PASADO Y PRESENTE - TERROR REVOLUCION FRANCESA

El terror en la Revolución francesa
Timothy Tackett

Por mucho que nos cueste admitirlo, la violencia está indisociablemente unida a la naturaleza humana y su carácter irracional y perverso es tan primitivo como el amor o la bondad. Los hombres somos tan capaces de los mayores sacrificios como de las más viles acciones. Para entender el porqué de la violencia deberíamos recurrir a distintas disciplinas como la biología, la filosofía, la antropología o la psicología más elemental y, aun así, rara vez encontraríamos una respuesta satisfactoria.

A lo largo de la historia, la violencia ha ocupado un lugar privilegiado. Los hitos más destacados de nuestro pasado están normalmente impregnados de sangre y lágrimas. Incluso alguna de las ideologías con mayor arraigo ha ideado su corpus doctrinal en torno a la violencia (por ejemplo, el marxismo se construye alrededor de una sempiterna lucha de clases). Desgraciadamente, el recurso a la violencia se ha idealizado y llegado a ver con cierto romanticismo, como si segar vidas fuese una tarea noble que haga brotar una semilla más pura.

La Revolución francesa, quizás el suceso más importante ocurrido en el mundo en los últimos trescientos años, tuvo en la violencia un triste aliado. La imperiosa necesidad de algunos de sus protagonistas por acabar con el Antiguo Régimen, así como el miedo al enemigo interno y externo, les llevó a permitir (y favorecer) el uso indiscriminado de medidas coactivas. De ahí que varias de las fases de la Revolución sean conocidas con el nombre del Terror (el Primer Terror, el Gran Terror o el Terror blanco). La guillotina fue una prueba más de cómo el intelecto humano puede ponerse al servicio de abyectos propósitos. No sólo se utilizó la violencia para acabar con el adversario político sino que toda la Revolución estuvo saturada de represión y muerte. La masa es un ente terrible que cuando se convierte en turba puede acometer cualquier acción, por pavorosa que sea. Los linchamientos y las ejecuciones masivas estuvieron a la orden del día durante aquellos años.

JURAMENTO DEL JUEGO DE LA PELOTAAunque este libro se ha concebido como una interpretación general de los sucesos acaecidos en Francia desde el inicio de la Revolución hasta la caída de Robespierre, se ocupa principalmente del desarrollo de una cultura política de la violencia por parte de los dirigentes, de la actitud o mentalité que, según tendremos ocasión de ver, precedió al Terror e hizo que la opción de recurrir a una ‘violencia auspiciada desde el Estado a una escala sin precedentes’ pareciera casi inevitable y necesaria. […] Mientras que en un ensayo anterior estudié cómo los ciudadanos de Francia llegaron a convertirse en revolucionarios, aquí pretendo descubrir cómo se convirtieron en terroristas”. Con estas palabras describe Timothy Tackett la finalidad de su obra El terror en la Revolución francesa*.

La Revolución francesa ha sido estudiada con gran profusión casi desde el día siguiente al que concluyó. Son incontables las monografías y trabajos sobre los sucesos que la protagonizaron, sus causas y consecuencias. Las tesis mantenidas, normalmente en concordancia con la ideología de los autores, han sido de lo más dispares. En este totum revolutum, la obra de Timothy Tackett destaca por ocuparse de una cuestión no excesivamente tratada: los orígenes del Terror. Preguntas tales como ¿qué podría explicar el viraje hacia una intolerancia y una represión espoleadas desde el Estado?; ¿por qué los revolucionarios acabaron dándose muerte unos a otros?; ¿cómo se llegó al punto de que personas de esencialmente buena voluntad llegasen a cometer actos tan perversos? constituyen el núcleo de la obra. Tackett profundiza en la vertiente más irracional y violenta de la Revolución francesa, intentando desentrañar los misterios que convirtieron un noble propósito en una incontrolada espiral de destrucción.

Para descubrir las causas del Terror, Timothy Tackett analiza previamente el desarrollo de la Revolución. Su trabajo, por tanto, obedece a un orden cronológico en el que se van explicando los distintos acontecimientos que marcaron el final del siglo XVIII en el país galo. A diferencia de otras tesis, el autor afirma que la Revolución no fue un proceso ideado y planificado con antelación, antes al contrario. La improvisación y la incertidumbre fueron los principales rasgos en los días iniciales y, en mayor o menor medida, durante todo su desarrollo. Nadie sabía realmente qué podría suceder a la mañana siguiente, ni adónde se dirigía Francia. Como señala el propio Tackett, “A la hora de comprender a los revolucionarios, parte de la dificultad radica en el hecho de que la suya fue una realidad mudable donde los valores, las percepciones y las ideologías se hallaban en un proceso de desarrollo y de transformación constante y por lo general impredecibles. La Revolución fue un período extraordinariamente innovador y proteico en el que poco, por no decir nada, estaba escrito de antemano”.

EJECUCION LUIS XVIEn este ambiente de incertidumbre, cualquier rumor o información podía desestabilizar todo el proceso, pues la tensión a la que estaban supeditados los diputados y protagonistas de la Revolución era sofocante. Ya fuese por el acoso popular, por el miedo a los mosquetes o por su propia conciencia, los diputados de las distintas Asambleas, Comités o Convenciones afrontaron debates sometidos a una extraordinaria presión. El clima que se respiraba en París durante aquellos días era asfixiante, de modo que cualquier chispa podía levantar (y levantó) un polvorín de impredecibles consecuencias. La violencia terminó por convertirse en un instrumento recurrente por parte de los dirigentes y en una forma de canalizar el descontento generalizado y la tensión acumulada (“En este contexto de pasiones y desconfianzas, tratando de reaccionar ante los peligros que se enfrentaban, los diputados improvisaron caso todas las instituciones básicas que acabarían constituyendo el Terror”). El primero destello del caos y pavor que se desencadenaría más adelante bajo Robespierre tuvo lugar el 17 de julio de 1791, cuando por vez primera la mayoría patriota en la Asamblea Nacional cruzó la línea de la violencia auspiciada desde el Estado. Habían insistido a la milicia de París para que sofocara el movimiento popular organizado por el Club de los Cordeleros y las distintas sociedades fraternales. A partir de entonces, la coacción violenta se utilizó de forma recurrente.

El trabajo de Timothy Tackett se centra, por tanto, en estudiar los sentimientos y el estado mental en que se encontraba la sociedad francesa durante la Revolución y, en especial, las élites que la dirigieron. Las emociones, con el miedo a la cabeza, condicionaron más las decisiones de los diputados que cualquier otro plan o estrategia preconcebida. Citando nuevamente al autor, “Tal vez fuera, sobre todo, aquel miedo tan profundo y tan arraigado a la conspiración, lo que llevó a la moralización de las opciones de bandos, a la deshumanización y demonización de los oponentes y, en último término, a esa forma tóxica de las facciones que acabarían dispuestas a asumir la violencia y la eliminación física de sus rivales políticos”.

Para analizar, doscientos años más tarde, la mentalité de aquellos días es precisa una esmerada labor de documentación. Más allá de los escritos oficiales, Timothy Tackett acude a la correspondencia o a diarios personales en los que los protagonistas podían plasmar libremente sus emociones e impresiones sobre lo que estaba sucediendo a su alrededor. No es la única fuente a la que acude el autor pero ocupa un lugar destacado en su trabajo. Como también lo hacen las mujeres, normalmente olvidadas en este tipo de estudios. A diferencia de lo que podríamos creer, las mujeres participaron activamente en la Revolución, ya sea como colectivo unido, ya sea de forma individual dando discursos o participando en los debates.

FIESTA DEL SER SUPREMO REVOLUCION FRANCESAEl ferviente deseo de preservar los nuevos valores revolucionarios, la presencia de una activa contrarrevolución, los efectos del deterioro de la autoridad y la influencia de la alianza de activistas y sans-culottes estaban unidos inexorablemente a la emergencia de una cultura del miedo y la desconfianza. Efectivamente, desde un principio las intensas emociones de alegría y entusiasmo generadas por los extraordinarios logros de la Revolución estuvieron mezclados con sensaciones de ansiedad. La ansiedad surgía en parte de la propia naturaleza de la situación revolucionaria, de los constantes levantamientos y de la incertidumbre”. Con estas palabras Timothy Tackett sintetiza la esencia de su trabajo. El clima enfervorecido que predominó durante aquellos años y desembocó en el Terror tuvo su origen en el miedo y en el sentimiento de estar constantemente en guardia. La conspiración, real o imaginaria, acabó por copar el debate y conducir a algunos líderes, los más exaltados, a llevar a cabo acciones extremas.

Una realidad tan irracional como la violencia suele ser el resultado de un estado de confusión y miedo. El trabajo de Timothy Tackett es buena prueba de ello. Si algo hemos aprendido a lo largo de la historia (y parece que no es el caso) es que de nada sirve cerrar los ojos ni huir del terror, porque siempre nos persigue y acaba por encontrarnos. Para derrotarlo es preciso adoptar medidas que eviten su proliferación e indagar sobre las causas de su origen. No hacer nada, o creer que todo se arregla hablando, no suele ser casi nunca una buena forma de actuar. Siempre habrá partidarios de la violencia pero sólo si son aislados, privados de sus medios y finalmente neutralizados, podremos seguir adelante, al menos un poco más.

Timothy Tackett (1945) es uno de los grandes especialistas en la historia de la Revolución francesa. Profesor emérito de la Universidad California Irvine, obtuvo su doctorado en la Universidad de Stanford y desde entonces ha sido profesor asociado y visitante en varias instituciones como la Catholic University of America (Washington), la École des Hautes Études (París) y la Scuola Normale Superiore de Pisa. Entre sus muchas publicaciones destaca el libro Becoming a Revolutionary. The Deputies of the French National Assembly and the Emergence of a Revolutionary Culture (1789–1790), que en 1998 ganó el premio Leo Gershoy concedido por la American Historical Association al mejor libro de Historia moderna europea. Su libro When the King Took Flight (2004) fue finalista en Los Angeles Times Book Awards.

*Publicado por la editorial Pasado&Presente, octubre 2015.