Cuando en estas páginas hablamos del siglo XVIII, solemos hacer referencia al desconocimiento generalizado del gran público sobre esa centuria. Más allá de asociarla a la Ilustración, poco se sabe de ella. Su importancia en el curso de la historia contemporánea es, sin embargo, incuestionable. Sobre lo acaecido en aquellas décadas se construyó el mundo liberal y democrático que hoy conocemos. Sin los cambios sociales, políticos, económicos y culturales que entonces se produjeron, hoy, probablemente, seguiríamos en el Antiguo Régimen.
Por supuesto, dichas transformaciones no fueron ni completas, ni espontáneas. Más bien consistieron en procesos graduales que esbozaron los principios con los que los hombres del siglo XIX levantarían sus ideas. La independencia de las colonias estadounidenses, la Revolución francesa, la expansión del Imperio británico, el declive de la casa de los Habsburgo o la pérdida de influencia española son algunos de los acontecimientos que marcaron este período. Al mismo tiempo, y de forma soterrada, se producían nuevos movimientos y reivindicaciones que cuestionaron el estado de cosas hasta entonces vigente en el mundo occidental.
Frente al enfoque tradicional empleado por gran parte de la historiografía para abordar el Siglo de las Luces, es decir, la historia política y de las ideas, Olwen Hufton, profesora de la Universidad de Oxford, ha optado en su obra Europa: privilegio y protesta. 1730-1789* por una aproximación diferente. Hufton estudia las tensiones sociales y económicas habidas durante el siglo XVIII y el surgimiento de un nuevo desafío, que cuestionó el poder absoluto del monarca y el de las élites privilegiadas. Con este propósito, se apoya en la historia social y cultural para construir un relato dinámico y continental de la nueva realidad que despuntaba en Europa. Como explica la propio autora, “Este libro trata, pues, del privilegio social y político, de las monarquías, de sus luchas por sobrevivir y sus relaciones con la sociedad, de la política de fuerza en una nueva escala y de los cambios sociales y económicos que son lo característico del siglo XVIII. Se ocupa especialmente de las tensiones que produjeron la desaparición del antiguo orden e hicieron que los días de la Europa del Ancien Régime estuviesen contados”.
Las batallas, las relaciones internacionales o la política en sentido estricto ocupan un lugar secundario en el trabajo del profesor británico. El lector que quiera un somero repaso de los hechos más destacados del siglo XVIII quizás debería buscarlo en otro libro, pues en este no importan tanto los sucesos (que, por supuesto, también aparecen relatados) cuanto las fuerzas abstractas y heterogéneas que se extendieron por el continente europeo. Partiendo de un análisis de la demografía y de las estructuras tradicionales de la sociedad, Hufton analiza las transformaciones que comenzaban a producirse en ellas y que desembocarían en la caída del Antiguo Régimen. A su juicio, estas son algunas de las preguntas que han de plantearse al abordar esta centuria: ¿Cómo es que el Antiguo Régimen no murió de muerte natural en su brillante decadencia barroca? ¿Quién quería el cambio y por qué? Si el cambio era absolutamente necesario, ¿por qué no pudo lograrse sin revolución? ¿Existe un hilo conductor de los movimientos originados en los distintos países, o fue mera coincidencia?
La tesis de Hufton se aleja, intencionadamente, de los planteamientos más asentados sobre el nuevo ascenso de la nobleza en esta centuria. La autora los crítica y defiende que, al margen del ascendente de la aristocracia, un nuevo grupo social, caracterizado por ciudadanos que reivindicaban una mayor participación política, distinta de la protagonizada por los núcleos tradicionales de poder, comenzó a reclamar la supresión de los privilegios y un orden social diferente. El resultado fue, señala la profesora inglesa, que en Francia, entre mayo y agosto de 1789, el poder político cambió de manos y el marco institucional que englobaba a tribunales medievales y asambleas provinciales saltó en pedazos, al igual que los privilegios personales o corporativos basados en el nacimiento, que fueron suprimidos. De cómo se llegó a esa situación trata buena parte del trabajo de Hufton.
Los privilegios eran, para nuestra autora, un elemento fundamental de la sociedad del Antiguo Régimen, y sobre ellos se asentaba toda su organización social. De ahí que las reivindicaciones de los nuevos actores políticos fueran encaminadas a suprimirlos. Del mismo modo, las ideas de la Ilustración se afanaron en combatir los principios que los sostenían, convirtiendo el concepto de autoridad en prioritario e intentando desmontar el origen divino del poder real. El objetivo era recuperar el papel central del hombre y de su felicidad, como ejes de la sociedad. La victoria de estos planteamientos, parcial a corto plazo, completa a largo, provocó una nueva concepción del Estado más intervencionista, si cabe, pero con protagonistas distintos. Esta nueva forma de entender la política desembocaría, con el tiempo, en el sistema democrático que hoy impera en nuestra sociedad.
La obra presenta dos bloques claramente diferenciados. En el primero, de carácter más general, se abordan el desarrollo económico y social del siglo XVIII, los elementos definitorios de los privilegios subsistentes, las ideas imperantes en el mundo de la cultura y del pensamiento o los cambios en los ejércitos y en las relaciones internacionales. Respecto de estas últimas, para Hufton, “El papel de Francia y Gran Bretaña como potencias coloniales extraeuropeas y como importantes árbitros de la situación europea dio una complejidad nunca antes experimentada a los compromisos internacionales y una dualidad a su política que los países con intereses puramente europeos, y en especial Prusia y Austria, encontraban frustrante, ya que la bifurcación de dichos intereses transformaba a Gran Bretaña y Francia en aliados inestables”. Aunque no sean tan conocidos, el Siglo XVIII se vio azotado por cruentos conflictos bélicos que tensaron hasta extremos “peligrosos” los recursos de los Estados intervinientes.
El segundo bloque del libro contiene el análisis que la profesora de Oxford realiza de las grandes potencias continentales europeas (Gran Bretaña queda al margen de este estudio). El Sacro Imperio Romano Germánico, los dominios de los Habsburgo, Prusia, Rusia, España, Portugal, las Provincias y Francia son abordados individualmente. Hufton muestra las peculiaridades más relevantes de cada uno de ellos, siguiendo en todo momento su enfoque de la historia social. Las relaciones entre los diversos estamentos, las estructuras estatales, las ideas políticas de nuevos monarcas con inquietudes distintas a las de sus predecesores o los conflictos sociales y la agitación política son algunos de los elementos en los que se detiene el autor. Intenta, con este proceder, encontrar pautas comunes a todos los países y comprender si los movimientos que condujeron a la caída del Antiguo Régimen tuvieron un mismo origen o desarrollo.
Concluimos con esta reflexión de la profesora británica: “La Europa decadente de los privilegios no fue, por supuesto, destruida en todas partes. Hasta en Francia, el centro de la Revolución, muchos de los cambios de 1789 fueron temporales o sufrieron muchas vicisitudes. En 1815, las familias más ricas de Francia provenían aún de la nobleza del Antiguo Régimen, aunque debían pagar impuestos. Sin embargo, el anacrónico marco institucional del gobierno había desaparecido irrevocablemente. España y Portugal, donde la sociedad privilegiada fue identificada con la libertad nacional, conservaron sus viejas costumbres, y en Gran Bretaña se produjo una ‘reacción aristocrática’ que fue adoptando una postura cada vez más severa frente a las demandas de reforma política […]. Rusia y el corazón de los dominios de los Habsburgo lograron permanecer inmunes y, de este modo, mantuvieron en el siglo XIX una sociedad antigua y unas instituciones privilegiadas. Pero ya no cabe duda de que sus puntales psicológicos estaban corroídos. Este proceso de corrosión fue el legado concreto del siglo XVIII”.
Olwen Hufton es Leverhulme Professor of History en la Universidad de Oxford y Senior Research Fellow en el Merton College, de la misma universidad. Ha sido también profesora de Historia en las universidades de Reading y Harvard, así como en el Instituto Universitario Europeo de Florencia.
*Publicado por la editorial Siglo XXI, febrero 2017. Traducción de Fernando Valero.