El resurgir español 1713-1748
Christopher Storrs

Cuando los Borbones acceden a la Corona española, tras más de una década de guerra y no pocas negociaciones diplomáticas, la impresión que los historiadores han trasladado es la de una nación exhausta, en decadencia y que había perdido todo su poder. El imperio hispano se nos presenta, desde esta perspectiva, como si hubiese sucumbido a su propia gloria, carcomido por los problemas internos y por la presión externa y ahogado en su propia incapacidad para superar los grandes retos a los que debía hacer frente. La pujanza de las centurias anteriores habría dado paso, tras la “victoria” de Felipe V en la Guerra de Sucesión y el cambio de dinastía, a un periodo anodino e intrascendente, antesala de la descomposición imperial y de la pérdida de los territorios de Ultramar en el XIX. Al menos eso es lo que se ha querido transmitir o lo que ha perdurado en el colectivo popular.

La realidad tiene bastante más matices y no se ajusta tanto a esa imagen. Para empezar, España conservaba la totalidad de las posesiones americanas y asiáticas: la columna del Imperio permanecía, por tanto, incólume. Los territorios perdidos en Europa eran relevantes, pero no tenían la entidad suficiente para menoscabar el poder global de la Monarquía Hispánica. Su retirada supuso, ciertamente, un mazazo al prestigio español, en particular, en lo que atañe a las posesiones italianas, pero no una quiebra sustancial de la organización administrativa. Además, si el cambio dinástico había sido conflictivo, una vez asumido apenas fue cuestionado. Felipe V y sus ministros llevaron a cabo una profunda remodelación de la forma de gobierno, respecto a la seguida por los Austrias, que reforzará la autoridad regia y reestructurará la Administración del Imperio. De este modo, tras recuperarse de los estragos bélicos, España emerge con fuerza y, si bien no conserva la posición preponderante de antaño, aún se halla a la cabeza de las potencias europeas.

La tesis que acabamos de enunciar, ajena a los postulados habituales sobre el siglo XVIII español, la sostiene Christopher Storrs en El resurgir español 1713-1748*. Estamos ante un trabajo que busca romper con los estereotipos sobre el reinado de Felipe V y ofrecer una imagen renovada de aquellos años, en los que la Monarquía Hispánica supo reinventarse sobre sus propios cimientos. La nueva dinastía llevó a cabo una política expansiva hasta recuperar los territorios italianos, ampliar los africanos, remodelar la Armada, plantar cara al resto de potencias europeas y extender su autoridad por nuevos dominios americanos.

Como explica el profesor Rafael Torres en el prólogo de la obra, “El resurgir español ofrece una reinterpretación fundamentada y expuesta de un modo exquisito para comprender por qué la monarquía española sobrevivió y resurgió, alcanzando de nuevo una posición destacada entre los poderes imperiales. Frente a la tradicional idea de que en este tiempo pasó de ser un poder imperial a un mero estado nacional, Storrs demuestra que sí hubo un proyecto claro de reconstrucción de la autoridad imperial con una firme voluntad de proyectarla en el Mediterráneo, tanto en Italia como en el norte de África. Los éxitos militares y territoriales conseguidos en las décadas de 1730 y 1740 solo se pueden explicar porque se lograron revisar las estructuras internas y los mecanismos de poder (militares y diplomáticos). Para Storrs, sin ese resurgir español no se podría entender el éxito imperial conseguido durante la segunda mitad de siglo, cuando el imperio territorial alcanzó el máximo de la Edad Moderna y cuando también se llegó a disponer de la segunda armada del mundo”.

Storrs acomete una profunda revisión de todo cuanto se sabe del reinado de Felipe V. Pone en cuestión las principales premisas sobre la labor de este monarca y parte de cero. El resultado es una ambiciosa reconstrucción de uno de los períodos más interesantes de nuestra historia. En este largo reinado se configuraron las instituciones y estructuras que durante las décadas siguientes modularán la política española, tanto en la Península como en el exterior. El hispanista reformula los planteamientos que siguió Felipe V para recuperar el prestigio español y abandona las tesis que lo presentaban como un rey débil, sometido a las mujeres y poco ambicioso. Italia y África son los escenarios que mejor se prestan a ilustrar esta nueva visión del primer borbón y ocupan numerosas páginas de la obra. La recuperación de los territorios italianos se convierte, de este modo, en el paradigma de la política de prestigio y fortalecimiento seguida por el monarca.

La organización de los capítulos del libro no mantiene un orden cronológico, sino temático. El ejército, la armada, las finanzas, el gobierno… a cada uno de esos temas se dedica un epígrafe concreto, pero integrado dentro de la visión global que el autor quiere ofrecer. Por ejemplo, en el primero se aborda la reforma llevada a cabo en el ejército español (paso de tercios a regimientos, nueva jerarquía militar o establecimiento de nuevos cuerpos, entre otras cuestiones), analizando el aumento del reclutamiento en tierras españolas y la posible militarización de la sociedad hispana. El tercer capítulo examina las finanzas del reinado de Felipe V y los mecanismos empleados para sufragar las guerras de aquel periodo. Las conexiones entre ambos epígrafes son evidentes y así sucede con el resto de los capítulos del libro. Storss es capaz de tejer una sólida red de argumentos para presentarnos las tesis que defiende a lo largo de su obra.

Concluimos con esta reflexión del autor: “Los logros de Felipe V se debieron en no poca medida a la debilidad de sus adversarios, en particular los Habsburgos austriacos, pero también a su habilidad para establecer alianzas […]. En este sentido, los triunfos de Felipe se explican por unos acontecimientos internacionales que podía tratar de explotar pero que no podía dominar o controlar. Por otra parte, la habilidad de trazar alianzas de Felipe era en parte consecuencia de sus logros domésticos: España era considerada una potencia con la que valía la pena aliarse, pues podía contribuir con su ejército, su marina y sus fondos al triunfo de cualquier coalición guerrera. En el interior de España, las exigencias bélicas, en particular la necesidad de movilizar los escasos recursos para el ejercito y la armada, explican algunos de los hechos más importantes de estas décadas, en particular el restablecimiento o creación de nuevas instituciones como la milicia en 1734 y la matrícula de mar en 1737. Al mismo tiempo, la organización de tales operaciones supuso un gran desafío y también un logro para la nueva organización administrativa introducida una vez finalizado el conflicto sucesorio. También eran costosos en extremo. El modo en el que la España de Felipe se enfrentó a este multifacético desafío justifica el que se la califique de estado fiscal-militar. No obstante, dado que no dependía en gran medida del sector privado, también siguió siendo un estado inequívocamente contratista”.

Christopher Storrs, historiador hispanista británico, es profesor de la Universidad de Dundee. Autor de varios libros acerca de la historia de Europa, entre ellos La resistencia de la Monarquía Hispánica, 1665-1700, sus áreas de investigación se centran, principalmente, en el mundo moderno temprano, en España y su imperio, así como en Italia, en particular los territorios gobernados por la casa de Saboya. Asimismo, la formación del Estado (e imperio), las relaciones internacionales (ejércitos, diplomacia, guerra y paz) y el llamado «Estado fiscal-militar» figuran entre sus investigaciones.

*Publicado por Desperta Ferro, abril 2022. Traducción de Javier Romero Muñoz.