde el inicio del libro) y solo aparece tangencialmente, cuando entra en contacto con las sociedades de Oriente Medio.
Marc van de Mieroop divide su obra en tres grandes bloques: “Ciudades-Estados”, “Estados territoriales” e “Imperios”. Los títulos de los correlativos epígrafes reflejan la evolución de la región a lo largo del período de estudio: de unos orígenes circunscritos a pequeñas ciudades, que dominaban un hinterland reducido, se pasa a la conformación de los grandes imperios, como el asirio o el persa. Junto a su expansión territorial, también se describe la evolución interna de esas sociedades, pues, a medida que aumentaba su poder, estos pueblos requerían estructuras políticas más complejas que permitieran afianzar su autoridad. El autor dedica muchas páginas a analizar este fenómeno, a la vez que muestra interés por aspectos que van más allá de lo político y militar, como la cultura, la forma de vida o la religión de estas sociedades.
Concluimos con esta reflexión del autor, con la que subrayamos cómo la lectura de su libro permite que nos remontemos a la cuna de la civilización, a los inicios de lo que hoy somos: “La cultura del Próximo Oriente antiguo no cesó cuando Alejandro, educado por el gran filósofo griego Aristóteles, conquistó la zona. La vida intelectual y las tradiciones políticas sobrevivieron. Se fundieron con nuevas inspiraciones y asumieron formas y significados distintos, pero su influjo perduró. Tenemos que avanzar a 74-75 e.c. para ver la desaparición del cuneiforme como sistema de escritura y mucho después todavía se seguía buscando la guía de dioses babilonios como Sin o Ishtar. Hoy seguimos dando por supuestos aspectos de la vida que las gentes del Próximo Oriente antiguo fueron las primeras en desarrollar: vivimos en ciudades, obedecemos leyes, leemos y escribimos, y mucho más. Largos siglos nos separan de ese mundo del pasado, pero sus logros siguen con nosotros”.
Marc van de Mieroop es profesor de Historia en la Universidad de Columbia (Estados Unidos). Director del Centro de Columbia sobre el Mediterráneo antiguo, es editor-fundador de la revista Journal of Ancient Near Eastern History. Autor de más de un centenar de artículos, lo es también de numerosos libros sobre diversos aspectos de las historias del Próximo Oriente antiguo y de Egipto, entre los que destacan The Ancient Mesopotamian City (1997; 1999); King Hammurabi of Babylon (2004); The Eastern Mediterranean in the Age of Ramesses II (2009), y A History of Ancient Egypt (2010).
*Publicado por la editorial Trotta, septiembre 2020. Traducción de Sara Arroyo y Andrés Piquer.