Historia de la civilización española
Rafael Altamira

En los últimos tiempos están proliferando los libros que ensalzan el legado español. El punto de partida de esta tendencia editorial puede identificarse con las reacciones frente a la Leyenda Negra, con el consiguiente intento de combatir la “mala imagen” que aún se tenía de la Monarquía Hispánica, siglos después de su desaparición. Esta corriente ha dado paso a una visión más “positiva” en la que no se trata tanto de desmontar las mentiras de aquella leyenda, sino de resaltar los grandes hitos de nuestro pasado. Se pretende demostrar que el Imperio español no solo estaba formado por soldados o clérigos, sino que también fue mecenas de artistas y cuna de científicos y pensadores. En esa misma línea se hallan algunas monografías contrarias a las tesis que denuestan la presencia hispana en el continente americano (con una nueva ola de investigaciones que abordan la impronta española en Norteamérica). Con este propósito se han publicado numerosas obras, hasta conformar, por así decirlo, un nuevo género dentro de la historiografía española.

En realidad, esta preocupación no difiere mucho de la pregunta recurrente, que se remonta como mínimo a la Ilustración, sobre el ser y el devenir de España. Jovellanos, el padre Feijóo y otros tantos ya se cuestionaron cuál era el verdadero significado de su nación. Esta tendencia se acentuó en el siglo XIX y tuvo como punto culminante el Desastre del 98, que provocó un terremoto en la mentalidad de la época y una profunda reflexión sobre el encaje de nuestro país en Europa y en el mundo. Los debates continuaron hasta la Guerra Civil, aunque la victoria franquista anestesió la polémica y la orientó hacía una visión más homogénea y afín a sus intereses y a los principios que trataba de inculcar en la sociedad. Hubo que esperar hasta finales del siglo XX y principios del XXI para que se retomara con fuerza, sobre todo como contrapeso a los movimientos nacionalistas que cuestionaban la misma esencia de la nación española.

Entre los primeros que reflexionaron con rigor y objetividad sobre lo español se halla Rafael Altamira. Probablemente, a muchos lectores este nombre no les dirá gran cosa, y sin embargo fue una de las grandes figuras de la cultura española de principios de siglo XX, además de tener una gran influencia en el resto del mundo (fue incluso candidato al Nobel de la Paz). Jurista, académico, político… hubo de exiliarse al comenzar la guerra y ya nunca volvió a España. De su abundante producción, la editorial Urgoiti Editores ha rescatado la Historia de la civilización española, trabajo que ofrece un recorrido por la historia del país, centrando su estudio no en sucesos políticos o militares, sino en la cultura y en los elementos cohesionadores de la civilización del pueblo español.

Así lo expresa el propio Rafael Altamira: “Vuelvo ahora a explicar el propósito que ha guiado a escribir la presente Historia de la civilización, y la aspiración que a este respecto la caracteriza. Comprende esa aspiración, en primer término, una disposición nueva en cuanto al criterio al que responderán las divisiones del relato. Estas ya no pueden ser, ni dependientes de la vida política del pueblo español (sucesiones de dominadores extranjeros y de dinastías más o menos nacionales), ni estrictamente cronológicas. Lo primero es fácil de entender. Lo segundo necesita una explicación. Dado que la materia histórica que habría de ser expuesta en este relato tiene que ser, específicamente, materia perteneciente a la civilización, ya en su particularidad cultural, ya en las otras que no corresponden al orden estricto de la inteligencia, podrá darse el caso de que una unidad bien determinada de civilización coincida con un período político también determinado; así como el caso contrario de que no exista esa coincidencia o que la dicha unidad […] persista a través de períodos en que se hayan producido otras unidades, a veces diametralmente opuestas a aquellas. En consecuencia, unas y otras cabalgarán sobre dos distintas épocas cronológicas y de características predominantemente distinta”.

Altamira publicó por primera vez esta obra en 1902, pero con el paso del tiempo la fue corrigiendo y modificando, por lo que hay diversas reediciones en los años veinte, treinta y cuarenta, siendo la última la de 1945 (que es la utilizada en este libro). Aunque muchos de los planteamientos que se recogen en ella han quedado sobrepasados por los avances historiográficos posteriores, lo verdaderamente interesante del texto son las originales (para la época) tesis que esboza el historiador y las reflexiones que lleva a cabo. De ahí que, para tener una visión completa de la obra y su importancia en la disciplina histórica de nuestro país, sea tan importante el estudio preliminar a cargo de José Mª Portillo Valdés, sin cuya aportación la lectura del libro puede quedar algo incompleta y perderse matices muy importantes.

El trabajo del profesor Portillo se puede leer casi como un volumen independiente en el que se analiza la intensa vida de Rafael Altamira y sus ideas sobre la historia, España y su obra. En sus casi cien páginas, ahonda en el proceso de construcción de Historia de la civilización española, pues, como se ha expuesto, su autor reelaboró constantemente sus páginas, modulando su contenido en función de los cambios que se iban produciendo en su mentalidad. En concreto, hay dos capítulos que abordan el enfoque que Rafael Altamira dio a la presencia española en el mundo y al siglo XIX, temas que hoy siguen sujetos a controversia.

En la cita del propio Altamira antes reproducida se subraya que su obra escapa al esquema clásico de estructura de un trabajo histórico. La cronología no atiende tanto a sucesos consecutivos, sino a un criterio propio. Aún cuando España se convierte en el protagonista indiscutible del libro, qué se entiende por España y qué factores contribuyen a explicarla son los puntos más novedosos del trabajo que reseñamos. La idea de civilización que sostiene Altamira, con un significado muy cercano al de cultura aunque con ciertos matices que destaca el profesor Portillo en su estudio y el propio autor en los distintos prólogos, vertebra toda la obra, que abarca desde la prehistoria hasta las primeras décadas del siglo XX. La historia política no es marginada en la narración, pero tampoco ocupa un lugar preponderante: más bien sirve como complemento a los postulados que el pensamiento del autor nos quiere transmitir.

Concluimos con estas palabras de Jose Mª Portillo que ilustran la concepción historiográfica de Rafael Altamira: “La historia de la civilización de Altamira buscaba, como la historia general de Lafuente, a España como sujeto histórico. Sin embargo, lo hacía desde una concepción y una filosofía de la historia muy distinta, privado de todo providencialismo y de cualquier atisbo de concepción trascendente de España. Por ello, a diferencia de Lafuente, no buscaba al sujeto de su historia ya formado y dispuesto para ser narrado sino que le interesaba el proceso histórico que lo había ido conformando”.

Rafael Altamira (1866-1951) fue uno de los más destacados historiadores de la primera mitad del siglo XX. Con su trabajo y su magisterio abrió las compuertas de la renovación de la disciplina con títulos como La enseñanza de la Historia (1891), Psicología del pueblo español (1901) y, muy especialmente, una Historia de España y de la civilización española en 4 vols. (1900-1911) con la que quiso reivindicar el papel de España en el progreso de la civilización. Altamira tuvo siempre un gran interés por América, por la historia del derecho indiano y por el devenir de las modernas repúblicas americanas, que visitó y conoció en profundidad, experiencias que plasmó en propuestas como España y el programa americanista (1917), entre otros trabajos. Como jurista, fue uno de los impulsores y primeros jueces del Tribunal Permanente de Justicia Internacional de La Haya, donde dejó honda impronta. Pacifista, publicó en 1932 unas Cuestiones internacionales y de pacifismo, y fue nominado al Premio Nobel de la Paz. Tras la guerra civil se exilió en México, donde trabajó hasta el final de sus días dejando una profunda huella y una pléyade de discípulos.

*Publicado por Urgoiti Editores, octubre 2022.