ESFERA LIBROS - REINO DE HIERRO

El Reino de Hierro. Auge y caída de Prusia. 1600-1947
Christopher Clark

Si hubiésemos de asociar los conceptos de “orden” y “seriedad” a un Estado, probablemente la mayoría nos decantaríamos por Alemania; pocas naciones han logrado tal grado de identificación con esos principios como el pueblo germano. Ahora bien, Alemania es una construcción relativamente reciente, que apenas supera el siglo de vida. Aunque su influencia y poder supere hoy con creces al resto, puede que sea, junto con Italia, el más joven de entre los grandes países de Europa occidental. Resulta paradójico cómo un país en apariencia tan homogéneo tiene su origen en la convergencia de una pluralidad de estados dispares, la mayoría de ellos integrantes del Sacro Imperio Romano Germánico, del que Alemania sería, con importantes matices y cautelas, heredera. Y decimos con matices, pues la Austria de los Habsburgo, quizás el principal impulsor y valedor de aquel Sacro Imperio a lo largo de varias centurias, hoy no forma parte de Alemania. La emergencia, durante los siglos XVIII y XIX, de una nueva potencia, Prusia, privó a Viena del control del proceso de unificación germano y determinó su posterior exclusión.

La Alemania que hoy conocemos bebe más del espíritu prusiano que de la impronta imperial de los Habsburgo. El militarismo exacerbado, la burocratización de las instituciones políticas y administrativas o el comportamiento metódico y riguroso conforman, entre otros principios, la imagen más extendida que tenemos del país alemán durante los siglos XIX y principios del XX. Los “junkers” (la antigua nobleza terrateniente prusiana) son el máximo exponente de este sentir nacional. Al igual que sucede con la joven Alemania, Prusia tampoco cuenta con un pasado muy destacado. Hasta hace poco era una potencia de segundo orden y, si nos remontamos en el tiempo, ni tan siquiera eso. Su progresión, desde unos orígenes oscuros, se debe, en gran parte, a la labor llevada a cabo por la dinastía de los Hohenzollern, quienes supieron convertir un pequeño ducado sin salida al mar y poco productivo en el principal motor de una de las primeras potencias mundiales.

El reputado historiador australiano Christopher Clark se adentra en las entrañas históricas de Prusia en su obra El Reino de Hierro. Auge y caída de Prusia, 1600-1947* (galardonada con el prestigioso Wolfson Prize de Historia). Aborda la construcción de una de las naciones europeas más complejas e interesantes, que, si supo salir victoriosa en incontables ocasiones frente a enemigos más poderosos, una vez alcanzada la gloria se vio arrastrada a la destrucción por su propia inercia, abocando al mundo a dos guerras que no podía ganar. En palabras del autor, “Este libro trata de cómo Prusia se hizo y se deshizo. Solo a través de una apreciación de ambos procesos podemos comprender cómo un estado que un tiempo había destacado notablemente en la conciencia de tantos, pudo, de manera tan abrupta y general, desparecer, sin que nadie lo llore, del escenario político”.

El trabajo de Clark recorre los tres siglos y medio de vida del estado prusiano y lo hace desde un enfoque amplio, no circunscrito únicamente a la historia política. El relato fluye de forma coherente y sin perder un ápice de interés a lo largo de ochocientas páginas en las que se pasa revista a las transformaciones sociales, culturales, económicas o religiosas que sufrió el pequeño ducado del este europeo. La política, por supuesto, ocupa un lugar preeminente, pero el objetivo del historiador australiano, al margen de explicar sus hitos más importantes, consiste en identificar los rasgos esenciales del espíritu prusiano, aquellos que marcaron su identidad. Trata, por tanto, de comprender cómo se forjaron y se expandieron sus signos distintivos y cuáles fueron los valores que condicionaron y permitieron el ascenso de Prusia al olimpo de las grandes potencias mundiales.

REINO DE HIERRO - CORONACION FEDERICO VERSALLES

El nombre de “Prusia” proviene de una etnia báltica (indoeuropea) que en el siglo XII fue sometida por la Orden Teutónica alemana. Asimilados por alemanes y polacos, prácticamente desaparecieron entre los siglos XVII y XVIII, junto con su lengua. La creación del reino prusiano se remonta a 1417, cuando Federico Hohenzollern, burgrave del pequeño pero rico territorio de Núremberg, compró Brandemburgo a su entonces soberano, el emperador Segismundo, por 400.000 florines de oro húngaros. De este modo, los Hohenzollern pasaron a ocupar uno de los siete electorados del Sacro Imperio Romano Germánico. Habrá que esperar hasta 1701 para que el emperador Leopoldo I (a cambio de su alianza contra Francia en la Guerra de Sucesión Española) permitiese que Federico III de Brandemburgo fuese coronado como rey de Prusia en la ciudad de Königsberg, bajo el título de Federico I. A partir de entonces, explica el historiador australiano, el ascendente del nuevo reino en los asuntos europeos fue meteórico.

Entre las numerosas “sorpresas” que nos depara el libro, nos gustaría destacar la estrecha simbiosis entre los monarcas prusianos y la conformación del Estado. Pocas naciones han tenido la suerte de contar con soberanos que supieran, no obstante sus defectos, liderar a su pueblo de forma coherente, hábil e inteligente. La mayoría de los reyes prusianos posteriores a Federico Guillermo I de Brandeburgo (más conocido como el Gran Elector) ostentaron, además de una sólida formación intelectual, unas dotes de mando y gobierno encomiables que les permitieron defender los intereses del reino y ampliar, siempre que les fue posible, su influencia en los países colindantes. Hasta la llegada de Bismark, eran los propios soberanos quienes normalmente dirigían la política de Prusia. Sirva como ejemplo la figura de Federico II el Grande, de quien Clark dice: “Federico personificaba tan plenamente la idea del estado, que importantes funcionarios acabaron viendo que servir al monarca y servir al estado era misma cosa”.

Aunque Prusia presenta singularidades propias, su historia tiene muchos rasgos comunes con la de otros países europeos. Los conflictos religiosos entre protestantes y católicos, la influencia ejercida por la Ilustración, la irrupción de Napoleón, la difusión del movimiento romántico o la propagación de las ideas liberales y, posteriormente, socialistas son algunos de los fenómenos que Christopher Clark recoge y explica en su trabajo. También afronta los enfrentamientos bélicos en los que intervino el ejército prusiano, sobre el que gravita un exagerado mito de invencibilidad. A partir de la segunda mitad del siglo XIX, el poderío militar de Prusia consiguió derrotar, con aparente facilidad, a sus dos principales adversarios, Austria y Francia. Hasta alcanzar dicho desarrollo bélico hubo de sobreponerse, sin embargo, a humillaciones y severas derrotas que estuvieron a punto de acarrear su desaparición. El historiador australiano dedica un considerable espacio a explicar cuáles fueron las grandes batallas de Prusia y la evolución de su imponente maquinaria militar, cuya influencia en el destino del reino fue innegable.

REINO DE HIERRO - BERLIN 1848

Clark analiza la controvertida imagen que se tiene de una Alemania influenciada por el militarismo y el conservadurismo prusiano, cuya última consecuencia sería la gestación del nazismo. Según esta visión, Prusia habría imprimido su peculiar cultura política al naciente estado-nación alemán, ahogando y marginalizando a las culturas políticas más liberales del sur. Sus hábitos de autoritarismo, servilismo y obediencia prepararían el terreno para el colapso de la democracia y el advenimiento de la dictadura. Sin apoyar completamente estas tesis, el historiador australiano manifiesta que “Con todo, la verdad es que Prusia era un estado europeo mucho antes de que se convirtiese en un estado alemán. Alemania no fue una realización de Prusia —aquí anticipo uno de los argumentos centrales del presente libro— sino su ruina”. La investigación de Clark profundiza en la creación identitaria prusiana, con sus luces y sombras, destacando su relación con las minorías, la importancia del ejército en la sociedad civil, los procesos de germanización de los territorios limítrofes o la aparición de una cultura propia, con un marcado carácter conservador y nacionalista.

Concluimos con la reflexión que el autor realiza en la introducción de la obra, a modo de síntesis del propósito del libro: “Así, no he hecho ningún intento de separar la virtud y el vicio en la evolución de Prusia o de echarlos en la balanza. No pretendo extrapolar «lecciones» o dispensar consejos morales o políticos a las generaciones presentes o futuras. El lector de estas páginas no encontrará al estado-termitero triste y belicista de algunos tratados prusófobos, ni las confortables escenas de hogar de la tradición prusófila. Al ser yo un historiador australiano que escribe en el Cambridge del siglo xxi, me veo felizmente dispensado de la obligación (o tentación) de lamentar o de celebrar la evolución de Prusia. Por el contrario, este libro busca comprender las fuerzas que hicieron y deshicieron a Prusia”.

Christopher Clark es profesor de Historia Moderna en el St Catharine’s College de la Universidad de Cambridge. Es autor de The Politics of Conversion. Missionary Protestantism and the Jews in Prussia, 1728-1941, de una biografía del Káiser Guillermo II y de la mundialmente aclamada obra sobre los inicios de la Primera Guerra Mundial, Sonámbulos. Cómo Europa fue a la guerra en 1914.

*Publicada por la editorial Esfera de los Libros, octubre 2016.