En estos momentos, tanto la guerra de Ucrania como el conflicto árabe-israelí tienen evidentes repercusiones mundiales. Una y otro hunden sus raíces en la historia y sus participantes encuentran en el pasado argumentos para legitimar sus actuaciones, aunque probablemente los intereses reales que les mueven no tienen nada de “históricos”, sino que obedecen a razones ligadas a la geopolítica, el poder y la economía. Sin embargo, resulta llamativo que la historia se halle tan presente en los análisis, monografías y artículos publicados que estudian la relación entre Ucrania y Rusia a lo largo de los siglos o que tratan de explicar el enfrentamiento entre palestinos y judíos y su repercusión en la región. La historia sigue siendo una buena maestra para comprender el presente.
La guerra de Ucrania ha servido, además, para reformular las preguntas de qué es Europa y cuáles son sus fronteras internas y externas. Uno de los grandes debates de las últimas décadas se ha centrado en el intento de definir la idea de Europa. La polémica llegó hasta el terreno político cuando se intentó introducir en la fallida Constitución de la Unión Europea. No es sencillo determinar qué une a un finés con un portugués o a un irlandés con un kosovar: de ahí que las discusiones sean tan complejas. Se suele afirmar que los elementos comunes de la sociedad europea se hallan en la Grecia y Roma clásicas, en la tradición judeo-cristiana y en los valores que se propagan tras el Renacimiento y la Ilustración. Esta tríada serían los pilares de la Europa que hoy conocemos. No es un criterio unánime y, como ya hemos señalado, la polémica trasciende lo histórico para adentrarse en otros terrenos más movedizos.
Un factor desestabilizador a la hora de estudiar Europa es el encaje de Rusia. No debemos olvidar que este país se extiende desde las fronteras de varios Estados de la Unión Europea hasta alcanzar el océano Pacífico. ¿Se puede considera a Vladivostok como Europa? Geográficamente parece bastante complicado, pero ¿cultural y socialmente? Aquí las certezas no son tan firmes. La controversia, que se extiende a otros territorios situados en los márgenes del continente europeo, suele ser habitual cuando se producen acontecimientos multinacionales como la Eurocopa o Eurovisión. Siempre hay quien pone en entredicho que países como Azerbaiyán, Armenia o Georgia participen en estos certámenes, dada su escasa “europeidad”. Los casos de Turquía e Israel son todavía más controvertidos.
El profesor Egidio Ivetic explora estas cuestiones en su breve (apena supera la centena de páginas en un formato de bolsillo) pero interesante trabajo Este/Oeste. La frontera dentro de Europa*. Un sucinto análisis que, mezclando la actualidad con el trasfondo histórico, trata de ahondar en las fracturas sociopolíticas que existen o que se han establecido de forma interesada (o maniquea) en Europa a lo largo de su historia, y analiza cómo han condicionado nuestra realidad.
Así explica el propio autor el punto de partida de su trabajo: “Estamos viviendo en el corazón de Europa una dramática reaparición de la fractura entre su Este y su Oeste. Nadie habría imaginado hace diez años que la polarización entre Rusia –y más en general, Asia–, de un lado, y la Unión Europea y Estados Unidos del otro, se manifestaría a lo largo de la antigua falla, casi olvidada, que delimitaba las dos tradiciones históricas europeas: la latina occidental y la posbizantina. Llegado el caso, se apela a la historia que late detrás de la geopolítica. Pero ¿cómo determinar las fronteras entre Este y Oeste? ¿Qué es lo que está sucediendo? Hay un Este, hay un Oeste y hay también una Europa del medio con regiones que son objeto de contienda entre diferentes Estados; así ocurrió en el pasado y así sigue ocurriendo en nuestros días. Es una franja que atraviesa el continente desde el Adriático y el Egeo hasta el Báltico, una larga falla en la que una y otra vez distintos Este y distintos Oeste se han disputado las recíprocas áreas de pertenencia en el continente”.
La obra se estructura en tres bloques que atañen a Occidente, Oriente y Mitteleuropa. Cada bloque, que cuenta con sus respectivos epígrafes, se estructura en torno a dos ejes: primero, definir o delimitar qué se entiende por ese territorio y, segundo, establecer sus límites o fronteras con las otras “regiones”, resaltando sus elementos en común y sus diferencias. De este modo se construye un relato que permite profundizar en la historia del continente, en sus raíces y en los elementos de fricción y de unión que han marcado a la sociedad europea. Por cierto, se presta especial atención a los Balcanes como crisol de culturas y reflejo de los conflictos culturales y religiosos que han condicionado la historia de Europa.
A Ucrania se le dedica el último capítulo y el epílogo del libro. En ellos se contextualiza el origen de la nación ucraniana y las causas de la guerra sin cuartel que la invasión rusa ha generado.
Concluimos con una nueva cita del autor: “Más allá de los hechos conocidos, más allá de la montaña de informaciones y análisis, nos hallamos ante un cambio histórico, ante el paso de una época a otra. Los procesos más profundos que atañen a Europa, y que tendemos a eliminar y a olvidar, requieren explicaciones y enfoques históricos, pues la exposición analítica resulta insuficiente. ¿Qué nos enseña la historia? Que las fronteras no son nítidas, que en un nuevo diseño político del mundo se las puede cuestionar y de esta manera justificar nuevas guerras. El conocimiento de las divisiones precedentes en el seno de Eu-ropa nos puede liberar de falsos mitos”.
Egidio Ivetic se licenció en Historia Moderna en la Universidad de Padua (Italia) y es doctor en Historia por la Universidad de Milán (Italia). Profesor ordinario de Historia Moderna y de Historia del Mediterráneo en la Universidad de Padua, es autor de numerosas publicaciones, entre las que destacan Historia del Adriático (2022) y Los Balcanes: civilización, confines y pueblos 1453-1912 (2020).
*Publicado por Alianza Editorial, enero 2024. Traducción de Marco Aurelio Galamarini.