Quinientos años después de la llegada de Cristóbal Colón al continente americano, los debates historiográficos sobre el alcance de la presencia española en el Nuevo Mundo perviven e incluso se han vuelto más intensos. Solo hace falta ver las noticias periodísticas para constatar cómo aquel suceso ha transcendido la disciplina histórica para convertirse en una cuestión política. Este renovado interés ha provocado que se multipliquen los trabajos que abordan la Conquista. Hallamos opiniones que abarcan todo tipo de enfoques y planteamientos, con tesis diametralmente opuestas y contradictorias, como si estuvieran narrando acontecimientos diferentes, sin relación entre sí. Exageraciones, tergiversaciones o invenciones, por desgracia, también proliferan. Todo sirve para trasladar una realidad que poco se ajusta a lo realmente ocurrido, pero que el lector (cada vez menos crítico) toma como cierta. De este modo, se construye un relato que abandona la razón, para adentrarse en la emoción.
Aunque en los últimos años se haya acentuado la práctica de redefinir lo acaecido en América a lo largo del siglo XVI, ese no es un fenómeno nuevo. En realidad, se viene haciendo desde los albores del descubrimiento, prácticamente desde 1492. Existen numerosas crónicas sobre la conquista del Nuevo Mundo, pues muchos españoles no dudaron en poner por escrito sus peripecias. Sorprende su elevado número, si tenemos en cuenta el contexto histórico-literario en el que se encuadran. Obviamente, casi todas esas crónicas esconden un interés oculto del autor: el rigor histórico en los relatos era algo casi impensable en la Edad Moderna y se aprovechaban las páginas impresas para trasladar una realidad que fuese beneficiosa al escritor (no hemos cambiado tanto desde entonces, ¿verdad?). Ya sea para reforzar su posición ante la Corte en España, ya sea para justificar una determinada actuación o para ensalzar a su autor, lo cierto es que esos textos han de ser tratados con cuidado, sabiendo qué tenemos ante nosotros. En todo caso, constituyen documentos sumamente útiles para comprender cómo se llevó a cabo el descubrimiento de América.
Entre las crónicas que aparecieron a lo largo del siglo XVI, destaca la Historia de las Indias del religioso Francisco López de Gómara, la primera y una de las pocas que ofreció una imagen de conjunto del descubrimiento y la conquista del Nuevo Mundo. Curiosamente, nuestro protagonista nunca estuvo en América y obtuvo la información para redactar su obra de otras crónicas y de los testimonios de quienes allí habían estado. También es llamativo el hecho de que solo circulase “libremente” muy pocos años: publicada en 1552, fue prohibida al poco tiempo y así se mantuvo hasta bien entrado el siglo XVIII. A pesar de la censura, se difundió por Europa gracias a las traducciones que de ella se hicieron, convirtiéndola en uno de los textos más utilizados para conocer lo ocurrido en tierras americanas.
La Casa de Velázquez y los historiadores Monique Mustapha, Paul Roche, Louise Benat-Tachot y Marie-Cecile Benassy-Berling recuperan el trabajo de López de Gómara en una cuidada y excelente edición crítica. El libro solo recoge la primera parte de la Historia de las Indias, es decir, los capítulos dedicados al descubrimiento y a la conquista del continente americano, dejando al margen territorios que formarán el virreinato de Nueva España, cuya ocupación a manos de Hernán Cortés y de sus hombres es relatada en la segunda parte (Crónica de la Conquista de Nueva España). Además, junto a la obra del religioso español, se incluyen una serie de artículos que analizan, entre otras cuestiones, las fuentes, la historia editorial, la biografía del autor o las vicisitudes de la obra, una vez publicada.
Esta nueva edición permite diversas lecturas. Como es lógico, el eje sobre el que todo gira lo conforma la propia Historia de López de Gómara. Su texto, modernizado razonadamente por los editores para facilitar su comprensión al lector del siglo XXI, permite reconstruir cómo vieron los españoles la conquista del Nuevo Mundo. Contemporáneo de los sucesos que relata, nos ofrece un relato fascinante sobre la expansión hispana por el continente americano. Aunque muchas de las afirmaciones o datos que presenta el autor son inexactos o erróneos (los desmentirá Bernal Díaz del Castillo en su Historia verdadera de la Conquista de Nueva España), su interés no se halla tanto en la verosimilitud de la narración como en la imagen que traslada. El texto incluye numerosas notas en las que los editores contextualizan ciertos pasajes y explican otros para que el lector pueda seguir el hilo de la historia.
Junto al original de la crónica de López de Gómara, el libro incluye el estudio que los editores realizan de la Historia de las Indias. En los correspondientes epígrafes se aborda esta desde distintos puntos de vista, para ofrecernos una visión tan interesante como la propia obra, permitiéndonos comprender mejor su importancia y su marco histórico. En total, como explican los propios editores, “[…] el lector encontrará seis estudios en los que se ofrece un balance del avance de nuestros conocimientos sobre el autor, un análisis de las características y transmisión de la obra, y varios anexos que retoman documentos ya conocidos como las cédulas relativas a la prohibición de la Historia, o el análisis de documentos presentes o correlativos con la obra”. Buena parte de esos seis estudios se dedican a descubrir y analizar las numerosas fuentes que utilizó López de Gómara, quien, repetimos, no pisó las Américas y construyó su relato gracias a la información suministrada por terceros.
Otro foco de atención lo conforma la propia historia editorial del libro. La profesora Monique Mustapha dedica un capítulo a explorar las vicisitudes que atravesó la obra de López de Gómara: reeditada varias veces poco después de su primera publicación, criticada por otros cronistas y finalmente censurada. La autora indaga en estos elementos y sintetiza las principales hipótesis que hoy se formulan al respecto (el libro incluye un epígrafe con la relación de las ediciones de la Historia de las Indias que vieron la luz entre 1552 y 1749).
Concluimos con estas palabras que Francisco López de Gómara dedicaba a sus “leyentes”: “Toda historia, aunque no sea bien escrita, deleita. Por ende, no hay que recomendar la nuestra, sino avisar cómo es tan apacible cuanto nueva por la variedad de cosas, y tan notable como deleitosa por sus muchas extrañezas. El romance que lleva es llano y cual agora usan, la orden, concertada e igual, los capítulos cortos por ahorrar palabras, las sentencias, claras, aunque breves. He trabajado en decir las cosas como pasan. Si algún error o falta hubiere, suplidlo vos por cortesía, y si aspereza o blandura, disimulad, considerando las reglas de la historia, que os certifico no ser por malicia. Contar cuándo, dónde y quién hizo una cosa, bien se acierta, empero decir cómo, es dificultoso, y así suele siempre haber diferencia. Por tanto, se debe contentar quien lee historias de saber lo que desea en suma y verdadero, teniendo por cierto que particularizar las cosas es engañoso y aun muy odioso. Lo general ofende poco si es público, aunque toque a cualquiera, la brevedad a todos aplace, solamente descontenta a los curiosos, que son pocos, y a los ociosos, que son pesados”.
*Publicada por Casa de Velázquez, junio 2021.