Hay sucesos que nunca pierden su interés y sobre los que se siguen publicando obras cuyo número, en ocasiones, supera con creces todas las expectativas. Suelen ser acontecimientos trascendentales en la historia del hombre, a menudo marcados por la convulsión, la sangre y grandes dosis de heroísmo. Los historiadores vuelven una y otra vez a ellos, intentando o bien descifrar elementos que sus homólogos hayan pasado por alto o bien aportar nuevas interpretaciones sobre los mismos hechos. El lector no tendrá dificultad en identificarlos: baste recordar las dos guerras mundiales, la caída de la República romana, la guerra civil española o la conquista de América. Algunos son más recientes, otros cuentan con cientos de años de historia, pero todos tienen en común su “actualidad”. Es raro que en cada temporada editorial no tengamos un nuevo texto que los aborde.
La relevancia de esos sucesos se debe, entre otros factores, a que son el motor de la humanidad y suponen rupturas en el lento progreso de la historia. Son hitos (y, a la vez, hiatos) que marcan un antes y un después. Su origen se halla en la lenta sedimentación de imperceptibles cambios que se acumulan durante años. Aislados, apenas tienen relevancia, pero, llegado el momento, cuando su peso deviene insostenible, estallan en un torrente que todo lo arrastra. Se convierten en puntos de inflexión que acaparan todo el interés, ya sea en los textos escolares o en las estanterías de las bibliotecas y librerías. Sus características (anarquía, confusión, violencia, genialidad, creatividad) conforman, al mezclarse, un coctel explosivo que muestra lo mejor y lo peor de la condición humana. Sus protagonistas pasan a la posteridad, como héroes o como villanos, y sus nombres quedan grabados en nuestra memoria.
Entre estos sucesos destaca la Revolución Francesa. Fue el pistoletazo de salida del mundo contemporáneo. Aunque sus efectos tardaron tiempo en consolidarse, el terremoto en la política de la época fue inmediato y marcó un punto de no retorno frente a la sociedad anterior. Más tarde o más temprano, todas las naciones acabaron por sucumbir a los principios que habían defendido los revolucionarios galos. Con el tiempo, esos principios fueron transformándose y ampliándose, pero el germen sigue situándose en los últimos años del siglo XVIII y principios del XIX.
Las obras que abordan la Revolución francesa se cuentan por millares y la han analizado desde casi todos los ángulos posibles. Aun así, todavía hay obras que intentan aportar nuevas perspectivas, como sucede con la del historiador estadounidense Jeremy D. Popkin. En El nacimiento de un mundo nuevo. Historia de la Revolución francesa* no busca ofrecernos una interpretación radicalmente diferente a la que se ha mantenido hasta ahora, ni quiere romper con los enfoques de otros especialistas. Su propósito es diferente: aspira a explicar la Revolución Francesa, sus orígenes, su desarrollo y su “caída”, introduciendo en su relato elementos que normalmente se pasan por alto, como el papel de las mujeres, de los esclavos o de las clases populares. Nos hallamos ante un trabajo monumental, de más setecientas páginas, que condensa una investigación de décadas y que quiere ayudarnos a comprender el impacto de la Revolución francesa en nuestro mundo, que todavía hoy se deja sentir.
Así lo expresa el propio autor: “Más de doscientos años después de los dramáticos eventos que comenzaron en 1789, la historia de la Revolución francesa sigue siendo relevante para todos los que creen en la libertad y la democracia. Cada vez que se producen movimientos por la libertad en cualquier parte del mundo, sus partidarios afirman estar siguiendo el ejemplo de los parisinos que asaltaron la Bastilla el 14 de julio de 1789. Cualquiera que lea las palabras de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, publicada en agosto de 1789, reconocerá inmediatamente los principios básicos de libertad individual, igualdad jurídica y gobierno representativo que definen las democracias modernas. Sin embargo, cuando pensamos en la Revolución francesa, también recordamos los violentos conflictos que enfrentaron a los que participaron en ella y las ejecuciones en la guillotina. Asimismo, recordamos el ascenso al poder del carismático general cuya dictadura acabó con el movimiento”.
Las distintas obras que han abordado la Revolución Francesa ponen de manifiesto la multiplicidad de voces que intervinieron en su gestación y su triunfo. Voces que, por cierto, van y vienen, pues son muy pocos los protagonistas que lograron “sobrevivir” de principio a fin; ya sea porque fueron ejecutados, porque pasaron a un segundo plano o porque entraron en acción cuando ya se había encendido la mecha. Jeremy D. Popkin camina por esta senda y a través de su libro transitan cientos de personajes. La mayoría tienen un papel destacado en los sucesos que marcan la revolución, pero otros son meros testigos o figuras secundarias. Gracias a estos testimonios se “da vida” a la narración y se muestra cómo vio y vivió la sociedad francesa (y por extensión, la europea y la mundial) la Revolución. En esa narración destaca que los hechos se sucedieran sin un plan preconcebido, de manera que gran parte de las decisiones que hoy se estudian en los libros de historia se adoptaron de forma espontánea e improvisada, a remolque de lo que iba ocurriendo.
El trabajo de Jeremy D. Popkin no aporta, repetimos, hechos novedosos o interpretaciones radicalmente contrarias a las vigentes, pero introduce elementos que rara vez encontramos en otros estudios. Por ejemplo, el papel desempeñado por las mujeres ocupa mayor espacio del que habitualmente se le había dado; y lo mismo sucede con los esclavos, a quienes apenas se había prestado atención y a los que el historiador estadounidense busca dar mayor visibilidad y explicar cómo les afectó la Revolución Francesa.
Popkin sigue una estructura cronológica en su texto. No sitúa el punto de partida en 1789, sino que se retrotrae unos años más para contextualizar el origen de la Revolución. A partir de ese momento, sigue una línea temporal para relatar minuciosamente los principales hitos hasta la llegada de Napoleón y la lenta muerte de la República. El historiador americano se centra sobre todo en la historia política, aunque introduce elementos de la historia social y, en menor medida, de la cultural o económica. La guerra también está presente, pero no ocupa un lugar preeminente. La explicación que da de las decisiones más importantes mezcla la intervención de figuras destacadas con el comportamiento del pueblo (generalmente el parisino). Intenta así ofrecer la imagen más nítida de lo que fue la Revolución Francesa y de cómo se desarrolló.
Concluimos con esta reflexión del autor: “El hecho de que la Revolución francesa siga siendo relevante hoy día no significa que los eventos de 1789 sean simples o que puedan ofrecer respuestas claras a las preguntas de nuestros días. La nueva forma de ver algunas cuestiones, como el papel que tuvo la mujer en la Revolución, los debates de los revolucionarios sobre la raza y la esclavitud, y la forma en que la política revolucionaria prefiguró los dilemas actuales de la democracia, pueden darnos una visión diferente del movimiento, pero el mensaje de la Revolución y sus consecuencias siguen siendo ambiguos. La libertad y la igualdad significaban cosas muy distintas para diferentes personas en ese momento, como sigue ocurriendo desde entonces. Una de las lecciones más relevantes de la Revolución, primero impulsada por el crítico conservador Edmund Burke, y articulada con más fuerza por el gran teórico político del siglo XIX Alexis de Tocqueville, es que las acciones tienen, inevitablemente, consecuencias no deseadas. Sin embargo, una lección igual de importante es que a veces es necesario luchar por la libertad y la igualdad, a pesar de los riesgos que conlleve el conflicto. El respeto por los derechos individuales inherentes a los propios principios de la Revolución nos obliga a reconocer la humanidad de quienes se opusieron a ella, y también a tener en cuenta las opiniones de quienes pagaron un precio por quejarse de que el movimiento no siempre cumplía sus propias promesas. A pesar de sus defectos, la Revolución francesa sigue siendo una parte vital de la herencia de la democracia”.
Jeremy D. Popkin ocupa la cátedra William T. Bryan de Historia en la Universidad de Kentucky. Entre sus numerosos libros destacan You Are All Free y A Short History of the French Revolution.
*Publicado por Galaxia Gutenberg, septiembre 2021. Traducción de Ana Bustelo Tortella.