ACANTILADO - EL REY DE LAS HORMIGAS

El rey de las hormigas. Mitología personal
Zbigniew Herbert

En la Antigua Grecia nace la cultura occidental. Entre las accidentadas tierras de la península del Peloponeso y las costas del Mar Egeo se forjó la identidad de un pueblo cuya impronta seguimos sintiendo con fuerza todavía hoy, dos mil años después de que el Imperio Romano absorbiera a su mentor intelectual. Grecia es la cuna de prácticamente todas las ciencias modernas (raro es encontrar una disciplina que no tenga un precursor heleno) y, en especial, de las humanidades. La filosofía, la literatura, el arte o las ciencias sociales hunden sus raíces en los planteamientos de figuras, ya universales, como Homero, Sócrates, Esquilo, Platón, Sófocles, Aristóteles o Fidias, entre otros. No solo las ciencias y las humanidades han influido en Occidente: también la religión y la mitología helenas han tenido un considerable impacto en nuestra cultura. Basta mirar a nuestro alrededor para darse cuenta de las innumerables expresiones que la Antigua Grecia ha legado a nuestra sociedad.

La mitología y la historia, sin embargo, no siempre han sido buenas compañeras de viaje. Los mitos y las leyendas se asientan en la fantasía, en la magia y en lo irreal. Solían derivar de fenómenos o procesos que, especialmente en la antigüedad, no podían explicarse. La historia, por el contrario, se basa en los hechos, en lo empírico y en lo cognoscible. Ningún historiador serio dará verosimilitud a aquellos relatos que, sin embargo, son muy útiles para comprender la mentalidad y la forma de pensar de una sociedad. De hecho, los mitos pueden llegar a ser instrumentos extremadamente valiosos con los que descifrar el complejo mundo de creencias y tradiciones de un pueblo. De ahí la importancia de su estudio y conocimiento. Aprendemos tanto de la civilización griega al leer los poemas de Hesíodo como al contemplar las ruinas del Partenón.

El gran logro de la mitología griega es haber creado un panteón a escala muy humana. Los dioses del Olimpo sufrían las mismas penalidades que los simples mortales y se veían aquejados por similares cuitas. Sus leyendas, a pesar del componente fantástico, son muy terrenales y ejemplifican conductas típicas de los hombres. A diferencia de otras culturas, cuyas divinidades apenas se relacionan con sus fieles o tienen un componente sobrenatural y misterioso, los griegos humanizaron a sus dioses. De ahí que sus mitos sean atemporales y puedan revisarse en cualquier momento. El poeta polaco Zbigniew Herbert emprende este camino reeditando, en su excelente trabajo El rey de las hormigas. Mitología personal*, los grandes mitos con una mirada más cercana al lector del siglo XX.

Así presentan los editores esta preciosa pieza del poeta polaco: “Zbigniew Herbert trabajó durante veinte años en El rey de las hormigas y, no obstante, la obra quedó inconclusa hasta que su editor polaco recopiló los materiales, fragmentos y esbozos para darle la forma que hoy presentamos. En todos los textos, el poeta parece decidido a concederse la libertad de celebrar su amor por la civilización de la Antigüedad dando nueva vida a los mitos. El resultado es una recreación personalísima, colorida y luminosa de un buen número de personajes de la mitología clásica, algunos conocidos por los lectores y otros injustamente olvidados: en las hábiles manos de Herbert, gracias a la sutileza e ingenio del poeta, Cleomedes, Atlas, Ares, Cerbero, Endimión o Áyax parecen convertirse en nuestros contemporáneos y sus peripecias, sus destinos y el fabuloso mundo en el que vivieron nos invitan a reflexionar sobre el presente y, muy a menudo, a reír”.

La originalidad del trabajo de Herbert marca su propia excepcionalidad. Pocos escritores se atreven a recuperar todo un corpus mitológico y a transmitirle su propia identidad. El resultado es una combinación entre erudición, humor y crítica social que, por supuesto, hará las delicias tanto de los amantes de lo clásico, pero también del público en general. Aunque es un libro reconstruido a partir de los apuntes y borradores del autor, que falleció antes de concluirlo, su propósito se reconoce desde el primer momento. La inteligencia y la ironía con las que el poeta polaco reconstruye los mitos griegos nos acerca a ellos desde una perspectiva actual. La edición a cargo de Ryszard Krynicki permite, además, conocer el proceso que siguió el autor en su elaboración. Acompañan a los textos finales una serie de extractos y versiones previas que ilustran cómo se concibieron varias de las “historias” que componen el libro.

La obra se estructura en torno a distintos capítulos (de extensión variable), cada uno de los cuales recoge las leyendas de distintos héroes o dioses griegos. Del famoso Cerbero, el perro de tres cabezas que guardaba las puertas del infierno, se afirma, por ejemplo, que “aunque ha sido terriblemente demonizado, en los dominios de Hades desempeñaba en realidad el papel decorativo de un portero de hotel. La cantidad de muertos que deseaban volver a la tierra era insignificante”. Narciso es presentado como uno de “esos tontorrones de las guitarras eléctricas o […] protagonistas de películas que buscan en vano el sentido de la vida en el fondo de sus almas vacías y acaban yéndose al otro barrio tras vivir un rosario de peripecias idiotas”. De Ares, dios de la guerra, se destaca que “desde que las guerras pasaron a ser dominio de políticos, sórdidos asesores y cínicos capitalistas, Ares perdió su rango: fue degradado. Aquel apóstol del caos empezó a cochear. Envejeció, pero todavía hoy presume de fuerza y amenaza con ganar a cualquiera en un pulso”.

Junto a estos personajes figuran otro menos conocidos, como Anteo, un bucéfalo hijo de Poseidón y Gaia que quiso construir un templo con los huesos de sus enemigos; Triptólemo, el héroe que contribuyó a la difusión de la agricultura; Éaco, el rey de la isla Egina cuya historia (que da título al libro) es quizás la que tiene un reflexión más ácida sobre nuestra sociedad; Térsites el guerrero más feo de los que participó en la Guerra de Troya, o Cleomedes, un excepcional atleta que destacó en el boxeo. También aparecen Atlas, Securitas, Prometeo, Aracne, Aquiles o Hécuba. Cada relato tiene su propia idiosincrasia y su moraleja, que el lector avispado sabrá captar rápidamente entre líneas.

El libro del poeta polaco se lee prácticamente de corrido (no alcanza las doscientas páginas), no requiere apenas esfuerzo y es difícil no terminar cautivado por él. Ahora que la mitología griega está perdiendo terreno frente a nuevos héroes procedentes del mundo del comic (muchos de los cuales, paradójicamente, beben de leyendas helenas), no viene mal recuperar del olvido a los grandes protagonistas sobre los que se ha construido la literatura y el arte universal. El trabajo de Herbert nos permite, además, reflexionar sobre los principios en los que se asienta el pensamiento occidental. La vida de los héroes y dioses, a pesar de sus proezas, se asemeja, en el fondo, a la nuestra. Cómo la afrontaban nos dice tanto de ellos como de nosotros.

Zbigniew Herbert (Lvov, 1924 – Varsovia, 1998) estudió derecho, bellas artes y filosofía. Poeta, ensayista y dramaturgo, recibió el premio Herder en 1973. Entre sus obras destacan Naturaleza muerta con brida, Un bárbaro en el jardín o El laberinto junto al mar.

*Publicado por la editorial Acantilado, septiembre 2018. Traducción de Anna Rubió y Jerzy Slawomirski.