El Partido Demócrata español. 1849-1873. Los primeros demócratas
Antonio Eiras Roel

Por mucho que nos quejemos de nuestro actual sistema político (motivos sobrados tenemos para ello) no podemos obviar que nunca antes en nuestra historia habíamos tenido la libertad y estabilidad con las que contamos hoy. La Constitución de 1978, al margen de sus posibles errores y mejoras, nos ha dotado de un modelo de convivencia democrática envidiable para nuestros antepasados. Resulta curioso que quienes hoy la critican tan airadamente puedan hacerlo gracias a las medidas que introdujo la propia Carta Magna: de haberlo hecho años atrás hubiesen sido objeto de una dura represión. Para alcanzar este grado de libertad ha sido necesario recorrer un complejo y penoso proceso de lucha, en el que se han vertido sangre, sudor y lágrimas durante dos centurias.

Siempre se ha puesto como paradigma del impulso democrático español a la Segunda República. Si bien es cierto que las medidas promulgadas a partir de 1931 fueron revolucionarias e implicaron la extensión de principios y libertades a gran parte de la sociedad española (hasta entonces privada de ellos), ello no significa que el punto de partida de la democracia en nuestro país haya de situarse en la proclamación de la República. A principios del siglo XIX ya hubo pequeños grupos —lamentablemente poco conocidos por el gran público— que lucharon por este ideal y, aunque sus planteamientos pudiesen diferir de los actuales, debemos reconocerles su iniciativa y su carácter pionero. El fracaso de la Primera República condicionó y estigmatizó a estos colectivos, cuya influencia en el devenir de nuestra actual democracia fue mayor de la que creemos.

El profesor Antonio Eiras Roel analiza en su obra El Partido Demócrata español. 1849-1873. Los primeros demócratas* el incipiente movimiento democrático que tuvo lugar en España durante la mitad del siglo XIX. En palabras del propio autor, “[…] pretende este estudio histórico desarrollar la evolución política del partido demócrata español, desde su aparición, a raíz de la revuelta europea del 48, hasta su realización programática en los que siguen a la revolución española del 68. El estudio y conocimiento de esta fuerza política olvidada es un ejercicio necesario para dar sentido al convulso período histórico que va desde el puente de Alcolea hasta los campos de Sagunto, y lo que asimismo puede explicar el incruste de principios y posturas democráticas en la Restauración canovista”.

SEXENIO DEMOCRATICO VIÑETAEl siglo XIX es, sin duda, el siglo del liberalismo. Durante estos años el sistema político liberal se consolidó y extendió sus principios por todo el territorio nacional. Fue un proceso progresivo, con altibajos, pero inexorable. El poder hegemónico que ostentaron los “partidos” liberales (ya fueran moderados o progresistas) durante la centuria ha provocado que la mayoría de estudios e investigaciones académicas se centren en ellos y releguen a un segundo plano otros movimientos más minoritarios y fragmentados. Uno de estos grupos “olvidados” lo constituye la corriente democrática, cuyo encuadre histórico es complejo. Su estructura es difusa (como la de la gran mayoría de los partidos españoles durante la primera mitad de siglo, más personalista que jerarquizada), sus ideales tardaron en concretarse en políticas específicas y se caracterizaron por la pluralidad y diversidad; y su base social siempre fue limitada, incluso tras llegar al poder.

Dada la dificultad de describir el fenómeno democrático del siglo XIX, el profesor Eiras advierte que su obra aborda la historia de un partido político pero “quizás se trate algo más que un partido”. Añade que con ella analiza, en cierto sentido, una “nueva mentalidad revolucionaria” alentada por un protagonista diferente a los tradicionales grupos políticos. El autor se atreve a dar una definición de quiénes constituirían los “demócratas”: serían aquellos “hombres que pretenden llevar a todas sus consecuencias el principio de soberanía del pueblo. Pero esta fórmula, ya desgastada por los progresistas, ellos la concretan en el sufragio universal y la apelación a la democracia directa”. De este modo, las líneas maestras de su espíritu político serían la representación del cuarto estado, un liberalismo radical, el sufragio universal y la declaración de derechos.

Desde sus primeros pasos el movimiento demócrata va a confundirse con el republicanismo y, más adelante, con el socialismo. Antonio Eiras es consciente de dicha confusión y hace numerosas referencias a las interrelaciones que se dieron entre estas corrientes de pensamiento. Así de contundente se muestra el autor en la introducción de su obra: “En la España del siglo XIX, demócratas y republicanos son casi siempre una misma cosa. Un análisis detenido de la ideología de este partido, a lo largo de toda su evolución, permite la identificación de los términos demócrata y republicano, según comprobaremos abundantemente”. Ahora bien, esta simbiosis programática no siempre se aireó pues la “República” despertaba durante aquella época profusos recelos en la sociedad española.

Aunque el título del trabajo del profesor Eiras señala 1849 como año de la botadura de la nave demócrata, los primeros capítulos del libro rastrean las tendencias democráticas durante la Guerra de Independencia, el proceso constituyente gaditano, el reinado de Fernando VII, el Trienio Liberal y las regencias de Espartero y María Cristina –destaca el papel que jugaron durante el levantamiento de Riego y el Trienio Constitucional–. A pesar del carácter minoritario de las fuerzas republicanas durante estos años, su existencia no puede obviarse pues constituyen la base sobre la que se asentará el movimiento en las décadas venideras. En estos prolegómenos ya observamos cómo los demócratas se sitúan a la izquierda de los liberales “progresistas” o “exaltados”, desencantados por las tibias medidas que estos últimos adoptan y que aquéllos consideran totalmente insuficientes.

CONGRESO PRIMERA REPUBLICALa corriente revolucionaria que convulsionó a Europa en el año 1848 tuvo su reflejo (algo atenuado, todo sea dicho) en España. Los demócratas vieron en este fenómeno el toque de clarín que llamaba al poder a las clases populares, abandonaron el retraimiento e irresolución de los años anteriores y decidieron pasar a la acción. El resultado fue el Manifiesto de 6 de abril de 1849 firmado por los cuatro diputados demócratas (Manuel María de Aguilar, José Ordax Avecilla, Aniceto Puig y Nicolás María Rivero) que recogía una declaración de derechos individuales, la exposición de sus principios políticos, administrativos y económicos y el programa para aplicarlos. Tras la publicación del manifiesto el partido democrático comenzó a organizarse a través de Juntas y ya se observan las tres tendencias que marcarán su devenir: los progresistas-demócratas, los republicanos (masa activa del partido) y los republicanos-socialistas (germen del futuro socialismo español).

Siguiendo un orden cronológico, el profesor Eiras relata el proceso de consolidación del partido que culminará con la proclamación de la Primera República. Desde sus inicios la construcción de la identidad democrática no estuvo exenta de contradicciones y disputas internas, con la prensa como principal baluarte para canalizar los debates políticos y difundir, tanto a los propios correligionarios como a la opinión pública, sus ideales. A medida que fueron ampliando los apoyos y adquirían mayor relevancia pública se vieron obligados a entablar contactos (y a pactar) con otros partidos. Así sucedió durante el pronunciamiento de O’Donnell en el Campo de Guardias en junio de 1854 (que dio paso al conocido como Bienio Progresista) o durante la Revolución Gloriosa de 1868. A pesar de integrarse en coaliciones más o menos heterogéneas, les fue difícil, debido a sus ideas “radicales”, participar en los órganos del poder. De hecho, serían acosados y perseguidos en reiteradas ocasiones por las fuerzas del orden.

El triunfo de la Revolución Gloriosa y la instauración de la Primera República constituyeron los mayores éxitos del Partido Demócrata pero, a la vez, conllevaron su implosión interna y su caída. Las disensiones en el seno del partido sobre el modelo de Estado fragmentaron al bando republicano y arrojaron al país a una situación de gran inestabilidad. En el epílogo de la obra Antonio Eiras trata de dar respuesta a la pregunta de por qué la experiencia de la revolución democrática, tan laboriosamente trabajada, duró tan poco.

La obra del profesor Eiras sobresale por su calidad literaria y por el rigor de su investigación. Aunque el libro fue el resultado de la tesis doctoral del autor (leída en 1954), no ha perdido vigencia y gracias a las revisiones llevadas a cabo en la nueva edición (junto con la incorporación de un prólogo y un epílogo) su lectura mantiene todo su interés. Concluimos con estas palabras de autor que dan buena cuenta del propósito de la obra: “Del lector estudioso esperamos que sabrá situar esta obra en su tiempo (1961), como un estudio de primera mano sobre fuentes de época y como una primera aproximación a un capítulo en su tiempo desatendido de la evolución de las ideas políticas en el siglo del liberalismo: a saber, el conglomerado inicial —sólo lentamente decantado o disociado –democracia -socialismo –republicanismo –federalismo en el que se cobijaban en la España de Isabel II las fuerzas políticas actuantes a la izquierda del partido progresista, a partir del momentáneo fracaso de la revolución del 48 europeo”.

Antonio Eiras Roel (Buenos Aires, 1931) se licenció en Filosofía y Letras por la Universidad de Santiago de Compostela. Catedrático (actualmente jubilado) de esta misma universidad, obtuvo su doctorado en la Universidad Complutense de Madrid. Los inicios de su investigación se centraron en la historia política del siglo XIX, a la que siguieron estudios relativos a la historia social, rural, demográfica, económica e institucional. Como gestor y promotor de investigación destaca por la organización de los “Coloquios Internacionales de Metodología de Historia Aplicada” impartidos en la Universidad de Santiago en los años 1973, 1982, 1984 y 1989.

*Publicado por la editorial Ediciones 19, mayo 2015.