Lector, no se asuste, no es este un libro que ahonde en el inescrutable pensamiento de uno de los más grandes filósofos de la historia, Georg Wilhelm Friedrich Hegel. Estamos, más bien, ante una biografía al uso. Obviamente, se abordan en ella cuestiones filosóficas, algunas de cierta complejidad, pero no se profundiza en el corpus doctrinal de nuestro protagonista. Sus avatares vitales ocupan la mayoría de las páginas de la obra y, cuando el autor se detiene para abordar temas más elevados, lo hace de forma sencilla y accesible. El objetivo de este trabajo no es desvelar los secretos de la filosofía de Hegel, sino conocer mejor al filósofo, desentrañar los interrogantes que rodean su vida (alguno de los cuales él mismo se encargó de potenciar) y explicar qué impresión tenía del mundo que le rodeaba, por entonces en plena ebullición.
Hegel fue un personaje célebre en vida (escasos pensadores de su nivel tuvieron tanta “suerte”) y participó en los grandes debates generados al calor de la Revolución francesa. Pocos períodos de la historia han sido tan interesantes como las postrimerías del siglo XVIII y los comienzos del XIX, cuando las costuras de la sociedad del Antiguo Régimen estallaron al son de la Marsellesa. Si las ideas de la Convención revolucionaron Europa, Napoleón se encargó de esparcirlas por el continente y demoler el orden establecido. Sin ir más lejos, tras una existencia de mil años, el Sacro Imperio Románico-Germánico se disolvió de un día para otro. Ya nada fue igual. Los intentos de restaurar, tras la batalla de Waterloo, el equilibrio anterior fueron espejismos que también terminaron por fracasar. Un nuevo mundo se abría de la mano de diferentes protagonistas: profesionales liberales, intelectuales, artistas, parte de la nobleza… fueron los actores principales del liberal siglo XIX.
Hegel no fue el único filósofo que vivió aquellos turbulentos tiempos. Sorprende la panoplia de célebres pensadores que deambulaban por el continente europeo a comienzos de la centuria. Kant, Benjamin Constant, Fitche, Schelling, De Maistre… son algunos nombres dentro de un elenco considerablemente más amplio. Además, nuevas corrientes de pensamiento, como el romanticismo y un muy incipiente socialismo, empezaban a rivalizar con el liberalismo o el absolutismo imperantes en la clase política. Muchos de esos ilustres personajes eran “alemanes”. Todavía no existía Alemania como unidad política, pero el sentir nacional empezaba a cobrar fuerza. No fue casual que se concentrasen tantos intelectuales en las cortes centroeuropeas: una serie de factores permitieron que la cultura y la filosofía alcanzasen niveles de política de Estado. Hegel conoció de primera mano esta nueva forma de comprender el mundo.
Jacques D’Hondt ha escrito Hegel. El último filósofo que explicó la totalidad* con el propósito de desvelar la verdadera identidad del filósofo germano, esto es, rehabilitar a Hegel tal como fue en su vida. Así lo expresa en el prefacio del libro: “Ha llegado el momento de redescubrir a Hegel. La línea de su vida ha padecido ciertas torsiones por parte de los historiadores. Se trata ahora de encauzarla, o al menos de hacer un esfuerzo en este sentido. Dedicaremos, pues, una particular atención a lo que otros han descuidado en exceso por ignorancia o por malevolencia, aceptando el riesgo de acentuar exageradamente lo contrario. Echaremos una ojeada sobre todo cuanto en general es más conocido y admitido”. Y a continuación añade: “No hay nada inocente en la vida y en el pensamiento de un gran filósofo. El lector tiene que estar sobre aviso. Este libro no aspira a agotar todos los problemas que plantea un destino como el suyo. Desea sobre todo abrir nuevas perspectivas que investigadores posteriores amueblarán mejor más tarde. Hegel es un caso abierto febrilmente una vez más, que nunca va a cerrarse de modo definitivo. Pero a pesar de las lagunas, que sin duda existen, y probablemente de algunos errores de detalle, el autor confía en restituir aquí una imagen de Hegel a la vez inquietante y seductora, viva”.
D’Hondt adopta una estructura tradicional para organizar la biografía: sigue cronológicamente la vida de Hegel, desde su infancia hasta sus últimos días (solo rompe ese eje lineal en el primer capítulo, que narra las exequias del filósofo). Con este proceder, vamos descubriendo la personalidad del biografiado a la par que la evolución de su carácter y de sus pensamientos. Resulta llamativo que la vida del pensador germano, aunque intensa, no presente episodios heroicos o estrafalarios: no hay grandes aventuras y a lo largo de sus sesenta años predomina una cierta monotonía, salpicada por acontecimientos más o menos relevantes. De no ser por su extraordinaria capacidad filosófica, Hegel apenas hubiese sido conocido y la historia le habría olvidado, como a tantos otros millones de seres que han transitado por ella. No ocupó cargos políticos, no participó en episodios destacados y tan solo tuvo por arma su inteligencia.
El reconocimiento social le llegó a Hegel a una edad tardía. No fue profesor de universidad hasta bien entrada la cuarentena (primero en Heidelberg y luego en Berlín) y previamente había desempeñado distintos cargos menores (tutor, periodista o director de un colegio). Ascender socialmente, cuando el punto de partida era una familia humilde, resultaba complicado en aquella época. Los problemas económicos, sin ser apremiantes, estaban presentes y Jacques D’Hondt explora las inquietudes del filósofo alemán a lo largo de su vida, así como sus relaciones personales, el trato con su hijo natural (al que acabó retirando su apellido), sus amigos y su matrimonio. El resultado es una personalidad compleja, pero no extraña o extravagante, a diferencia de oros renombrados pensadores.
Ya hemos apuntado que esta biografía no se adentra en la doctrina filosófica de Hegel. Sus grandes obras aparecen mencionadas tangencialmente y sus postulados tan solo se enuncian. D’Hondt prefiere inmiscuirse en el sentir “político” o revolucionario de su protagonista. En reiterados paisajes del libro analiza cuáles eran las preferencias del filósofo germano sobre los sucesos que se estaban produciendo en aquella época. Para desgranar sus inquietudes recurre a su correspondencia, a sus escritos y a toda la información disponible. A pesar de la abundante documentación, D’Hondt es muy crítico y nos advierte en reiteradas ocasiones de los matices, de las medias verdades o de los dobles sentidos que Hegel utilizaba en sus escritos. Varios capítulos están dedicados a explorar, por ejemplo, qué posición tenía sobre la Corona, la Revolución francesa o las nuevas corrientes ideológicas que ponían en cuestión los principios de la sociedad de la Restauración.
Junto a Hegel, el otro gran protagonista de la biografía es la sociedad alemana de finales del XVIII y primer tercio del XIX (y, por extensión, la sociedad europea). Hegel fue un testigo de excepción de los cambios que se estaban produciendo, a pasos agigantados, en su tiempo. Los vivió de cerca (incluso llegó a ver a Napoleón en persona, tras la batalla de Jena) y los trató en sus escritos. El autor, a la vez que relata las distintas experiencias vitales de su biografiado, las contextualiza. De este modo podemos descubrir cómo era la sociedad y cómo la lucha por dejar atrás el Antiguo Régimen e imponer los nuevos principios condicionaba la actividad política de las monarquías europeas. La vigilancia, los arrestos y las medidas disuasorias convivieron con espacios cada vez más libres para exponer teorías novedosas y, en ocasiones, revolucionarias. La biografía de Hegel está íntimamente ligada a estos sucesos.
Jacques D’Hondt (1920-2012), profesor honorario en la Universidad de Poitiers, perteneció al comité de dirección de la Hegel-Vereinigung y fue miembro correspondiente de la Academia de Ciencias de Leipzig. Sus cinco monografías de carácter especializado, dedicadas a la filosofía hegeliana, culminaron con esta biografía, aparecida en 1998.
*Publicado por Tusquets Editores, enero 2021. Traducción de Carlos Pujol.