PASADO PRESENTE - EL VIAJERO ACCIDENTAL

El viajero accidental. Los primeros circunnavegadores en la Era de los Descubrimientos
Harry Kelsey

La Era de los Descubrimientos, esa centuria que va de 1450 a 1550, transformó de manera radical la visión que el hombre tenía de la Tierra y cambió su concepción del tiempo y del espacio. Si, hasta entonces, las distancias entre dos puntos del territorio conocido, aunque amplias, eran asequibles, las nuevas rutas marí­timas, que implicaban viajes de varios meses y el recorrido de miles de kilómetros por mares y tierras ignotas, afectaron profundamente a la mentalidad de la época. El mundo, por así decirlo, se hizo mucho más grande.

También se vio afectada la propia concepción del hombre, pues el descubrimiento de nuevos pueblos y de nuevas formas de vida supuso un choque cultural apenas sin parangón en la Historia de la humanidad. Hoy este fenómeno podría ser equiparable al hallazgo de civilizaciones extraterrestres. Quizás la comparación pueda sonar exagerada, pero imagínense el impacto que hubo de causar que, de un día para otro, una sociedad que se consideraba el centro del universo descubriese otros continentes y cientos de miles de hombres cuya existencia desconocía.

Esa increíble gesta fue acometida por hombres normales y corrientes. A diferencia de las grandes guerras europeas, la conquista de lo desconocido tuvo como protagonistas a personas anónimas que solo pasaron a formar parte del panteón de la Historia una vez logrados sus extraordinarios hitos. Cristóbal Colón hubiese sido un comerciante más, de los miles que pululaban por las Cortes europeas, de no haber acometido uno de los actos de fe más grandes que ha hecho el hombre.

También hay lugar para la injusticia y el olvido: si todos sabemos quién es Juan Sebastián Elcano, nadie identificará¡ a Francisco Albo, a Miguel de Rodas o a Juan Rodríguez, marineros que compartieron con el capitán vasco el honor de haber sido los primeros en circunvalar el globo. Un barco requiere una tripulación de varias decenas de hombres, que comparten el mismo destino que su comandante, pero la Historia suele ser caprichosa y rápidamente se olvida de ellos.

El historiador Harry Kelsey busca con su obra El viajero accidental. Los primeros circunnavegadores en la Era de los Descubrimientos* recuperar del destierro de la memoria aquellas expediciones que, como la de Magallanes, consiguieron dar la vuelta al mundo (o estuvieron muy cerca de lograrlo) poco después que la del marino portugués. Como suele suceder, la fama se la lleva el primero, pero no son menos meritorios después corren los mismos peligros y riesgos que aquel.

Para Kelsey, «Magallanes y los capitanes que lo siguieron son más o menos famosos, y sus logros se celebran en obras historiográficas, cuadros y monumentos. Sin embargo, quienes servían en sus buques -los marineros, soldados y aventureros que hicieron posible la empresa y vivieron para contarlo- han permanecido, por lo común, en el anonimato. De algunos de ellos desconocemos el nombre. De otros, no; pero hasta su número es objeto de disputa. Según los estudios más populares, de los hombres de Magallanes solo volvieron dieciocho. Sin embargo, lo cierto es que fueron más de cincuenta quienes circunnavegaron el planeta. Algo similar cabe decir de las expediciones de Loaí­sa y Saavedra, en las que un hombre dio la vuelta al mundo por segunda vez. Hay relaciones que dan a entender que de la de Villalobos regresó más de un centenar de personas, cuando en realidad apenas lo logró una veintena. El presente libro trata de identificar a aquellos héroes olvidados, que si se contaron entre las primeras personas que navegaron el perímetro todo de la tierra fue no por lograr semejante hazaña, sino porque no había otro camino de regreso a casa. Fueron circunnavegadores accidentales».

La obra de Kelsey se centra principalmente en las primeras expediciones que dieron la vuelta al mundo. Muchas de ellas, todo sea dicho, habían fracasado en sus objetivos, siendo los propios marineros quienes hubieron de buscar los medios para volver a casa. De ahí­ que se incluya al final del libro un extenso apéndice con los datos biográficos más significativos de sus protagonistas. El foco se pone en las relaciones dentro de los navíos, en la heterogénea composición de las embarcaciones, en las distintas «aventuras» que atravesaron y en los sufrimientos que padecieron sus miembros. Estamos, por tanto, ante un relato muy humano de cómo era la vida en un barco en el siglo XVI.

¿Qué movió a las Corona española a financiar estos viajes a lo desconocido? ¿Por qué se alistaban los marineros en un proyecto con pocas garantías de supervivencia? ¿Cuál era el fin último de estas expediciones? ¿Qué esperaba a aquellos que se embarcaban? ¿Cómo eran las relaciones entre las dos grandes potencias marítimas de la época? Acudimos a las palabras de Harry Kelsey para hallar respuesta: «Su búsqueda de las islas del tesoro del rey Salomón, de regiones ricas en especias, de tierras nuevas que subyugar y de almas paganas que salvar los llevaron a estudiar las dificultades mencionadas y propiciaron el descubrimiento de una ruta de ida y vuelta a través del Pacífico desde Nueva España, una de las mayores proezas navales del siglo XVI. Sin embargo, entre tanto, hubo docenas de hombres que se trocaron en «circunnavegadores» del planeta, y algunos de ellos llegaron a dar más de una vuelta al mundo, un logro pasmoso en aquel tiempo de exploradores«.

El grueso del libro lo componen cuatro expediciones. La primera, obviamente, corresponde a Magallanes. Más interesantes resultan, por lo poco conocidas, las tres siguientes. Los viajes de Loaísa y Saavedra, que tenían por objetivo la conquista de las islas Molucas, partieron de La Coruña en 1525. De las siete naves que zarparon solo una logró llegar a su destino (por motivos humanos y naturales) y de los 450 hombres que iniciaron el periplo únicamente regresaron una veintena. La tercera expedición fue la de Villalobos, que partió del Nuevo Mundo con el mismo propósito que la anterior, aunque se centró en crear una colonia española fuera de la influencia portuguesa. Es conocida por atribuir a las islas Filipinas su nombre. El hambre, el enfrentamiento con los portugueses y con los nativos, así­ como la enfermedad, hicieron que gran parte de la tripulación pereciera, incluido su capitán. Corresponde a Legazpi la última expedición, conocida porque consolidó la presencia española en las islas Filipinas y por la gesta de uno de sus subordinados, que logró regresar, por primera vez, de Asia al continente americano. Junto a las anteriores, también se citan las acometidas por los piratas ingleses, Francis Drake y Thomas Cavendish.

El descubrimiento de la ruta de regreso a Nueva España hizo innecesario el retorno a Europa por el cabo de Buena Esperanza y, a la vez, permitió comerciar con Asia y las islas de Oceanía a través del Nuevo Mundo. Aquello, como explica Kelsey, supuso el fin de una era de circunnavegación fortuita: en adelante, quienes dieron la vuelta al mundo lo harán deliberadamente.

Harry Kelsey, historiador e investigador en la Huntington Library en San Marino y profesor adjunto en la Universidad de California, es autor de varias biógrafas de exploradores y viajeros entre las que destaca Sir Francis Drake: The Queen’s Pirate (1998).

*Publicado por Pasado&Presente, junio 2017. Traducción de David León Gómez.