El sitio de Acre (1189-1191)
John D. Hosler

La Edad Media se halla estrechamente asociada a las Cruzadas, que pueden calificarse como uno de los sucesos más característicos de ese período. Al menos así lo percibe el gran público. Su trascendencia viene reflejada en la literatura, especializada y profana, que han generado y su “mitología” ha sido aprovechada por artistas (entre ellos, no pocos directores de cine) para crear un relato en el que se mezclan a partes iguales virtudes y defectos, hazañas y actos miserables. Como es habitual, no siempre la leyenda se acerca a la realidad y las valoraciones, positivas o negativas, suelen reflejar los prejuicios de cada autor, sin que exista un consenso académico común. Con todo, los éxitos alcanzados por los cruzados fueron limitados, tanto territorial como temporalmente (salvo alguna notable excepción, como la toma de Jerusalén).

Entre finales del siglo XI y mediados del XIII, se sucedieron hasta ocho Cruzadas (incluso el número es motivo de debate). Aunque su objetivo era recuperar para el cristianismo los santos lugares, en ocasiones otros intereses prevalecieron y las expediciones militares se dirigieron hacia territorios alejados de aquellos. Tampoco todas tuvieron la misma importancia: algunas culminaron con éxito y otras fracasaron antes de empezar las operaciones bélicas. El gran logro de las Cruzadas, no obstante, fue su capacidad para aglutinar a un considerable número de reyes y caballeros de distinta procedencia con un mismo objetivo. En una época turbulenta e inestable, se consiguió que los monarcas cristianos dejasen a un lado sus diferencias y centrasen sus esfuerzos en derrotar a los musulmanes. Figuras como Ricardo Corazón de León, Balduino IV de Jerusalén, Godofredo de Bouillon o Raimundo de Tolosa, entre otros tantos, combatieron conjuntamente para expulsar al infiel de Tierra Santa.

Pongamos un poco de contexto histórico. El movimiento cruzado nació en 1095, cuando, en el concilio de Clermont, el papa Urbano II llamó a las armas a los cristianos de Europa para desplazar a los musulmanes y recuperar el Santo Sepulcro y otros santuarios de Jerusalén, en manos «infieles» desde 1076. Una de las consecuencias de aquella campaña fue la creación de un reino francés en Palestina. Tras la toma de Jerusalén y de otros lugares clave en Oriente, los cruzados, liderados por Luis VII de Francia y Conrado III de Alemania, emprendieron una segunda cruzada desde Europa Occidental hasta Oriente Medio, esta vez en auxilio de los franceses de Palestina, amenazados en Jerusalén. Esta campaña militar acabó con el asedio de Damasco, donde los cruzados fueron vencidos, y trajo consigo la caída de Jerusalén. La tercera cruzada, también conocida como la Cruzada de los Reyes (intervinieron Felipe II de Francia, Ricardo I de Inglaterra, «Corazón de León», y Federico I, «Barbarroja»), fue un intento de los líderes europeos por reconquistar la Tierra Santa, arrebatándosela a Saladino.

La tercera cruzada no consiguió recuperar Jerusalén, pero logró reconquistar la ciudad de Acre, un enclave estratégico para la presencia cristiana en la región. En su curso tuvieron lugar la batalla de los Cuernos de Hattin (en la que Saladino aplastó al ejército cruzado) y la pérdida de la Ciudad Santa, sucesos que han centrado la atención de los estudiosos. Se ha omitido, sin embargo, la importancia de la captura de Acre, que terminaría por ser el último bastión cristiano en Oriente Medio. El historiador estadounidense John D. Hosler destaca en El sitio de Acre (1189-1191)* la relevancia que tuvo este hito militar.

Como explica el autor, “el relato del sitio de Acre representa algo más que la historia de un acontecimiento concreto, y se inscribe en la categoría de los fenómenos singulares, ya que no solo es un dilatado período de conflicto regular entre dos bandos antagónicos, sino que constituye un lapso de tiempo en el que las respectivas comunidades enfrentadas hallaron ocasión de combatir, negociar, sufrir, perseverar y vivir incluso momentos de regocijo. Y por si fuera poco, todo ello tuvo lugar en el contexto de las más célebres guerras de religión de la historia, las cruzadas: una serie de choques en los que se enfrentaron decenas de miles de hombres y mujeres y en los que intervinieron los más renombrados guerreros de la época. Este libro presenta la narración de aquella gesta y ofrece el primer estudio de carácter general que se haya realizado jamás en cualquier lengua de dicho asedio”.

El libro de Hosler tiene un marcado carácter divulgativo. Su enfoque, eminentemente militar, está pensado para explicar al lector la complejidad del asedio y los pormenores que sufrieron los combatientes en liza. Enmarcado en un escenario más amplio (la propia tercera cruzada), el historiador americano solo ofrece pinceladas del contexto en que se desarrolla el sitio. Sin prescindir, pues, del entorno político, necesario para comprender la organización del ejército cruzado y sus problemas internos y de liderazgo, el núcleo del relato se centra en los dos años de combates ininterrumpidos entre cristianos y musulmanes. Se ocupa también de los aspectos tácticos, estratégicos, organizativos y tecnológicos de ambos contendientes, así como de las personalidades de los soldados que intervinieron (con especial atención a los generales) y de las complejas circunstancias políticas que moldeaban las conductas de los combatientes.

Aunque el sitio de Acre se catalogue como un acontecimiento único, saldado con la victoria cruzada, lo cierto es que, apunta Hosler, durante los dos años de lucha se produjeron al menos ocho batallas formales en campo abierto, doce asaltos directos dirigidos contra las murallas de la ciudad, dieciséis salidas estratégicas, diez enfrentamientos navales y varias decenas de escaramuzas. Los cruzados asediaban y eran asediados, pues el ejército de Saladino rodeaba al cristiano, que hubo de combatir en dos frentes. Al final, acaudillados por los reyes Ricardo de Inglaterra y Felipe II Augusto de Francia y apoyados por una flota combinada que facilitaba los suministros, los ejércitos cruzados se las arreglaron para perforar los muros de Acre y alzarse con la victoria en julio del año 1191. Para lograrlo, hubieron de emplear los artefactos militares más avanzados de la época, de modo que la obra de Hasler puede leerse también como un excelente retrato de la guerra medieval.

Concluimos con esta reflexión del autor sobre la importancia de la toma de Acre: “La relevancia de la conquista de Acre fue políticamente muy similar a la de la toma de Jerusalén. Supuso mucho más que un simple asedio de larga duración o el comienzo de una cruzada famosa que finalmente habría de revelarse fallida. […] Tras su captura, ocurrida en 1191, la ciudad se convirtió en el principal punto de encuentro de peregrinos y cruzados. Tras concluir el asalto, la dominación cristiana consiguió mantenerse en la zona por espacio de un siglo. En el siglo XIII, los territorios cristianos de la cuenca oriental mediterránea se vieron sometidos a un incesante acoso, pero el último puesto avanzado en caer fue precisamente Acre. A semejanza de lo que sucedería en 1453 en Constantinopla, asegurar la supervivencia de Acre equivalía a garantizar la permanencia del reino de Jerusalén, y constituyó por tanto el destello final de la vacilante antorcha de la ensoñación cruzada de Oriente. El sitio de Acre fue uno de los acontecimientos militares más relevantes de la era cruzada, y justo es reconocerle esa condición”.

John D. Hosler es catedrático de historia por la Universidad de Delaware, especialista en la historia de la guerra durante el siglo XII. Profesor asociado de historia militar en el Command and General Staff College de Fort Leavenworth (Kansas), entre sus obras destaca Henry II: A Medieval Soldier at War: 1147-1189.

*Publicado por Edhasa, abril 2018. Traducción de Tomás Fernández Auz.