ESFERA LIBROS - FELIPE IV

Felipe IV. El Grande
Alfredo Alvar Ezquerra

Al analizar nuestra historia, tendemos a menospreciar lo nacional y a ensalzar lo foráneo. Está práctica tan extendida se acentúa a la hora de abordar la vida de los monarcas hispanos. Somos más propensos a vilipendiarlos que a reconocer sus éxitos. Muy pocos de nuestros reyes se han librado de las críticas demoledoras y quienes lo han logrado, ha sido gracias al apoyo que brindaron a las artes (Carlos III) o a la cultura (Alfonso X), más que a sus logros políticos (que, en ambos casos, no fueron muchos). Y sin embargo, hemos tenido la suerte de contar con buenos monarcas. Salvo alguna sonada excepción, desde el siglo XV quienes rigieron el destino de la Monarquía Hispánica intentaron hacer lo mejor posible. Otra cosa es que sostener un gigante con pies de barro requiriese más que buena voluntad.

Entre los monarcas peor tratados por la posteridad se halla Felipe IV: Gonzalo Torrente Ballester, en un libro que luego sería llevado a la gran pantalla, lo describió como un rey pasmado, amén de atribuirle un gusto desmedido por las mujeres y por la buena vida. El período que le tocó vivir no fue el más llevadero, ni invita a los grandes elogios. El siglo XVII marcó el declinar del Imperio español, que no su fin (otra de los tópicos que sobrevuelan nuestro pasado) y nuestro protagonista reinó durante los años centrales de la centuria (desde 1621 a 1665). A lo largo de estas cuatro décadas, España, con Felipe IV a la cabeza, hubo de lidiar con las revueltas catalana, portuguesa, napolitana, vizcaína e incluso de nobles andaluces, a la vez que combatía a Francia y las Provincias Unidas en la Guerra de los Treinta Años. Todo ello con unos medios menguantes y una administración compleja y muy descentralizada, que tampoco facilitaba la tarea. Mucho se salvó para lo que estuvo a punto de perderse.

Desde hace unos años, las biografías se han convertido en un género muy extendido entre los especialistas y con una buena acogida del público. Cada vez se publican más obras sobre grandes personajes, cuya calidad suele ser dispar. Algunas son verdaderamente excepcionales y entre ellas se sitúa la reciente obra del historiador Alfredo Alvar Ezquerra Felipe IV. El Grande*. Una biografía pensada para un público amplio, pero redactada con rigor, buen hacer, erudición y una labor de investigación que, sin duda, puede calificarse de canónica.

Así explica el propio historiador la percepción que se tiene de la historia de España y de cómo se ha enseñado en nuestro país: “Pocas veces se habrá hecho tanto esperpento sobre la propia historia como en el caso español. Desde el siglo XVIII, con la Ilustración y la obsesión por definir qué era “ser” español, se ha identificado con cierta alegría que hay dos historias, la una conservadora y la otra avanzada; la una oficial que es la que se ha aprendido y la otra, la que se ha ocultado, que era la historia verdadera. Semejante manera de crear intelecto ha generado, por supuesto, dos formas de interpretar el pasado por el buen hombre de la calle: lo escabroso, o lo injusto, o lo ocultable era lo verdadero, era la “nueva historia” que había que revisar y reescribir. Lo otro, no merecía ni conocerse, había que arrojarlo al fuego salvífico del olvido o del vituperio”.

Frente a esta perniciosa práctica, Alfredo Alvar construye un relato mucho más humano, cercano y real del Rey Planeta. Nos muestra a un monarca comprometido con sus obligaciones regias, preocupado por la misión que se le ha encomendado, muy devoto y trabajador, además de contar con un noble corazón que hubo de sobrellevar la muerte de casi todos sus seres queridos (especialmente trágica fue la muerte de su hijo Baltasar Carlos, heredero al trono, que falleció en un triste accidente). Poco tiene que ver el perfil que nos brinda el autor con la imagen de un monarca lujurioso, despreocupado, sometido a sus validos y poco espabilado. El calificativo de “Austrias menores” con el que se suele designar a Felipe III, Felipe IV y Carlos II, en contraposición con los dos “Austrias mayores” (Carlos I y Felipe II), no hace justicia a nuestro biografiado. Su labor al frente de la Corona y su inteligencia en nada han de envidiar a las de su abuelo y bisabuelo.

El libro opta por centrarse en la vida del monarca y dejar en un lugar secundario los hitos de su reinado. Es imposible, no obstante, separar lo público de lo privado cuando abordamos la figura de un rey del siglo XVII. Cualquier manifestación que realizara o cualquier eventualidad que le afectara tenían una repercusión enorme en la Corte y en los asuntos de Estado. Aún así, Alfredo Alvar incide en los aspectos más íntimos del monarca: la (distinta) relación con sus dos esposas o con sus hijos; su infancia en Palacio; su formación intelectual y cultural; la abundante correspondencia que mantuvo con su confidente sor María de Jesús de Ágreda; las reflexiones personales que dejó por escrito; sus textos en materia de educación de príncipes o sus profundas convicciones religiosas. El resultado es un excelente retrato de un personaje poliédrico y profundo, que supo soportar sus responsabilidades y sus adversidades con encomiable dignidad.

Felipe IV - Las meninas

Otro elemento que ocupa una parte destacada del libro es el arte. Alfredo Alvar ensalza el mecenazgo de Felipe IV (“la colección real fue la más importante de todas las monarquías”) y su estrecha relación con el mundo de la cultura. Tuvo trato con pintores de la talla de Rubens y Velázquez, se aficionó a la poesía y al teatro áulicos de Calderón y Francisco de Rioja (incluso se animó a componer alguna pieza teatral) y bajo su reinado se inició la construcción del Palacio del Buen Retiro y se puso fin al Panteón de El Escorial. No debemos olvidar que nos hallamos en el Siglo de Oro y que, sin la ayuda real, seguramente las artes no hubiesen alcanzado tal grado de desarrollo. El rey no solo usó la pintura para su deleite personal, sino que la utilizó como elemento de exaltación de la monarquía de España.

La biografía, estructurada cronológicamente, se divide en cuatro bloques que corresponden a otros tantos períodos de la vida del monarca. El primero transcurre desde la infancia de Felipe IV (su nacimiento tuvo lugar en 1605) hasta su proclamación como rey en 1621. En sus páginas se repasan, entre otras cuestiones, la educación del joven príncipe (sobresale la figura de su maestro Garcerán de Albanell), los fastos celebrados en su honor, las enfermedades que atravesó o sus primeros contactos con la muerte.

El segundo bloque comprende el apogeo de su reinado, es decir, los años que van de 1621 a 1635, momento en el que Francia entra en guerra y provoca un vuelco en la Guerra de los Treinta Años. La presencia del Conde-Duque de Olivares todo lo impregna, pero también hay páginas dedicadas a la familia real.

El tercer bloque marca el periodo trágico de su reinado. Entre 1635 y 1648 todo se tuerce y media Monarquía Hispánica se halla levantada en armas. Alfredo Alvar se ocupa de estos sucesos, a la vez que dedica páginas a los proyectos culturales entonces iniciados, así como a las desgracias personales que asedian al rey, como el fallecimiento de su esposa.

El último bloque coincide con los años finales del reinado de Felipe IV, que toma las riendas del gobierno y trata de salvar la Corona. El relato de este período se apoya en las cartas y en los escritos del propio Felipe. La narración se vuelve más personal y descarnada, a medida que nos adentramos en los pensamientos del rey.

Concluimos citando nuevamente al autor de la biografía, cuya lectura recomendamos vivamente: “Y en fin, en sus días, que fueron muchos, a Felipe IV se le conoció como Felipe el Grande, o el Cuarto Planeta, o el Rey Sol. Se da la circunstancia de que a su muerte, la fragilidad de la herencia que recayó en un enfermo Carlos II se vio asfixiada por la enorme presencia de un rey francés, hijo de española y casado con española que, obviamente, en esto como en otras muchas cosas, no tuvo a mal apropiarse de símbolos y lemas de la caduca monarquía de España (que, por cierto, empezó a resucitar hacia 1680). Y Luis XIV pasó a la historia como el Rey Sol. Hora es ya de que se sepa que fue el segundo y que el primer Rey Sol fue Felipe IV”.

Alfredo Alvar Ezquerra (Granada, 1960), doctor en Historia por la UCM, es especialista de una etapa crucial de nuestra historia, los Siglos de Oro. Ha publicado decenas de artículos y libros sobre los personajes más notables y las gentes no tan relevantes de los siglos XVI al XVIII, desde Isabel la Católica a la emperatriz Isabel, de López de Hoyos a Cervantes, de Juan Sebastián Elcano al duque de Lerma. Desarrolla su trabajo como Profesor de Investigación en el Instituto de Historia del CSIC. Es académico correspondiente de la Real Academia de la Historia.

*Publicada por Esfera de los Libros, mayo 2018.