La Historia está repleta de guerras en las que fuerzas abrumadoramente superiores sucumbían ante la determinación de un enemigo más pequeño. La épica de estos conflictos ha dado pie a un sinfín de leyendas y sus nombres son hoy símbolo de tenacidad y resistencia. Es probable, sin embargo, que una de esas contiendas eclipse las demás, al menos en su fama. Hablamos de la batalla de las Termópilas, en la que un pequeño contingente de aguerridos espartanos contuvo al ejército más poderoso de la Tierra: las huestes de Jerjes, rey de los persas. Aunque el mito ha distorsionado parte de la realidad y algunos detalles se han exagerado para ampliar su importancia, la gesta lograda en aquel angosto desfiladero es digna de admiración. El trágico destino que corrieron los hoplitas espartanos, con su rey Leónidas a la cabeza, permitió a la Hélade ganar un tiempo vital para reorganizar sus fuerzas y hacer frente al mayor imperio de la época.
Este acontecimiento se encuadra dentro de las conocidas como Guerras Médicas, que tuvieron lugar a principios del siglo V a.C. Las ciudades-estado de Grecia se enfrentaron al Imperio persa y aquel conflicto propició el nacimiento de la civilización occidental. La sorprendente victoria lograda por la coalición de las polis helénicas, frente a un gigante que dominaba todo el Próximo Oriente y regiones enteras de África y Asia, supuso el afianzamiento de un sistema político cuyas ramificaciones se extienden hasta nuestros días. Sin Maratón, Salamina o Platea el mundo sería hoy probablemente distinto. El triunfo permitió a Atenas y a Esparta, que habían sostenido el peso de la lucha, extender su poder por la Hélade y convertirse en las principales potencias del Mediterráneo. La derrota, sin embargo, no hundió al Imperio persa, para cuya disolución habrá que esperar dos siglos más, hasta que Alejandro Magno, rey de la Tracia y heredero de las ideas griegas, lo conquistó (con una fuerza también inferior en número).
El historiador británico Tom Holland nos aporta una fascinante reconstrucción de aquella guerra. Lo hace desde un punto de vista original, poniendo el énfasis en el Imperio persa, adentrándose en su historia y en los motivos que le llevaron a dirigir su mirada a la península griega. Así lo explica el autor: “Con este libro he querido aportar algo más que una mera narrativa; mi ambición, al seguir los pasos del propio Heródoto, ha sido pintar el panorama de todo un mundo abocado a la guerra, que incluía tanto a Oriente como a Occidente. El lector visitará Asiria, Persia y Babilonia antes que Grecia; leerá antes sobre el surgimiento de la primera monarquía global que a propósito del militarismo espartano o la democracia ateniense, y solo a mitad de libro se embarcará en el relato de las propias guerras médicas. Que una historia que tradicionalmente se ha relatado desde un solo ángulo pueda verse ahora, aunque con cierta opacidad, desde un punto de vista diferente, espero baste como justificación para haber intentado completar un nuevo relato de aquellas guerras, de por qué y quiénes la combatieron, realizado a partir de fragmentos de hallazgos dispersos y ambiguos”.
Con una gran capacidad divulgativa, Holland nos conduce por Oriente Próximo y por la Grecia de principios del siglo V a.C. La creación del Imperio medo supuso la vuelta a los grandes imperios, como el egipcio, el asirio o el babilónico, que habían gobernado la región durante centurias. Los persas, sin embargo, lograron lo que pocos pueblos habían conseguido: dotar de cierta uniformidad a la administración de todo el territorio y tener bajo control a los pueblos nómadas que periódicamente realizaban incursiones. Por esta razón, cuando el emperador Darío puso la vista en las tierras de la Hélade, hasta entonces prácticamente desconocidas y de escasa importancia, no podía imaginar la dolorosa derrota que, años más tarde, sufriría el ejército más imponente del planeta, cuyas consecuencias cambiarían el rumbo de la humanidad.
A explicar cómo alcanzaron los persas este poder se dedican los primeros epígrafes del libro. Los siguientes, aun concebidos desde la perspectiva del imperio del Este, se ocupan de Esparta y de Atenas. En ellos se aborda la conformación de las dos ciudades-estado más importantes de la región y la configuración de sus sistemas políticos. El de Esparta es más homogéneo, pero Atenas pasó por distintos regímenes, hasta consolidar el que la hizo famosa. La victoria ante el gigante medo permitió apuntalar sus estructuras, expandir su influencia y, a la vez, convertirlas en acérrimas enemigas. El resultado de esta animadversión sería el estallido de la Guerra del Peloponeso, que marcó el punto final de la Grecia Clásica, y, tras unos vaivenes, la eclosión del Imperio macedónico. En estas páginas aparecen figuras tan famosas como Licurgo, Solón o Clístenes y se describe la transformación sufrida por ambas polis.
Hechas las oportunas presentaciones, el historiador inglés se sumerge en el campo de batalla. Aquí es donde verdaderamente muestra su extraordinaria habilidad para relatar los sucesos más destacados, sin perder un ápice de carga dramática. Predomina el rigor histórico y se huye de las generalizaciones y del sentimentalismo banal, pues estamos frente a un libro de historia. De este modo, ni los griegos eran un portento de virtudes o heroicos defensores de la libertad, ni los persas unos inútiles cegados por el lujo, como alguna película ha tratado de enseñarnos. La realidad fue que el destino de Grecia pendió de un hilo (Atenas fue arrasada hasta en dos ocasiones) y, aunque la victoria se debió a varios factores, como la habilidad y la destreza de sus hoplitas, también incidieron en ella la suerte y el clima.
Tom Holland nos describe cómo fue el devenir de la guerra, centrando su atención no solo en las batallas más destacadas, sino también en las decisiones políticas y estratégicas adoptadas en cada fase del conflicto. Con la perspectiva de los siglos y desde la tranquilidad del sofá, siempre es fácil criticar los deslices. Holland no cae en ese error y explora las distintas alternativas que se ofrecían a los generales de los dos ejércitos, explicando las razones de sus decisiones, no siempre de carácter militar: el orgullo, la traición o el honor fueron factores tan determinantes en el curso de la guerra como la lógica estratégica. Al final, la victoria fue para los griegos y el historiador inglés nos explica cómo lo consiguieron.
Concluimos con esta reflexión del autor en las últimas páginas de su trabajo: “Y es que Atenas no era la única ciudad en arrogarse el título de salvadora de Grecia. Esparta, su antigua aliada y ahora su rival cada vez más amarga, podría poner en la balanza a Platea y, sobre todo, a las Termópilas. Para el resto de Grecia, los espartanos seguían siendo un modelo de heroísmo y virtud sin parangón, y nada, ni siquiera sus más espléndidas victorias, había hecho más por su reputación que el recuerdo de trescientos y su derrota ejemplar. “Tú, caminante, anuncia en Esparta / que aquí yacemos, a su ley sumisos”. Estas líneas, grabadas en un sencillo monumento de piedra, se leían en el sitio del famoso enfrentamiento final: un epitafio tan lacónico y férreo como el propio Leónidas. Y también igual de inmortal, porque de todas las batallas libradas contra los ejércitos del Gran Rey, las Termópilas se había transfigurado en una leyenda con mayor gloria”.
Tom Holland (Wiltshire, Inglaterra, 1968), titulado en inglés y en latín por el Queen’s College de Cambridge y Doctor en Historia Antigua por la Universidad de Oxford, es autor de Rubicón, con el que ganó el Hessell-Tiltman Prize de historia y fue nominado al premio Samuel Johnson. Su tercer trabajo histórico, Milenio, se publicó en 2008. En A la sombra de las espadas (2012) relata el colapso del poder romano y persa en Oriente Próximo y la emergencia del Islam. Ha adaptado para la BBC a Homero, Tucídides, Virgilio Herodoto (cuya traducción fue publicada en 2013 por Penguin Classics). En 2007, fue galardonado con el premio de la Classical Association por «ser la persona que más ha hecho por promover el estudio de la lengua, la literatura y la civilización grecorromanas».
*Publicada por Ático de los Libros, octubre 2017. Traducción de Diana Hernández.