Muchos (?) de nosotros conocíamos de oídas a Václav Havel, al menos desde su acceso en 1989 a la presidencia de la aún República Checoeslovaca. Sabíamos, a grandes trazos, de su valiente actitud de enfrentamiento durante las décadas duras al régimen comunista checo –léase soviético-
Lo que no podíamos imaginar es que Havel hubiese escrito durante los años setenta una serie de ensayos –obviamente entonces clandestinos-
El ensayo de Havel podría haber pasado a la posteridad como una mera nota a pie de página en el relato de la historia del siglo XX, escondido entre la Carta 77, la «revolución de terciopelo» de Praga o el despliegue de los blindados rusos en las calles de la capital bohemia en 1968. Si tiene actualidad hoy no es porque contribuya, como en efecto hace, al conocimiento histórico de aquel período apasionante que culminó con la caída del muro de Berlín, sino porque en sus páginas podemos leer una reflexión lúcida, a la vez implacable y serena, de lo que es la esencia de un régimen totalitario (o en palabras de Havel, post totalitario, con el significado específico que atribuye a este adjetivo).
Esta cualidad de El poder de los sin poder es justamente subrayada por la autora del brillante prólogo del libro, Belén Becerril, cuando destaca cómo «[…] quizá lo más sorprendente de este ensayo sea la sensación de actualidad que se desprende, de principio a fin, de cada una de sus páginas». El análisis que Havel hace de las dictaduras «clásicas» hasta entonces conocidas le permite desarrollar, por contraste, los rasgos característicos del sistema político –el post totalitarismo-
De todos aquellos rasgos hay tres particularmente significativos. El primero es la existencia de un anclaje ideológico, con pretensiones de exclusividad, que «ofrece al hombre extraviado» un lugar de acogimiento si se presta a pagar por ello el precio de abdicar de su razón, de su conciencia y de su responsabilidad. El segundo es el despliegue de unos mecanismos estatales «tan perfectos y elaborados de manipulación directa e indirecta de toda la sociedad que representan hoy una cualidad radicalmente nueva de la base física del poder«. El tercero, en fin, es el reinado del miedo, por un lado, y de la mentira generalizada, por otro: Havel enuncia una larga lista de hipocresías, manipulaciones y mentiras mil veces repetidas («al poder de la burocracia se le llama poder del pueblo; […]a la arbitrariedad, aplicación del ordenamiento jurídico; [….] a la farsa electoral como la forma más alta de democracia; a la prohibición de un pensamiento independiente como la concepción científica del mundo; a la ocupación como ayuda fraterna […]«) para denunciar la falsedad omnipresente del poder. Y concluye que los individuos sujetos a este régimen post totalitario, si bien no están obligados a creer todas estas mistificaciones, han de comportarse como si las creyesen, o soportarlas en silencio, o comportarse bien con los que en ellas se basan. En suma, están «obligados a vivir en la mentira«.
Junto a este contenido capital del ensayo de Havel, su obra presenta un interés añadido, en el sentido de que contiene reflexiones profundas sobre el poder de la palabra libre, el sentido de la responsabilidad personal y, de nuevo, el apego a la verdad en todas las circunstancias, elementos todos ellos necesarios para la existencia de nuestras sociedades en condiciones de dignidad.
En otros escritos ulteriores que recoge el libro la mirada aguda y profunda de Havel constata, ya recuperada la democracia en su país y en el resto de la Europa del Este, cómo hemos dejado atrás los regímenes políticos dictatoriales, incluidos los post totalitarios, pero siguen existiendo peligros más sutiles en las sociedades occidentales, no pocas veces dispuestas a sacrificar sus valores clásicos, fundamentales, ante el señuelo de la seguridad o de la prosperidad económica. De entre esos escritos incorporados al libro destacan, por su relevancia histórica, dos discursos de Havel: el dirigido a la Nación con motivo del año nuevo, pronunciado el 1 de enero de 1990 una vez recuperada la libertad en Checoeslovaquia, y el que casi veinte años leyó ante los miembros del Parlamento Europeo para celebrar, el 11 de noviembre de 2009, el aniversario de la caída del Muro de Berlín. Buena parte del devenir histórico de la segunda mitad del siglo XX está reflejada en esos dos discursos memorables.
En fin, para una página como Metahistoria no puede pasar desapercibido otro discurso que también recoge el libro, este pronunciado con motivo de la entrega del doctorado honoris causa en el afamado Institut de Sciences Politiques, el 20 de octubre de 2009, que lleva por título «El misterio de la historia y el destino del mundo«. En él Havel propugna una actitud de humildad intelectual, en las antípodas de las teorías sobre el «fin de la historia» tan de moda hace algunos años, para reconocer que «existen misterios que jamás comprenderemos» y lanza algún caveat sobre nuestro futuro: «[…] Esta primera civilización atea de la historia, que no se encomienda a la eternidad, ¿no ve que se avecinan multitud de graves amenazas surgidas, sencillamente, de una falta de intuición?«. Deberíamos, afirma, «[…] asumir nuestra responsabilidad sin basarla en la convicción de que lo sabemos todo y, por ello, cómo va a acabar todo».
Václav Havel (1936-
*Publicado por Ediciones Encuentro, octubre 2013.