Gettysburg
Allen C. Guelzo

Estados Unidos es un país muy dado a la hipérbole. Gracias, sobre todo, a la industria cinematográfica, ha construido mitos modernos y ha elevado a la altura de batallas legendarias enfrentamientos que, en algunos casos, no merecían tal calificativo. Al ser una nación que apenas cuenta con dos siglos de existencia (frente al pasado milenario de la mayoría de las regiones del planeta), cada hito de su historia reciente es reverenciado y ensalzado. Si recorremos el continente norteamericano, es frecuente hallar por doquier monumentos, museos o memoriales conmemorativos de algún acontecimiento allí ocurrido. Todo lo cual resulta encomiable y motivo de orgullo, especialmente si lo comparamos con el panorama español, habituado a que el pasado sea objeto de controversia, más que de respeto.

De entre los grandes episodios de la historia estadounidense, los dos más relevantes fueron la Guerra de Independencia y la Guerra de Secesión. Ambos han generado un incontable número de leyendas y conformado el imaginario popular norteamericano. La Guerra de Independencia es más conocida por el público español, conocimiento que, por desgracia, no se debe al importantísimo papel que desempeñó España en la contienda. En cambio, no prestamos la misma atención a la Guerra de Secesión (una guerra civil en toda regla), aunque su impacto en la configuración de Estado Unidos fue igual de decisivo que la anterior. Se suele creer que la lucha entre el Norte y el Sur estuvo provocada por la esclavitud, cuando, en realidad, el germen real del enfrentamiento se hallaba en las concepciones políticas tan dispares que ambas regiones defendían. El Norte se impuso después de cuatro años de dura lucha, que estuvo a punto de perder gracias al empuje de su adversario.

La Guerra de Secesión, a pesar de la épica con la que se la ha querido rodear, fue un conflicto más de los muchos que hubo en el siglo XIX, aunque destaca por su duración y por su dureza (las cifras no son del todo fiables, pero se estiman en torno a los 700.000 muertos). Los dos ejércitos, muy rudimentarios, tuvieron que improvisar sobre la marcha, pues la única experiencia militar con la que contaban era la guerra contra México, una década atrás. La mayoría de los oficiales de ambas fuerzas se habían formado en la Academia de West Point y apenas habían participado en combates masivos. El Sur tuvo la suerte de contar entre sus filas al general más afamado de la contienda, Robert E. Lee, mientras que el Norte no dispuso de nadie de su nivel, quizás con la excepción del hombre que finalmente derrotó a Lee, Ulysses S. Grant. Existe un cierto consenso en afirmar que el punto de inflexión de la guerra tuvo lugar a principios de julio de 1863, en la batalla de Gettysburg, que supuso la derrota de las fuerzas del Sur que amenazaban con tomar la capital del Norte.

La literatura sobre este famoso combate es muy abundante (más de 6000 libros o artículos), pero en España no contábamos con muchos títulos sobre él. La editorial Desperta Ferro ha venido a rellenar ese vacío con la obra de uno de los grandes especialistas americanos, el profesor Allen C. Guelzo. Su Gettysburg* ha recibido varios galardones y quizás sea el análisis más detallado y exhaustivo publicado sobre la contienda. Un extraordinario trabajo de reconstrucción para conocer a fondo una batalla que marcó la historia de Estados Unidos.

En palabras del autor, “El presente libro no ofrecerá mucho consuelo a esas convicciones, no solo porque no es posible hablar del siglo XIX estadounidense sin hacerlo de la Guerra de Secesión, y no podemos hablar de la Guerra de Secesión sin reconocer, aunque sea a regañadientes, que el hecho singular de la era del conflicto civil fue una guerra y que todos los demás asuntos dependían, ineluctablemente, de los resultados logrados por enormes masas de ciudadanos organizados para tratar de matarse unos a otros. Es más, la Guerra de Secesión americana –y la batalla de Gettysburg en particular– se dirigió con un espíritu tan amateur y una inocencia de propósito que resultaría conmovedora si ese mismo amateurismo no hubiera contribuido a hacerla tan sangrienta. A pesar de ello, sus veteranos la recordaron como una gran ocasión que consolidó «la libertad y el derecho». Aunque ha llegado a ser habitual referirse a la lucha civil en estremecedores términos, como la «primera guerra moderna» o la «primera guerra total», existen pocas cosas más impresionantes que la absoluta falta de totalidad tanto de la batalla de Gettysburg como del conjunto de la Guerra de Secesión y pocas cosas más humillantes que la desorientada y provinciana incompetencia con la que los militares estadounidenses se entregaron a la tarea de gestionar, dirigir y comandar los mastodónticos ejércitos ciudadanos que habían reunido”.

El libro de Allen Guelzo es un monumental esfuerzo por saber qué ocurrió en aquellos tres días. El análisis que lleva a cabo es colosal y sigue casi al segundo los distintos hitos de la batalla. Para el lector común, diremos que se trata de un libro de historia militar puro. Hay poca concesión a la política, que aparece de modo secundario (aunque las relaciones personales y políticas, especialmente en el ejército del Norte, tuvieron gran importancia en el desarrollo de los acontecimientos). Las casi setecientas páginas dedicadas a Gettysburg se ocupan del antes, del durante y (menos) del después de esos fatídicos días de julio. Los movimientos de las unidades, el posicionamiento estratégico de los distintos cuerpos de ambos ejércitos o las tácticas adoptadas en cada fase de la batalla absorben toda la obra. Si usted es un amante de este tipo de trabajos, el libro de Guelzo le apasionará; si no está versado en esta temática, aunque la obra es de fácil lectura, puede que se sienta algo perdido entre la apabullante cantidad de información que facilita el autor.

 

El historiador norteamericano se adentra en la toma de decisiones de los dos generales al mando de los ejércitos en liza: Robert E. Lee y George G. Meade (quien, por cierto, llevaba solo tres días al frente del Ejército del Potomac). La obra refleja cómo ninguno de ellos se sentía cómodo al inicio de la batalla, pues hubiesen preferido combatir en otro momento y otro emplazamiento. Allen C. Guelzo describe cómo se iniciaron las hostilidades y cómo se produjeron las primeras escaramuzas, hasta que estalló la lucha generalizada. A lo largo de ese proceso, los errores se sucedieron y el alto mando de cada ejército hubo de adoptar decisiones trascendentales que marcaron el sino de la batalla. El autor no rehuye el difícil cometido de calibrar si una orden fue acertada o no y emite su juicio crítico sobre cada fase del combate. Sorprende, por ejemplo, lo cerca que estuvo el ejército federado del desastre y las numerosas ocasiones en que se salvó milagrosamente de ser aplastado por los confederados.

A pesar de ser un libro de historia, el relato de los combates es muy vivo. En cada acometida se nota la tensión del momento. Las batallas en el siglo XIX distaban mucho de parecerse a las actuales: la mortandad era elevada y había que mostrar un coraje inusitado para cargar contra el enemigo sin perder el orden o la posición. Allen C. Guelzo da buena cuenta de este proceder. También resalta la confusión que rodeaba a estos combates, en los que resultaba extremadamente complicado vislumbrar cómo se iban desarrollando. Las cortinas de humo que se cernían sobre el campo de batalla, una vez que se hacía fuego, dificultaban dirigir las operaciones tácticas y acertar con la orden correcta. En Gettysburg todos estos factores se conjugaron y provocaron que los generales improvisasen sobre la marcha. Como afirma el autor, al final la victoria del ejército del Norte se debió más a los errores de Lee que a los aciertos de Meade.

Concluimos con estas palabras de Allen C. Guelzo: “[…] incluso si Gettysburg no fue decisiva en términos estrictamente militares, sí fue lo bastante decisiva para recuperar la frágil moral unionista; para mantener a raya a las fuerzas que esperaban que Lincoln pudiera ser convencido para revocar la emancipación; para hacer que la gente mirase atrás y comprendiera que la Confederación nunca sería capaz de organizar una invasión de importancia; para que la iniciativa de la guerra pasara ahora a pertenecer solamente a la Unión y para que, después de Gettysburg, el sol ya no volviera nunca a brillar para el Sur”.

Allen C. Guelzo es Henry R. Luce Professor de la época de la Guerra de Secesión y director de estudios sobre ese periodo en el Gettysburg College. Autor de Lincoln’s Emancipation Proclamation: The End of Slavery in America y Abraham Lincoln: Redeemer President, ganadores ambos del Lincoln Prize, con Gettysburg obtuvo el Guggenheim-Lehrman Prize en Historia Militar y los títulos de Mejor Libro del Año (The Economist) y Libro del Año de no-ficción (Kirkus Reviews). Sus ensayos, críticas y artículos han aparecido en numerosas publicaciones, desde la American Historical Review y Wilson Quarterly hasta diarios como The Philadelphia Inquirer y The Wall Street Journal.

*Publicado por Desperta Ferro, febrero 2020. Traducción de Javier Romero Muñoz.