El rey patriota. Alfonso XIII y la nación
Javier Moreno Luzón

Los monarcas españoles han tenido una relación no siempre fácil con la política del país. Unos han intervenido activamente en la toma de decisiones, mientras que otros optaron por delegar en validos o ministros sus funciones “ejecutivas”. Entre los primeros destaca un Felipe II que quiso estar al tanto de hasta el último detalle de lo que sucedía en sus posesiones; entre los segundos sobresale su hijo, Felipe III, o, más tarde, Felipe V, quienes preferían ocuparse de sus asuntos personales y evitar, en la medida de lo posible, los engorrosos problemas que conllevaba gobernar una nación. Obviamente, en los regímenes absolutistas la presencia del rey era fundamental para según qué actos, por lo que los monarcas nunca se podían desligar de forma completa de sus obligaciones. Con la llegada del Estado liberal, la figura del rey queda más acotada, pero sigue siendo indispensable para el buen funcionamiento del país.

La promulgación de las primeras constituciones conllevó un intenso debate sobre las atribuciones del soberano. Esta fue, quizás, la controversia que marcó de forma predominante la vida política del siglo XIX y principios del XX: el rey quería mantener sus funciones y prerrogativas, enfrentándose a unas Cortes que aspiraban a limitar las competencias de la Corona y erigirse como directoras de los asuntos públicos. En la mayoría de los Estados europeos se reprodujo esta situación, que dio lugar a revoluciones y pronunciamientos como formas de modelar la política del correspondiente período. A pesar de los envites, los reyes lograron conservar ciertas reminiscencias de su antigua autoridad y mantuvieron un notable protagonismo en la toma de decisiones. Su principal atribución era la facultad de disolver las Cortes y sancionar las leyes, sin olvidar su cualidad de representantes de la nación. Todo eso implicaba un riesgo, pues se ligaba la legitimación de la Corona al régimen que defendía o representaba. Si este caía, el monarca podía hallarse en serio peligro.

Si antes hemos citado a Felipe II como paradigma de monarca que participó activamente en la política del reino, Alfonso XIII no le va a la zaga. Su reinado coincidió con un momento muy turbulento de España: la política de la Restauración estaba tambaleándose, los movimientos sociales y nacionalistas comenzaban a adquirir fuerza, el Ejército no estaba tranquilo, España venía de perder sus últimas posesiones de Ultramar y en Marruecos la situación no era nada halagüeña. Cuando en 1902 se declara la mayoría de edad de Alfonso XIII, comenzó un reinado que concluiría casi treinta años más tarde con su exilio. A pesar de las limitaciones constitucionales (o aprovechándose de los resquicios que dejaban), su actuación fue determinante para comprender los vaivenes de la política española en las tres décadas en las que estuvo al frente del país.

El profesor Javier Moreno Luzón explora en El rey patriota. Alfonso XIII y la nación* el papel que tuvo el monarca en la España de principios del siglo XX. Lo hace desde una óptica diferente a la habitual: analiza la proyección pública del rey y su identificación con la nación española. Por supuesto, aborda los acontecimientos políticos más acuciantes de aquel período, pero pone el foco en cuestiones menos estudiadas, como las ceremonias reales, los viajes que llevó a cabo, su relación con el resto de las cortes europeas o su sintonía con el pueblo. La imagen que proyecta es la de un rey poliédrico, en cuya actuación se mezclan aciertos y graves errores y que busca lo mejor para su país (o al menos lo que él entiende más beneficioso para los españoles).

Con estas palabras explica el autor el propósito de su obra: “Este libro, aunque se basa en las abrumadoras investigaciones acumuladas acerca de este crucial personaje, vuelve sobre él para estudiarlo desde una perspectiva nueva. Más que a una biografía interna al uso –ceñida a su carácter, opiniones y comportamientos personales–, se acercaría a una biografía externa, que aspire a explicar problemas generales a través de una trayectoria vital, o incluso a una historia biográfica, capaz de cruzar esferas distintas y de conjugar la autonomía e influencia del individuo con las grandes cuestiones históricas que le tocaron en suerte. Así pues, le concede al rey, por un lado, la capacidad de decidir por sí mismo y de evolucionar conforme a las circunstancias. Pero, por otro, toma en serio los manidos argumentos sobre su patriotismo para darles la vuelta y situar su actuación política en un marco casi inexplorado hasta el momento: el de los diversos proyectos nacionalistas que le dieron sentido durante el reinado, tan evidentes como mal conocidos”.

Este original planteamiento para estudiar el reinado de Alfonso XII se traslada a la estructura de la obra. A diferencia de las biografías al uso, en las que el esquema cronológico predomina y se da cuenta de la evolución que sufre el protagonista a lo largo de su vida, el trabajo del profesor Moreno Luzón adopta un enfoque más heterogéneo, que le permite desarrollar los capítulos de forma aleatoria (al menos en apariencia). Sirva de ejemplo la enumeración de algunos de ellos: “La magia del viaje regio”, “Patrimonio nacional”, “Salvador de España”, “Sagrado Corazón” o “Cid Campeador”. Es cierto que, soterradamente, las páginas avanzan desde los comienzos del reinado hasta la proclamación de la Segunda República, pero son muy frecuentes los saltos temporales dentro de cada epígrafe, para explicar las modificaciones en la proyección pública del monarca.

Los cambios políticos y sociales que se estaban produciendo en la Europa de comienzos del siglo XX también alcanzaron a las Casas Reales, que hubieron de replantearse su papel en el Estado y la idea de nación heredada de la centuria del XIX. El autor califica este proceso de renovación de la imagen real como “monarquías escénicas”. Se emprenden una serie de acciones encaminadas a ensalzar la percepción que el pueblo tiene de sus reyes, mediante un considerable despliegue propagandístico muy estudiado y coreografiado. Alfonso XIII, como monarca de su época, participó de esa corriente y quiso identificarse con lo que se consideraba la nación española. La obra recoge numerosos ejemplos de este proceder, que se fueron sucediendo a lo largo de las tres décadas de reinado. La mayoría de las veces el efecto fue el deseado, pero en otras acabó por volverse en contra del soberano.

La idea de España que tenía Alfonso XIII no siempre coincidió con la España real. Las decisiones que tomó en momentos cruciales condicionaron el devenir de su reinado. En especial, el apoyo a los militares y al golpe de Primo de Rivera marcaron su destino y a la postre le conducirían al exilio. Al margen de la imagen que se quería proyectar de él (ya sea como militar, como hombre de su tiempo o como monarca campechano, entre otras tantas), su fuerte intromisión en la política le hizo tomar partido en determinadas cuestiones, lo que supuso enemistarse con sectores de la sociedad que nunca se lo perdonaron. Además, con el paso del tiempo y al igual que sucedía en el resto del continente, el descrédito de los incipientes sistemas democráticos reforzó las visiones más autoritarias, a las que nuestro monarca se sumó. Cuando se produjo el cambio de signo político en 1931, su suerte estaba echada.

Concluimos con esta reflexión del autor en la que contextualiza su obra dentro de la corriente historiográfica de la historia cultural: “Con ese fin, el trabajo se vale de un enfoque inserto en la historia cultural de la política, que no sólo contempla, como ha sido habitual, las ideas y los movimientos de don Alfonso en sus tratos con los jefes partidistas, las crisis de Gobierno y las disoluciones parlamentarias, sus manejos cerca de los militares y sus negociaciones diplomáticas, sino que abre el objetivo de su cámara historiográfica para incluir también en el análisis las ceremonias, las imágenes y los discursos tejidos en torno a la corona y su difusión, las iniciativas culturales y propagandísticas, y la participación en ellas de múltiples actores y de la sociedad civil. Es decir, concibe la vida política como un campo de juego mucho más extenso que el frecuentado por los historiadores hasta hace poco, sin ánimo de sustituir a las personas y organizaciones por relatos o estructuras culturales que aplasten su libertad hasta dejarles sin margen de maniobra, pero sí de vincular los unos con los otros, en una interrelación constante”.

Javier Moreno Luzón es catedrático de Historia del Pensamiento y de los Movimientos Sociales y Políticos en la Universidad Complutense de Madrid. Especialista en historia cultural de la política, ha publicado numerosos trabajos sobre clientelismo, elecciones y Parlamento, partidos e ideas liberales, nacionalismo, conmemoraciones y monarquía en la España contemporánea. Entre sus libros destacan Romanones. Caciquismo y política liberal (1998), Restauración y dictadura (con Ramón Villares, 2009), Los colores de la patria. Símbolos nacionales en la España contemporánea (con Xosé M. Núñez Seixas, 2017) y Centenariomanía. Conmemoraciones hispánicas y nacionalismo español (2021).

*Publicado por la editorial Galaxia Gutenberg, enero 2023.