Las historias de España y Portugal están tan indisociablemente unidas que no se pueden entender la una sin la otra. Ambas surcan, entremezcladas, siglos de convivencia en común, a veces, incluso, bajo la misma Corona. El país vecino, que surge de una escisión del reino de León en torno al siglo XII, cuenta con un pasado similar al nuestro: lucha contra los musulmanes, afianzamiento del territorio reconquistado, expansión marítima y desarrollo comercial, incipiente ilustración, lucha contra Napoleón, consolidación del Estado liberal con disputas entre liberales y absolutistas, República, dictadura y democracia. Los parecidos son evidentes. Aunque no todo fue paz y convivencia (no faltaron las guerras entre españoles y portugueses), hay más elementos que nos unen de los que nos separan. En un momento en que las fronteras cada vez son más difusas, recuperar nuestro legado común es una buena forma aunar esfuerzos.
La idea de la unidad ibérica ha sobrevolado la Península en varias ocasiones a lo largo de las últimas centurias. Políticos e intelectuales han abogado, con mayor o menor intensidad, por ella. Las dificultades para acometer el proyecto son muchas y de compleja solución, pero no insalvables. Habría mucho que ganar y apenas nada que perder. Existen asociaciones y movimientos que defienden esta posibilidad, aunque su alcance y su influencia son bastante limitados. Figuras como Sinibaldo de Mas y Sanz, Sixto Cámara, Menéndez Pelayo o Miguel de Unamuno, entre otras tantas, propugnaron, no hace mucho, un cierto tipo de “iberismo”.
Entre esas voces cabe destacar al polifacético Joaquim Pedro de Oliveira Martins, cuya Historia de la civilización ibérica*, que ahora rescata la editorial Urgoiti, se convirtió en un texto de referencia para muchos de aquellos personajes. Fue un trabajo pionero que ha devenido un clásico de la incipiente historiografía decimonónica.
Como es habitual en los libros de Urgoiti Editores, no se puede entender la obra sin el estudio preliminar que la acompaña: en este caso, realizado por el profesor Sérgio Campos Matos. En él se hallan las claves para contextualizar, historiográfica, cronológica y culturalmente, el trabajo de Oliveira Martins. No debemos olvidar que Historia de la civilización ibérica se escribió en el siglo XIX, cuando la disciplina histórica estaba en una fase incipiente y apenas desarrollada. Muchos de los postulados en los que se apoya están hoy superados e incluso alguna afirmación podrá sorprender al lector poco acostumbrado a este tipo de libros. La importancia del texto del historiador portugués no radica, por tanto, en lo acertado de sus conclusiones o en la validez de sus aseveraciones (que, obviamente, también tienen un interés incuestionable), sino en el contexto en el que aparece y en la influencia que tuvo en la sociedad de la época. De ahí que el estudio preliminar sea tan relevante para explicarnos estas circunstancias.
Señala Campos Matos que “La História da Civiliçao Ibérica debe ser vista como una respuesta, pensada durante largos años (al menos desde 1872), a tan difundida interpretación negativa de su historia y de su carácter nacional. Se entienden así las cuestiones centrales que ocupan a su autor: ¿Cuál es la originalidad de la civilización ibérica? ¿Qué caracteriza el genio peninsular? ¿Por qué razones entró España en decadencia? Eran viejas cuestiones, pero el mundo había cambiado mucho y hacía faltan nuevas respuestas”.
Veamos quién fue Joaquim Pedro de Oliveira Martins (1845-1894). Historiador, economista, antropólogo, crítico social y político, su biografía es sumamente interesante. A lo largo de su vida ocupó distintos puestos (entre ellos, administrador de unas minas en Córdoba) y en su carrera política, afín al partido socialista, llegó a ocupar la cartera de Hacienda del país vecino. Dotado de una curiosidad científica sin límites y de un conocimiento enciclopédico, su obra más conocida fue una Biblioteca de las Ciencias Sociales que, abarcando un amplio espectro de disciplinas (historia peninsular, historia nacional y ultramarina portuguesas, historia de Roma, antropología, mitos religiosos, temas de economía, etc.) tenía como objetivo generalizar un conjunto de saberes entre sus contemporáneos, dentro de un vasto proyecto de divulgación cultural y científica. También fue conocido por sus biografías históricas, además de jugar un papel muy destacado en la prensa portuguesa de la época. Perteneció a la llamada “generación del 70” junto a figuras como Antero de Quental o Eça de Queiroz y mantuvo, además, una estrecha relación con intelectuales españoles de la talla de Juan Valera, Cánovas del Castillo, Menéndez Pelayo o Pérez Galdós.
La Historia de la civilización ibérica se encuadra, como queda explicado en el estudio preliminar, dentro de esa magna obra que fue la Biblioteca de las Ciencias Sociales. Oliveira lleva a cabo un considerable esfuerzo aglutinador que aúna la historia peninsular, desde los pueblos prerromanos hasta el siglo XIX. Su originalidad no se halla en la narración histórica de los hechos descritos, sino en los planteamientos que guían el desarrollo del relato. Especial relevancia tiene el concepto de “civilización” (tan en boga en aquel momento), que hace de eje vertebrador del libro, además del encaje de los conceptos de “nación”, “imperio”, “patria” o “decadencia” en la historia de la Península Ibérica. Fue, incluso, uno de los primeros autores en criticar la visión negativa que habían trasladado historiadores anglosajones sobre el pasado español. Como ya hemos advertido, no ha de leerse el libro con las pautas actuales, sino contextualizándolo en el marco en el que fue escrito.
La estructura de la obra de Oliveira Martins sigue las pautas de la historiografía de la época. Un primer bloque analiza el “territorio”, la “raza” y el “carácter y la historia” peninsular, presentando el que será uno de los puntos cardinales de las tesis del historiador portugués: “la singularidad peninsular en relación a otras naciones del occidente europeo”. Una vez concretado el marco geográfico y el carácter genuino (y común) de todas las poblaciones de la península, comienza el relato propiamente histórico, dividido en cinco grandes epígrafes: “La constitución de la sociedad” (se estudian los pueblos prerromanos, la llegada de los cartaginenses y la romanización de la Península); “Disolución de la España antigua” (sobre el reino visigodo y de la invasión árabe); “Formación de la nacionalidad” (a caballo entre la Edad Media y Moderna, incide en la conformación de los reinos peninsulares y de sus peculiaridades); “El imperio de España” (centrado en el siglo XVI) y, por último, “Las ruinas” (que engloba desde el siglo XVII hasta la España del XIX).
Hay libros que, no obstante alcanzar un notable éxito en el momento de su publicación, con el tiempo se desvanecen de la memoria colectiva. A pesar de que el trabajo de Oliveira Martins es paradigmático, hoy prácticamente nadie sabe quién fue este destacado político e intelectual. Sin embargo, su influencia en el mundo académico de finales del siglo XIX fue considerable. Recuperar su legado es una buena forma de comprender la mentalidad y el pensar de parte de la sociedad de aquella época. El suyo es, además, un documento valiosísimo para vislumbrar la aparición la disciplina histórica en Portugal y, por extensión, en España.
Concluimos con esta reflexión de Campos Matos en su estudio preliminar: “La História da Civiliçao Ibérica expresa como ninguna otra obra el hispanismo de Oliveira Martins, el patriotismo hispánico que, como vimos, no está en contradicción con su “patriotismo real”. Para el historiador, una de pensamiento no excluía diversidad política. Así concebía una comunidad de pueblos peninsulares: una unidad espiritual que no anulaba la diferencia y las autonomías nacionales. No escondía un especial afecto en relación a un carácter nacional y a una comunidad que, a su juicio, correspondía una civilización políticamente organizada en diversas unidades políticas (Portugal y España) y tenía un destino común por cumplir. Esa comunidad podría extenderse a América y a las naciones que durante siglos habían sido colonizadas por españoles y portugueses para así cumplir de nuevo una función ideal en el mundo, en sintonía con su idealismo y con las cualidades de su heroísmo: la compresión ideal de la vida. Oliveira Martins daba así expresión a una idea de hispanoamericanismo que encontraría muchos adeptos en España y que valoraba sobre todo la historia, la lengua y la raza (en el sentido cultural y de pensamiento ético). Otrora, la misión de la Península había sido explorar el mundo; en el futuro asumiría la misión espiritual de “iluminarlo” y “animarlo con su inmenso heroísmo”.
Sérgio Campos Matos es profesor de Historia Contemporánea en la Universidade de Lisboa. Se ha dedicado al estudio de la cultura política, las historiografías y las memorias nacionales de los tres últimos siglos. Es autor, entre otros trabajos, de Historiografia e memória nacional no Portugal do século XIX (1998) e Iberismos: nação e transnação, Portugal e Espanha (2017) y coeditor de A Universidade de Lisboa nos séculos XIX e XX (2013) e Historiografia e Res Publica (2017). Coordina el Dicionário de Historiadores Portugueses, on line.
*Publicado por Urgoiti Editores, diciembre 2018.