CATEDRA - HISTORIA ESCRITURA

Historia de la escritura
Louis-Jean Calvet

No sería de extrañar que dentro de unas pocas generaciones los hombres no sepan escribir a mano. El ordenador, las tablets y los teléfonos móviles irán paulatinamente sustituyendo al papel y al lápiz. El ser humano lleva miles de años transformando los medios mediante los que se comunica, representaciones pictográficas en una cueva, tablillas, papiros o libros, y poco a poco va adaptándose a las innovaciones tecnológicas. Hay un elemento, no obstante, que permanece inalterable: la utilización de un sistema de símbolos para canalizar el mensaje que se quiere transmitir. La fugacidad del lenguaje hablado obliga a crear un soporte escrito que perpetúe el mensaje. Por mucho que la tecnología progrese, el hombre siempre necesitará la escritura.

Otra de las peculiaridades que han traído consigo los avances técnicos (aunque en este caso más por motivos económicos) es la simplificación del lenguaje escrito. Twitter y los sms, entre otros, obligan a sus usuarios a sintetizar en pocos caracteres lo que quieren decir. Les hace falta utilizar, por tanto, abreviaturas o sustituir sílabas o, incluso, palabras por letras o símbolos homófonos. Este fenómeno, que a muchos escandaliza, es algo habitual en la evolución histórica de la escritura y la regla en algunos lenguajes no alfabéticos como el chino, si bien es cierto que nunca antes se había producido una transformación tan radical en tan poco tiempo.

La obra de Louis-Jean Calvet, Historia de la escritura. De Mesopotamia a nuestros días* condensa en apenas trescientas páginas el que quizás haya sido el mayor invento del hombre: la escritura. Como el propio autor señala al inicio de la obra, durante mucho tiempo se dividió a las sociedades entre civilizadas o no civilizadas en función de si tenían un idioma escrito o no, factor cuya aparición muchos estudiosos han aprovechado para situar la frontera entre la prehistoria y la historia. Estamos ante un libro fascinante no sólo destinado a filólogos o a lingüistas: todo aquel interesado en la historia debería leerlo para conocer un poco mejor cómo se desarrollaron las sociedades antiguas.

Calvet divide su obra en seis grandes bloques, cada uno dedicado a un tipo de escritura (cuneiforme; egipcia; china y su expansión; aparición del alfabeto y su expansión; América central; africana y numérica) a los que acompaña una breve introducción aclaratoria y un último capítulo sobre los métodos de desciframiento. La razón de este proceder la explica el propio autor: «He intentado a lo largo de este libro, en la medida de lo posible, seguir un orden cronológico en vez de dinamizarlo con el estudio del alfabeto […]. Esta elección resulta para mí importante, pues si el alfabeto puede parecernos, a ojos de los occidentales, la más acabada manifestación de la escritura, no por eso deja de constituir tan sólo una de sus formas: los alfabetos […] no suponen en modo alguno la forma más perfecto de escritura«. Este planteamiento es uno de los más novedosos que encontramos en el libro.

Piedra Rosetta - MetahistoriaLa cultura occidental está acostumbrada al uso de un alfabeto, es decir, a un sistema en el que los signos sustituyen a los fonemas de la lengua. Nos resulta difícil concebir una letra que represente algo más que un sonido concreto. Calvet ilustra esta situación al describir los primeros intentos de los misioneros españoles para descifrar el lenguaje maya. Fracasaron porque no entendían que un dibujo pudiese significar algo más que un simple fonema. La historia, sin embargo, nos muestra la complejidad y la heterogeneidad de respuestas que el ser humano ha planteado a un mismo problema.

Será en torno al 3500 a.C. cuando tengamos constancia de los primeros fragmentos escritos que se han encontrado en Mesopotamia. Siglos más tarde aparecerán los jeroglíficos egipcios y la escritura protoindia del valle del Indo. Esta dispersión cronológica de los «textos» escritos permite a Calvet plantear la hipótesis de que todas las escrituras tengan un origen común, afirmación difícil de probar y casi descartada tras la aparición de los glifos mayas. Calvet, no obstante, es más contundente al afirmar que todos los alfabetos (recordemos las diferencias entre el alfabeto y otros tipos de escritura) evolucionan a partir de un modelo inicial de origen semítico surgido durante el segundo milenio antes de nuestra era, en la región que actualmente correspondería a Siria, Líbano, Israel y Jordania. Para apoyar su teoría compara las grafías de los distintos alfabetos (que aparecen recogidas en el libro) y analiza el uso dado a cada una de ellas. Las similitudes son reveladoras.

Calvet pone de manifiesto dos notas esenciales para entender la aparición de la escritura. La primera, que es un fenómeno claramente urbano. Las inscripciones halladas siempre han estado asociadas a las ciudades y normalmente destinadas a funciones contables o legales y sólo más adelante se utilizarán para transcribir literatura. La segunda es la estrecha relación entre el poder y la escritura. Los sacerdotes, reyes o faraones fueron sus grandes impulsores. La utilizaron para controlar a sus súbditos y para perpetuarse en el tiempo. Sirva como ejemplo que la piedra de Rosetta recoge un decreto trivial del año 196 a-C. relativo al faraón Ptolomeo V.

Historia de la escritura. De Mesopotamia a nuestros días, cuyo título puede ser engañoso (cabría llamarlo mejor «Historia del origen de la escritura«), es una obra interesante, amena y sencilla de entender. Las numerosas ilustraciones que aparecen facilitan la lectura y nos ayudan a comprender mejor su desarrollo. A lo que debe añadirse una edición cuidada y muy recomendable.

Louis-Jean Calvet (Bizerta, Túnez, 1942), lingüista y ensayista francés, es actualmente profesor de la Universidad de la Provence d’Aix-en-Provence. Ha realizado múltiples investigaciones de campo en todo el mundo. Autor de más de veinte títulos, habla varias lenguas y lee un gran número de escrituras distintas.

*Publicado por la editorial Austral, septiembre de 2013.